Capítulo 26

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-Nate-


Después de lo sucedido con Kay, fui a ver lo único que lograba calmarme, estuviese vivo o muerto.

Me aparecí en la habitación de Dalia, no había nadie. Qué extraño. ¿Dónde estaba a estas horas? Escuché voces en el comedor.

— ¿Dalia, te queda mucho? —La suerte estaba de mi lado—. ¿Cinco minutos? Vale, cariño. La cena ya está hecha, te esperamos. No te entretengas. Un beso.

Salí a la calle para esperarla. Necesitaba verla, empaparme de su imagen. Me senté en su porche como había hecho tantas tardes esperando que ella saliera del instituto, los vecinos incluso ya me saludaban y se paraban a hablar conmigo. Era «bonito» de alguna forma.

Reconocí el característico sonido de unos pies arrastrando, pero no eran los únicos pasos. ¿Era ella? Y si era así, ¿con quién venía? Sonreí al reconocerla, pero mi sonrisa rápidamente desapareció cuando vi su acompañante. Paul.

— No tenías porqué acompañarme andando, podrías haber cogido el bus y habrías llegado antes.

— Tenías que pasar por una zona poco iluminada y no me hacía mucha gracia. —Mi chica hizo una mueca, como si la idea de que a Paul le pasara algo no le gustase. Bueno, eso no me gustó a mí.

— Gracias, Dalia.

Se pararon justo en la puerta. El chico se pasó la mano por el pelo en un intento de ocultar sus nervios, Dalia se dio cuenta y sonrió.

— ¿Y cómo vas del brazo? Roto, ¿no? —Paul se lo confirmó—. Bueno, y eso debe doler mucho, ¿no?

— Mira, si fuera un hombre orgulloso y vanidoso te diría que llevo el cabestrillo de decoración, —El chico dejó unos segundos de silencio antes te seguir hablando—, pero como no lo soy, te diré que me duele horrores, pequeño demonio.

Dalia se echó a reír, puede que por sus palabras, por la voz profunda que había puesto o por ambas. Saber qué pensaba mi chica en este momento era un misterio. La observé detenidamente y me di cuenta de que estaba llorando. ¿De verdad? No había sido para tanto, a ver, había sido gracioso pero poco más.

— ¡Dios! ¿Cómo consigues imitar tan bien al profesor James? Te ha salido igualito.

— Es un don, es el único que me sale. —Se encogió de hombros y volvió a pasarse la mano por el pelo.

«Comparten anécdotas», gracias conciencia, no lo había notado. «Pero yo también». Me mordí el labio, las palabras de Sarah me volvieron a la cabeza. ¿Estaba haciendo lo correcto? ¿Estaba actuando por miedo? ¿Pero miedo a qué? «A que Dalia se dé cuenta que lo vuestro fue un error, que no eras el indicado para ella y que lo vuestro solo fuera un espejismo, sentimientos forzados y que los verdaderos se los hubiera llevado Paul sin hacer nada».

— ¿Cuántas veces vamos a tener que decirte que las almas gemelas no están destinadas a repoblar el mundo con su material genético? —Aiden apareció de la nada.

— ¿Qué haces tú aquí?

— Intentar hacerte ver que solo retrasas lo inevitable.

Miré lo que me indicaba. Ahí estaban los dos hablando, sonriendo y riéndose. Si era verdad que hiciera lo que hiciera iban a estar juntos, ¿por qué pedirme a mí que lo hiciera?

— ¿Todavía no lo entiendes, Nathan? Tienes que resolver tus asuntos pendientes... y te puedo asegurar que la chica que tienes en frente no es el único. Pero tienes la gran suerte de que la diosa solo te pidiera una cosa. ¿Vas a desaprovechar esta oportunidad solo por algo tan normal como que tu novia sienta interés por otra persona? —Aparté la mirada de la pareja y me centré en el pelirrojo—. Explícame, en serio, Nathan, porque yo no lo entiendo. ¿Qué te detiene?

No quería decirlo, ¿por qué todo el mundo me hacía ver como el loco de la película? Acaso creían que esto me era fácil, lo único bueno que había logrado ni lo había hecho yo mismo. Y ahora no solo me decían eso en la cara, además, debía solucionarlo. ¿Nadie era consciente acaso de lo que yo sentía? Así que, incapaz de callar por más tiempo, se me escapó:

— Me han superado. —Aiden iba a decir algo, pero no le dejé—. Al principio era feliz porque parecían estar mejorando, pero, joder, ahora parece que se hayan olvidado de mí. ¿Tan fácil soy de olvidar?

— Y temes que si unes los hilos, la única persona que no has visto avanzar lo haga.

¿Era eso? Aiden había encontrado las palabras que yo llevaba buscando desde los reproches de Sarah. ¿Me había vuelto tan egoísta? Habían pasado ya semanas, pero todos parecían recuperarse más deprisa de lo que había esperado... Y, en vez de alegrarme por eso, yo me había enfadado. Era una mierda de amigo.

— Nathan, en este mundo, hay almas destinadas a cruzarse, otras a desaparecer sin dejar huella. Pero te aseguro, Campanillo, que tú no eres una de ellas. Y, ahora presta atención, ¿has escuchado alguna vez 'no es oro todo lo que reluce'? —Negué con la cabeza—. Ser fantasma nos hace creer que sabemos todo de todos, pero en la oscuridad la gente nos sigue sorprendiendo.

— ¿Qué quiere decir eso? —Pero Aiden ya se había marchado.

Miré a Dalia y Paul que seguían hablando.

— Creo que debería irme —dijo mi chica apartándose un mechón de cabello—. Mis padres me están esperando para cenar.

— Pues claro. Yo también debería llegar ya a casa.

El chico se dispuso a andar cuando se tropezó, pero Dalia evitó la caída. Me era una escena conocida, a ella debió sucederle igual porque sus ojos verdes se enturbiaron. Paul soltó un siseo de dolor.

— Lo siento, lo siento. ¿Estás bien?

— Sí, sí. Tranquila, si he sido yo. Mis padres se equivocaron al escoger mi nombre, habrían acertado más con Patoso Thomas.

Dalia se rió del intento de chiste, fue entonces cuando se dio cuenta de que todavía tenía puestas las manos en los brazos del chico. Este enrojeció y Dalia empezó a disculparse rápidamente, cosa que solo ocurría cuando se ponía nerviosa. Sus manos temblaban y él debió darse cuenta de ello porque las cogió en un intento de tranquilizarla, vi como los dos se estremecían.

Dalia se disculpó y soltó las manos del chico.

— Buenas noches, Paul. ¡Ah! Y mándame un mensaje cuando llegues a casa, así me quedo más tranquila. —Mi chica intentaba aparentar normalidad, pero sabía que ahora mismo estaba temblando por dentro. La conocía bien.

— Buenas noches y lo siento...

— No debes disculparte —empezó a decir ella, él intentó interrumpirla, pero Dalia volvió a retomar la oración—. No es culpa tuya. Soy yo que todavía tengo mucho por superar.

Dalia volvió a despedirse y se metió en casa. Paul no tardó mucho más en comenzar a andar en dirección a la suya. Todavía había tiempo. Ellos se equivocaban...

Aunque las palabras de Aiden eran certeras, Dalia había dicho que todavía le quedaban cosas por superar y no iba a abocarla a nada cuando aún no estaba preparada. No iba a unir los hilos, así tuviera que quedarme aquí. Solo mi chica iba a decidir cuando estaba lista para dejar el pasado atrás, dejarme.

Y no iba a dejar que nadie se interpusiera atragantándole a Paul. 

Almas entrelazadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora