-Sarah-
Vale.
Acababa de ver al fantasma de Nathan Walker y por su mirada no le hacía una pizca de gracia mi presencia allí. Y fue eso lo que me paralizó antes, su mirada. Ya había visto varios fantasmas desde la autoinvitación de la diosa a mi habitación, pero ninguno parecía tan vivo como este. Sus ojos lanzaban llamas, los ojos de los otros habían perdido su brillo, no tenían fuerza.
Esto me confirmó que se me presentaba una gran batalla por delante. Si ya era complicado habituarse a hacer de coach para un fantasma, que este fuese reacio a dejarse ayudar no iba a mejorar la cosa. Me vine abajo al entender que me iba a tocar a hacer toda la faena a mí, él no iba a poner de su parte. Y para entender a Nathan no había nadie mejor que su novia Dalia. Así que me armé de valor e ignorando la presencia del chico, empecé mi búsqueda de información:
— No quiero parecer metiche ni cotilla, pero podrías contarme cómo os conocisteis. —La chica se me quedó mirando sorprendida, intenté justificarme—. Es que Nathan siempre decía que había sido de película, pero nunca me contó nada.
Reconocía que podía sonar un poco acosador y nada natural la conversación, pero siempre había pensado que la forma directa era la mejor. «Excepto cuando se trata de hablar de fantasmas, ¿no?», maldita conciencia. Pues sí, si le decía a estos chicos que podía ver fantasmas podría ser directa, pero, también, iría de cabeza al psiquiátrico.
Concéntrate, Sarah.
La incertidumbre brillaba en los ojos de Dalia, la entendía. Era remover recuerdos de su chico que acababa de morir, pero era mejor dejarlos salir que ocultar. A los muertos, había que llorarlos. No encerrarlos en un baúl mental y olvidarte de él.
La chica necesitó varios segundos para coger fuerzas y empezar su relato.
— Estábamos en casa de mi primo, celebrando su cumpleaños. —Dalia empezó a reírse suavemente como si recordara algo gracioso—. Tuvo la loca idea de juntar a familia y amigos, una total locura. ¿No te parece?
— Sí. —Me percaté como había empezado a jugar con un mechón de su pelo, una forma de distraer y calmar la mente.
— Es más, recuerdo pasar toda la noche con los adultos y los amigos de mi primo en la otra punta del salón. No intercambié palabra con ninguno de ellos. Entonces tuve que ir al baño a la planta de arriba y una vez fuerza. Para el final de las escaleras, me choqué contra algo duro que me agarró antes de que cayera al suelo.
— ¿Era Nate? —Me reproché la pregunta obvia.
— Sí. —A Dalia se le escapó una pequeña sonrisa—. Me cogió entre sus brazos y me preguntó: «¿Tienes la costumbre de lanzarte a los brazos de amigos de tu primo?». En ese momento, no podía creer su caradura. Sin embargo, yo no me quedé atrás y le respondí que si él tenía por costumbre comportarse con un imbécil con desconocidos.
Guau. Nunca esperé esa alma de guerrera en alguien como Dalia, sabía que no debía guiarme por la apariencia. Pero había personas con las que te salía el instinto de protección y esta chica era de esas. Aunque había demostrado con la historia que no necesitaba de nadie para defenderse.
Dalia, perdida en los recuerdos, dejó de hablar.
— ¿Y qué pasó después? —la insté a continuar.
— Él dijo: «Me temo que me pongo nervioso cuando solo quedan unos minutos para que acabe el partido y tengo a la Snitch delante». Recuerdo pensar que el chico estaba completamente loco y me eché a reír en su cara. Al principio se quedó callado, pero luego él también se echó a reír. Le dije que volviese con sus amigos y me dejara pasar.
— ¿Y...? —Si la cosa se hubiera acabado ahí, no habrían sido pareja.
— «Yo prefiero ir directamente a por la Snitch, no me gusta perder tiempo».
«Sarah, si unos fantasmas no han podido volverte loca, no lo hará el inicio del romance de estos dos». En serio, lo único de la historia que me había quedado claro era que Nathan debía ser un gran fanático de Harry Potter para utilizarlo de referencia para sus piropos o intentos de tirar la caña.
— «Entonces tendrás que ser rápido», le dije. —Dalia continuaba la historia sin percatarse de mi desconcierto, pero pude ver como su mirada se enturbió. Me atreví a levantar la mirada para buscar al segundo protagonista de esta historia, pero no tuve que buscar demasiado, Nate se encontraba en uno de los extremos de la mesa—. No supe más de él durante toda la noche, hasta que al subirme al coche de mis padres noté en la chaqueta un papel arrugado con su número de teléfono y una pregunta.
— ¿Qué pregunta? —Logré pronunciar sin dejar de mirar la figura del chico quien no quitaba ojo de la mesa.
— ¿He sido lo suficientemente rápido?
Esta vez no fue la chica quien habló, sino Nathan quien después de lanzar una última mirada a la morena, desapareció ante mis ojos.
Visto así en perspectiva poco tenía de película romanticona, pero de común también tenía poco. Aunque, bueno, lo importante era lo que significaba para ellos, ¿no?
La realidad me cayó como un peso muerto sobre mí. Acababa de hacer revivir a una chica como había conocido a su novio muerto en su «funeral», el padre George estaría muy orgulloso de mí. Y, después este les diría a mis padres que su hija llevaba al demonio dentro por afirmar que una diosa, no dios, había venido a decirme que tenía la tarea de ayudar a un fantasma. En fin, era una mierda de persona.
— Y así empezó a todo —concluyó Dalia con una tristeza que se reflejaba tanto en sus ojos como en su sonrisa.
Todo. Una relación de varios meses que concluía con una muerte trágica, la vida daba asco. Realmente me daba pena Nathan, pero no podía dejarlo estar. Debía ayudarle y ayudarme a la vez, podía sonar egoísta. Quizá lo era. Pero si una diosa decía que lo mejor para él era avanzar, sería así, ¿no?
Tenía tantas dudas. ¿Estaba bien obligar al chico a hacer algo que obviamente no quería? ¿Por qué Melinda Gordon no tenía estas dudas? Ella lo tenía claro.
Y para empeorar la cosa...
— Bueno, ahora cuéntame tú cómo os conocisteis.
«GENIAL».
Era la hora de improvisación. Neuronas a trabajar.
Por debajo de la mesa, crucé los dedos rezando porque todo saliera bien.
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Almas entrelazadas
FantasySarah Edgards ve fantasmas. No es una ilusión ni resultado de ningún gen raro familiar. Empezó a verlos después de morir y volver a la vida tras una operación. Pero todo eso no acaba aquí. Lo complicado está en el hecho de que una diosa (sí, una a...