Capítulo 27

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-Sarah-


No iba a mentir, no era una inexperta total, pero tampoco habría ganado una medalla de oro dando besos. Por lo que, aunque yo di el pistoletazo de salida, dejé a Kay tomar el control después de varios segundos. Era un ritmo lento pero intenso. Sus manos, en el momento en que nuestros labios hicieron contacto, se deslizaron hasta mi cintura y me apretaron contra él. Notaba cada respiración, cada suspiro. Algo dentro de mí empezó a crecer, un calor que me abrasaba, me derretía por dentro. Era aterrador e increíble al mismo tiempo.

Seguí explorando, no podía evitarlo.

Mis manos temblorosas fueron ascendiendo hasta colocarse en su cuello, estiré la punta de mis dedos para enredarlos en su cabello. Me gustaba su suavidad, el tacto de su pelo entre mis dedos. Sus labios apresaban tanto los míos que parecían querer dejar su huella impresa, como si alguna vez fuera a olvidar este momento. Noté como Kay sonreía en mitad de nuestro beso, lo cual aumentó esa calidez dentro de mí. ¿Lo estaba haciendo bien? Desconecté esa vocecita molesta de mi cabeza. Solo quería sentir al máximo a Kay, dejarme arrastrar por lo que me provocaba su contacto. Me acerqué a él los pocos centímetros que nos separaban, cuerpo contra cuerpo.

Nuestras respiraciones alteradas y el latir de mi corazón eran los únicos capaces de registrar mis oídos, el resto había desaparecido. Finalmente, nos separamos. ¿Cuándo había empezado a hacer tanto calor?

— Buah. Me parece que soy un chico muy fácil.

— ¡¿Qué?! —Mi mente no parecía estar dispuesta a trabajar, todavía intentaba recuperarse del beso. Aunque yo no era la única afectada, a Kay parecía costarle encontrar las palabras.

— Que doy todo en la segunda cita. Debería haberme hecho el difícil, ya he perdido todo el aire de misterio.

Iba a matarlo, pero así era Kay. Así era el tipo que revolucionaba mis hormonas, y así era cómo me gustaba. Y por esa razón, me apetecía seguirle el juego porque a eso podíamos jugar los dos.

— No digas eso, cielo. Soy yo quien ha violado tu honor. Si hay consecuencias, las afrontaremos juntos. Me haré cargo.

— Más te vale. ¿Cómo voy a mirar a mis padres a la cara? Me has robado la inocencia, ya no soy puro.

Negué con la cabeza rodando los ojos a la vez. Era imposible. Tenía cada ocurrencia, ¿alguna vez le ganaría? Cogí el móvil para ver si mi hermana me había mandado algo, pero no había nada. Aproveché para mirar la hora, habíamos perdido ya bastante tiempo. Su momento drama pasó y su tono cambió a uno más profundo, sensual.

— Por cierto, no te he dicho nada de lo bien que te queda ese conjunto.

— Gracias. Tú también estás muy guapo...

— Sarah, yo no estoy guapo. Soy. Guapo. —Y vuelta a empezar.

— Y creído, ¿no?

— Ese es mi tercer nombre.

Suspiré y comencé a andar con la intención de meterme en el coche. Escuché a Kay llamarme y unos pasos detrás de mí. Me puso las manos en la cintura y sin darme la vuelta, se acercó muy sigilosamente.

— ¿Adónde vamos? —me susurró en la oreja despacio.

— No sé si decírtelo. No quiero que pienses que quiero manchar más tu honor y todo eso. No me lo perdonaría... —Como castigo, Kay me sopló en la oreja haciéndome cosquillas—. Vale, vale. Vamos a mi casa, pero no te hagas ideas extrañas. Vamos a ver una peli y luego para tu casa.

— Tus padres...

— Están de viaje. Vuelven esta noche.

Kay asintió y desbloqueó las puertas del coche. Para mi sorpresa, no estaba nerviosa por lo sucedido antes. No había rastro de incomodidad en el coche, es más, nos pasamos el trayecto hablando de chorradas, pero también de aquellas que nos afectaban más. Hablamos de April y de Nathan, de nuestros padres, del futuro, de todo y nada.

Simplemente, hablábamos.

**********

Perdimos otra media hora solo para llegar a mi casa, y mientras él avisaba a su madre de que iba a tardar en llegar, yo llamé a mi hermana para preguntarle si nuestros padres le habían dicho a qué hora pasarían por ella. Me dijo que la llamarían cuando faltasen cinco minutos, le pedí que me avisara inmediatamente. Me preguntó si Kay estaba ahí con tono socarrón, ¿qué hice yo? Despedirme, decirle que la quería y colgar.

Las risas y los comentarios los aguantaría en casa cuando él no estuviera aquí.

Kay se quedó mirando la casa como si dentro hubiera un dementor esperando para absorberle el alma. Viendo que no se movía, lo cogí de la mano y lo empujé dentro. No pensaba desperdiciar el poco tiempo que teníamos. Me dejé caer en el sofá y él hizo lo mismo.

— Todavía espero que tu padre aparezca por una puerta para matarme.

— No te preocupes, mi padre no podría matar a nadie —Kay me miró como si le hubiera abierto las puertas al cielo—. Él es más de contratar a alguien y pagar.

Kay se rascó la oreja y soltó una risita que me puso los pelos de punta. Eso no era bueno. Iba a levantarme con la intención de huir, pero no fui lo suficientemente rápida o ágil. Me agarró por detrás y me lanzó al sofá.

— Ahora vas a sufrir el peor castigo de todos —dijo con la voz más tétrica que le había oído mientras intentaba que yo no me escapara—. Cosquillas.

Pero el castigo duró poco porque antes de que llegara a tocarme, mi móvil vibró. Lo abrí rápidamente.

Amy: Ya están aquí.

Genial. Ya podía haberme avisado con tiempo.

Kay estaba encima de mí, ¿cuándo se había subido? Daba igual, solo hizo falta una palabra clave para que se quitara inmediatamente y esa era 'padres'. Intenté peinarme lo mejor que pude mirando mi reflejo en la televisión, le ordené a Kay que pusiera la funda del sofá de manera decente y comprobé que todo estuviera bien. Escuché ruido detrás de la puerta, me acerqué a él, le di un pico y lo lancé al sofá.

Esperé pacientemente con el corazón en un puño a oír el timbre, cogí aire y abrí. Iba a ser una explicación complicada.

Todos venían sonrientes, pero la sonrisa de papá desapareció al ver a mi acompañante. Mi madre se mostró sorprendida, ninguno de los dos dijo nada. Amy aprovechando la estupefacción de nuestros padres, se erigió como la voz de la autoridad.

— ¿Te quedas a cenar, no? —Kay no sabía qué decir, alternaba su mirada entre mi hermana y mi padre que cada vez se ponía más rojo—. Hombre, no me puedes decir que no. Ya es hora que sepamos con quien está saliendo mi hermana y te advierto que si no pasas mi ITV te voy a hacer la vida imposible.

— ¡Amy! —dijimos todos menos Kay, que la miraba estupefacto. Pareció recuperarse.

— ¿Sabes, pequeña? —Se agachó a la altura de Amy—. No voy a pasarla, voy a arrasarla.

Mi hermana cambió su cara silenciosa por una inocente. El muy tonto había caído en su trampa.

— Perfecto. Entonces te quedas a cenar.

— P-pero... —Le dije que lo dejara—. S-si yo no he dicho nada de eso...

— Lo sé, pero has entrado a la boca del lobo y te has metido tú solito. Espero que te guste la pizza. —Lo empujé dirección a la cocina—. Kay, has perdido contra una niña de nueve años, acéptalo.

Mi padre seguía en la puerta y miraba con mala cara a Kay.

Iba a ser una noche muuuy larga. 

Almas entrelazadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora