Capítulo 4

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-Nate-

Si mi vida como vivo era una mierda, la de muerto era mucho peor.

Era verdad que ya no te tenías que preocupar por las facturas o por no saber si vas a poder comer esa semana, pero ver como tu muerte afectaba a tus seres queridos era infinitésimamente peor que lo anterior.

Habían pasado ya siete semanas desde el día que tomé la fatídica decisión de conducir la moto cuando estaba cayendo el diluvio, más conocido por todo el mundo (gracias a las noticias) como el día que un chico de diecinueve años tuvo un terrible accidente mortal. Vamos, más simple, el día que la palmé.

Los primeros instantes tras mi muerte no era capaz de recordar esos últimos momentos antes de que mi corazón se diera por vencido, pero con el paso de los días estos se habían ido incorporando al collage de recuerdos de aquel día. Sin embargo, los minutos posteriores a mi muerte esos sí que me hubiera gustado poderlos borrar. La maldita diosa, su historia de los hilos y una verdad que me negaba a creer.

No era suficientemente que hubiera muerto con diecinueve jodidos años, que tuviera que arreglar unos asuntos para llegar al jodido cielo, sino que encima mi asunto pendiente era hacer de celestina con mi novia. La maldita diosa me contó una inverosímil historia sobre almas gemelas unidas por un hilo rojo, aunque aclaró que a las almas gemelas no tenían por qué casarse y tener hijos, sino que solo eran almas destinadas a encontrarse. ¡Claro, eso que se lo creyese su madre si es que estas tenían madre! No pude evitar pensar que si cuando estaba vivo alguien me hubiese dicho que existían dioses habría llamado al 911 avisando que un loco se había escapado del psiquiátrico.

Aunque, encima, lo peor de todo no era que existieran almas gemelas y mi novia tuviese una. Nooo. Lo jodido de todo era que un graciosillo había estado manipulando hilos y la única razón de que Dalia y yo hubiéramos estado juntos era porque el gamberro había cortado el suyo y lo había unido al mío. Por azar. Mi relación de amor con Dalia se resumía en un error. Eso me sentó y me seguía sentando como una patada en los huevos. Cuando estaba con ella sentía que no la merecía, pero no esperaba que fuera realmente así. Ella estaba predestinada con otro y yo no debería haber tenido mayor transcendencia en su vida que la de un amigo de su primo que nunca habría despertado su interés. Y ahora la jodida diosa quería que yo adivinase qué chico tenía la otra parte del hilo y los volviese a unir como si yo nunca hubiera estado unido a ella.

Me negaba en rotundo. Si querían volverla a unir a un palurdo, que lo hiciera ella misma. A quién sí que tenía ganas de encontrar era al capullo que me había hecho la jugarreta, aunque no sabía si primero le pegaría o le daría un abrazo. A ver, sin su interferencia, nunca habría conocido a Dalia y eso era algo en tener en cuenta a cómo reaccionar ante él.

La diosa me dijo que ella se encargaría de encontrar al culpable. Pero que yo debía hacer mi parte del trato. Era tremendamente jodido encontrarle pareja a tu novia, exnovia, pero hacerlo después de muerto e impulsado por una odiosa leyenda amorosa era el colmo. Dalia me habría pegado si escuchase mis pensamientos soeces, ella me enseñó esa palabra... ¡No! No iba a emparejarla con nadie que se jod... aguantara su alma gemela. Dalia ya había pasado por suficiente.

La observé entrar en su habitación, acababa de salir del baño. Mi amiga Julie la había llamado para obligarla a salir de casa, aunque lo hacía por ella, se lo agradecí. Dalia tenía que salir a la calle, no quedarse encerrada.

Me pasaba la mayor parte del día con ella. Las primeras semanas se las pasó entre durmiendo o llorando, me hubiera gustado decirle que estaba allí con ella, pero ser fantasma limitaba bastante. Nada de mover muebles ni escribir en los espejos, ya lo había intentado. Sin embargo, hubo un cambio en su actitud la tercera semana, salió de su cuarto y comió con el resto de su familia, pero se negó a salir de casa. No fue hasta la quinta semana que logró poner un pie fuera, aunque no había estado sola, muchos de sus amigos fueron a visitarla para darle ánimos. Dalia caía bien a todo el mundo. Era un ángel en la tierra y, por esa razón me escocía tanto esa historia de los hilos, ya que era una prueba de que no merecía a un ángel en mi vida.

No era mi destino cruzarme con uno.

Cuando mi chica se acercó a la cama para coger el móvil que vibraba a mi lado, me aparté, «como si fueras a molestarla». También era verdad, me reconocí a mí mismo. No hablar con nadie me estaba volviendo loco, hablaba conmigo mismo.

Dalia pulsó su pantalla y sonó un audio. Era Julie diciendo que llegaría en diez minutos y que no quería tener que entrar en la casa para sacarla, pero que lo haría si era necesario. Julie nunca se anduvo con sutilezas, mi muerte no iba a cambiar eso. Mi chica fue a quitarse la toalla para empezar a vestirse y me giré dándole intimidad, no podía evitar ser un fantasma, no obstante, no iba a aprovecharme de eso para espiarla.

En cinco minutos, estaba lista y, como siempre, preciosa. Se sentó en la cama esperando la llegada de nuestra amiga, cogió el móvil y se metió en galería. Empezó a ver fotos nuestras, negué con la cabeza. Eso le hacía mucho daño. Lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas.

— Nate, ¿por qué?

El claxon de un coche le hizo reaccionar, se limpió las lágrimas y salió corriendo al comprobar por la ventana que era el coche de Julie. La seguí.

Mi amiga tuvo que ver sus ojos rojos porque le llamó la atención.

— ¿Otra vez mirando fotos, Dalia? No me obligues a borrártelas. —Dalia agarró el móvil protectoramente, sabía que Julie se estaba tirando un farol—. Sé que cuesta, pero tenemos que hacernos a la idea de que él ya no está y, algún día, podremos mirar esas fotos y recordaremos esos momentos con cariño. Pero, ahora, necesitas dejar de pensar en él y cuidarte a ti misma. ¿El psicólogo va bien?

— Sí, me está ayudando mucho. Pero, no sé cómo explicarlo, es que siento como si él todavía estuviese aquí. Sé que parece un cliché pero es lo que siento, Julie.

— Te entiendo. Es todo muy reciente, a veces, cojo el móvil para llamarle y decirle si le apetecen unos dardos, pero entonces me acuerdo que no está y todo se va un pelín a la mierda ―comentó Julie. Podía notar la tristeza en su voz.

— Así me siento yo todo el día. Todo me recuerda a él. Si no es una foto nuestra, es una camiseta que llevé en alguna de nuestras citas o su nombre en recurrentes en el móvil.

Di dos pasos hacia atrás al oír las palabras de Dalia. Y aquí estaba la peor parte de ser un fantasma, ser testigo de cómo tu querida muerte dejaba echas polvo las vidas de tus seres queridos. En resumen: una mierda.

— Bueno, tenemos que ir rehaciendo nuestras vidas. Por cierto, Kay recogió las cosas de Nate de su casa y las guarda en su casa para cuando estés preparada para decidir qué es lo que quieres conservar.

— No me siento preparada para hurgar en sus cosas —murmuró con un hilo de voz mi chica. 

— Ya lo intuíamos así, tranquila, no hay prisa. ―Julie le puso una mano en el brazo para reconfortarla―. Kay no va a deshacerse de ellas, pero no podíamos saber si el borracho del padrastro de Nate lo haría, así que prefirió no arriesgarse e ir a buscarlas él mismo.

— Se lo agradezco. —Julie abrió la puerta del copiloto y mi chica entró.

— Todos lo hacemos, si hubiera ido yo y me hubiese encontrado con ese capullo... —Mi amiga se sentó en el asiento de su coche—. Le habría dado un puñetazo.

Entré en el coche. No me servía de nada porque podía teletransportarme, pero necesitaba saber a qué lugar irían para hacerlo. Conociendo a Dalia no tardaría en preguntar, segundos después lo hizo. Sonreí al ver lo bien que la conocía y eso no podía ser resultado del experimento de un gamberro.

— ¿Dónde vamos?

— Al centro comercial, pero no vamos a ir a comprar ropa. Eso se lo dejo a Karla. Tú y yo vamos a ir los juegos recreativos y a mirar los juegos recién sacados esta temporada. ¿Te parece bien?

— Me parece perfecto —contestó Dalia esbozando una pequeña sonrisa.

— Estupendo.

Julie arrancó el coche. 

Almas entrelazadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora