Capítulo Vigésimo Cuarto

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La adivina le había dicho claramente que Gustaf definitivamente formaría parte de su futuro pero no del modo en que ella creía ¿Que demonios quiso decir con eso?... Pero aún más importante.... ¿Que era lo que creía ella de todo eso? Quizás no sería su esposo o quizás si pero sin amarlo de alguna manera, había demaciadas variables que tomar en cuenta para poder descifrar ese gran enigma que daba vueltas en su cabeza una y otra vez.

Estaba desayunando a la mesa con los Hoffman y su familia, Gustaf estaba sentado en frente de ella. Para él era una chica muy linda, misteriosa, pero linda. Hablaban de la boda o de tonterías parecidas y era sumamente sofocante para ella escuchar eso tan temprano viendo la cara de imbécil que tenía Gustaf tratando de sacarle un tema de conversación vacía y sin sentido aunque él no era un mal hombre que ella supiera, habría que considerar los pros y los contra:

Por un lado, era alguien respetuoso la gran mayoría de las veces y amable, por el simple hecho de formar parte de la guardia ya lo convertía en alguien valiente y justo (ojalá no esté equivocada) parecían llevarse unos pocos años y él tenía un interés poco discreto en conocerla mucho mejor, que le era inevitable ocultar y lo hacía parecer mucho más tierno. Eran muy buenos puntos a favor, pero en contra: Sería muy pesado si se casaran ya que él estaría muy al pendiente de ella como una mosca y no era plan, no pasarían casi nada de tiempo juntos gracias a su deber real y la razón más grande para no casarse con él NO LE INTERESABA EN LO MAS MÍNIMO.

Elizabeth no quería ser el adorno de nadie, no quería casarse por nada del mundo y estaba dudando seriamente de la palabra de aquella adivina ¿Por qué casarse cuando claramente está muy bien sola? quizás se equivocó y realmente Gustaf se casaría con ella ya que no había ni una bendita señal que indicara lo contrario, el destino se equivocó al parecer. Pero no estaba dispuesta a ceder y estaba más que determinada a impedir esa inútil e innecesaria boda que nunca nadie pidió.

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Para la tarde decidió pasear unos momentos por el jardín, más que nada para serenar y aclarar un poco su mente, repasar algunas ideas y poder pensar mejor la manera de evitar casarse sin que nadie saliese perjudicado. Seguramente era mucho más fácil de lo que pensaba, debía de haber un truco o un indicio que no estaba viendo por la abrumación que sentía en esos momentos. Pensaba que si se casaba de algun modo u otro estaría traicionando la memoria de Mael, quería superarlo pero cada vez que le dolía menos recordaba las palabras que dijo "Amar no es un pecado. Traicionar a otros con mentiras sí lo es y más aún cuando se conspira contra otro para matarlo" Esas malditas y estúpidas palabras seguían vigentes en su memoria, solo Dios sabrá hasta cuándo.

Ahí fue cuando se dió cuenta que estaba siendo tóxica con ella misma, se estaba negando al deseo de ser feliz solo para vivir en pena por su amor muerto ¿Cómo culparla? Fue el primer y único hombre en el que se había interesado hasta esa fecha. Quizás para poder superarlo debía de darle una oportunidad a su "futuro esposo" quien oportunamente estaba pasando por allí, aunque él no la haya visto a ella y entonces Elizabeth puso su mejor sonrisa y se acercó a él de manera educada. Se sintió estúpida por tratar de hacerlo pero ya era hora de pasar la página y seguir adelante.

— Hace un lindo día —comento caminando a la par de él, quien se volteó algo frustrado y asintió ante la afirmación de ella. Se sorprendió al ver qué él no parecía prestarle atención— ¿A dónde se dirige tan serio?

— Los guardias que están en las afueras Informaron sobre invasión indígena al oeste —le informó éste con seriedad y muy poca paciencia— Vienen a gran velocidad.

— ¿Y eso que? —pregunto restándole importancia dejando al hombre atónito— Deberían de dejarlos, quizás solamente quieren una audiencia o buscan techo y comida —dedujo dejando al hombre mucho más sorprendido e indignado que antes.

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