-Nate-
No sabía dónde cojones estaba.
El último recuerdo que tenía era el de Dalia pidiéndome que no cogiera la moto.
Me reincorporé y miré a mí alrededor, pero no me sonaba nada. ¿Dónde carajo estaba?
Aunque parecía estar en un bosque, no pude ubicarlo en mi memoria. El dolor de cabeza fue a más, ¿había tenido un accidente? ¿No debería estar en un hospital?
― Me parece que ya es demasiado tarde para eso —contestó una voz que no parecía provenir de ningún lado.
― ¿Quién habla?
Una mujer apareció de la nada entre los árboles. Hice un esfuerzo para recordar si la había visto, pero eso solo intensificó el dolor de cabeza. ¿Qué me había pasado después de salir de la cafetería?
― Tuviste un accidente y moriste.
― ¿Me estás vacilando? ―Bufé ante las palabras de la desconocida.
― No suelo vacilar a mis espíritus, pero comprendo que es difícil de aceptar.
Me estaba jodiendo. ¿Difícil de aceptar? Una tía aparecía de la nada y me decía que había muerto. ¿Qué había que entender excepto que esa mujer se había escapado de un manicomio?
— No me crees... Es normal. —¿Cómo...? No, la mujer me estaba comiendo el coco y yo la dejaba—. Acompáñame.
La mujer comenzó a andar por un camino que antes no había visto. ¿En qué lugar de locos estaba? La seguí por unos minutos en completo silencio aunque estaba tenso a la espera de que mis amigos salieron por algún lado para decirme que todo era una jodida broma. Salimos del frondoso bosque y paramos delante del único elemento arquitectónico que había visto desde que me había despertado. Era una construcción octogonal que, aunque techada, cada pared tenía un gran arco que servía de puerta y lo único que había en su interior era una gran fuente.
Me quedé parado ahí fuera incapaz de entrar, ¿dónde me había llevado la loca esta? Su boca se convirtió en una fina línea, pero con un gesto me animó a entrar y a observar con detenimiento la fuente. Me agaché y me reincorporé con la misma rapidez, ahí no había nada, solo agua.
— Mira bien —me ordenó esta vez obligándome con su mano a tocar la superficie de la fuente, ante mis ojos, el agua se empezó a volver de un color gris y comenzaron a aparecer imágenes cada vez más nítidas hasta que reconocí a alguien, Dalia. ¿Estaba teniendo alucinaciones? Me esforcé para fijarme mejor, estaba llorando. ¿Por qué lloraba?—. Le acaban de notificar tu fallecimiento.
— ¿C-cómo? Es imposible. Estoy vivo, mírame.
— No, no lo estás. Moriste hace dos horas, han encontrado tu cadáver hace apenas treinta minutos y se lo acaban de notificar a tu novia.
La mujer seguía hablando, pero yo no era capaz de procesar sus palabras. ¿Muerto? Apenas tenía diecinueve años y ya está, se había acabado. Nada de un futuro mejor al que aspirar, ya no habría un mañana. No volvería a ver a mis amigos, ni decirle a Dalia que la quería, no tendría una familia, no iría a la universidad, ya no haría nada más... Estaba muerto, joder.
— Entonces todo acaba aquí. ¿Y esto qué es el purgatorio donde se decide si voy al cielo o al infierno? —Recurrí al humor, como siempre cuando algo me afectaba. Total, si había muerto, no iba a cambiar nada que pataleara o suplicara. Fin de la partida.
— No, me parece que es mucho más complicado para ti que eso.
¿Qué quería decir? Ella bufó. ¿Realmente leía el pensamiento?
— No existen almas buenas o malas, son nuestras decisiones las que dictaminan nuestro destino. Por lo que todas van a dar al mismo lugar pero, como he dicho antes, las cosas no son tan sencillas. Cuando la gente deja asuntos pendientes son incapaces de avanzar, —¿Por qué esto me parecía tan familiar? Ah sí, por Entre fantasmas. Si la mujer leyó mi pensamiento, pasó de él—, se quedan aquí hasta que estos son arreglados o si no es así, se quedan aquí por toda la eternidad.
— ¡Pero si aquí no hay nadie!
— ¿Estás seguro?
Su tono de voz era suave pero se notaba un tinte exasperado. ¡Que se jodiera! Yo era el que había muerto. Sin embargo, le hice caso y miré a nuestro alrededor. Donde antes solo había visto árboles, ahora, veía pequeñas siluetas que se movían sin ningún rumbo, como si no tuvieran nada que hacer, pero tampoco quisieran quedarse quietas. Una de ellos se paró y miró fijamente hacia nosotros, di un salto hacia atrás. ¿Qué era eso?
— Cuanto más tiempo pasas aquí menos humano te vuelves, tus rasgos se perfilan hasta que, cuando te mires en el agua, no haya nada en ti que reconozcas. Debes arreglar tus asuntos antes de que esa persona que te asustó no sea un reflejo tuyo. Ves a esa de allí, solo lleva ocho meses aquí. —Repetí el adverbio, estupefacto, como si ese tiempo fuera poco, la mujer se encogió de hombros—. Hay gente que lleva aquí centenares de años y muy pocos de ellos pueden resolver ya sus asuntos, lo más probable es que sean consumidos por la magia de este lugar y su alma sea absorbida por el árbol.
— ¿Qué pasa sin son consumidos?
— Entonces sí que desapareces para siempre —respondió con tono claro—. No habrá un cielo donde encontrarse con las almas de tus seres queridos, solo un doloroso vacío.
Así que los problemas no se acababan ni cuando morías. ¡Qué novedad! Ni con la muerte llegaba el final del sufrimiento, ahora, tenía que preocuparme por dejar bien cerrados todos mis asuntos pendientes, ¡genial! Fruncí el ceño, ¿cuáles podían ser?
— Muy bien pues, venga, dime que es lo que tengo que hacer para ganarme la entrada VIP al cielo o cómo se llame el sitio al que voy.
— Todavía tengo algo más que explicarte.
¿Aún había más? Quería acabar con todo lo antes posible. Tenía la sensación de que lo que seguía no me iba a hacer ni jodida gracia y mi intuición no me fallaba.
— ¿Conoces la leyenda del hilo rojo?
Pura mierda.
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Almas entrelazadas
FantasíaSarah Edgards ve fantasmas. No es una ilusión ni resultado de ningún gen raro familiar. Empezó a verlos después de morir y volver a la vida tras una operación. Pero todo eso no acaba aquí. Lo complicado está en el hecho de que una diosa (sí, una a...