Capítulo Primero

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Unos cuantos meses después de la muerte del Rey de Inglaterra, su hijo mayor, tras cumplir los dieciocho años ascendería a la corona. Meliodas nunca creyó que ese día sería tan pronto. Lo estaban vistiendo para la coronación.

— Este acontecimiento lo ayudarán a conocer a lindas señoritas de clase alta, dignas de ser su esposa, alteza —le dijo uno de sus concejales— Esperemos que pueda encontrar a esa señorita.

Era un sofoco ser el Rey. Todavía ni ascendió y ya le estaban diciendo que necesitaba una esposa con la cual dejar descendencia.

Antes, cuando se tenía que presentar en el pueblo por algún acontecimiento; las mujeres siempre lo miraban, de manera discreta para no llamar la atención pero aún asi lo hacían, sabiendo que no estaban a su alcance. Por lo visto sólo podía desposar a una mujer de familia noble y aristócrata, como él.

— La coronación va a ser en el gran salón, su majestad. La puntualidad deja mucho en que pensar —le dijo su concejal para después salir de esa habitación.

Meliodas suspiró frustrado a la vez que murmuraba "la puta madre". Se detuvo a verse a un espejo, y corroboró que se veía idéntico a su padre.

Las sirvientas estaban preparando el comedor. Acomodando los cubiertos, los platos, las servilletas, etc.

— ¡Elizabeth, niña! —llamo una mujer— Necesito que vallas a acomodar las cosas del la sala del trono —la chica asintió, acomodó su vestido y prosiguió a ir a donde le encargaron— Pobre chica, tiene un rostro tan hermoso y angelical y movimientos delicados, podría llegar a decirse que es de una familia noble.

— Es verdad —hablo otra sirvienta dejando una pila de platos en la mesa— Con el nombre de Elizabeth, hasta un extraño dudaría que fuese una simple sirvienta —agregó pensativa.

Elizabeth tenía bien entendido que ese acontecimiento sería muy importante. Habrían muchas mujeres de clase alta y altaneras, con hermosos vestidos, llenas de joyas y hermosos peinados.

— Lo que daría por ser de familia noble —suspiro viendo el trono del futuro Rey de Inglaterra.

Ella sabía que estaba prohibido, pero sintió curiosidad por sentarse en el trono. ¿Que se sentirá estar ahí, imaginando a todas esas personas codeando entre sí? Elizabeth se sentó, se recostó en el respaldo y cerró sus ojos imaginando como sería ser reina. Después de todo, aún era una chiquilla. Oyó la puerta abrirse y se levantó rápidamente.

Se dió cuenta que era el Rey Meliodas, así que no tardó en reaccionar.

— Su alteza —dijo haciendo una reverencia elegante con su uniforme de sirvienta— ¿Puedo satisfacer sus deseos, mi Rey? —pregunto la chica mientras se erguia nuevamente y recuperaba su perfecta postura colocando ambas manos bajas al frente entrecruzadas con recato.

— Estoy bien muchacha —hablo Meliodas— Aunque, me gustaría saber tu nombre de pila —le dijo.

— Si, mi Rey —contesto ésta respetuosamente— Me llamo Elizabeth —finalizo.

— Según entiendo, tenés catorce años ¿Verdad? —la peli plata asintió— ¿Que hace una niña trabajando para mí?

Elizabeth no comprendía.

— ¿Esta insatisfecho con mi trabajo su alteza? —pregunto decepcionada de sí misma— Dígame, si no es mucha molestia, claro ¿En qué puedo mejorar, mi señor?

— No digo que este insatisfecho, al contrario —le dijo acercándose a ella— En mis dieciocho años de licitud, nunca he visto a una sirvienta tan dedicada como vos —la sirvienta de cabello peli plata sonrió con recato— Me refiero a que... Deberías de estar con tus padres, ayudando en la casa y no sirviéndole al Rey con tan corta edad.

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