-Nate-
No, ese no podía ser el alma gemela de Dalia.
Lo miraba dormir en la camilla, tenía el brazo lleno de vendas y le habían puesto un cabestrillo. No parecía haberse hecho mucho daño en las costillas, no llevaba puestas vendas y lo único esperpéntico era el estado de la rodilla que, aunque curada, dolía solo de verla.
Su padre se había quedado por la noche con él, este se encontraba en la punta de la habitación hablando con alguien para contarle el diagnóstico. Una fractura cerrada, contusiones en el pecho y una raspada en la rodilla, vamos, que el chico no se iba a morir.
Me acerqué para observarlo mejor. No era feo, pero se encontraba muy lejos de ser un sex symbol. Su piel era normal, su pelo era marrón y si recodaba bien, sus ojos tenían el mismo color ordinario que su cabellera. No estaba gordo, pero tampoco parecía dedicarle muchas horas al gimnasio. ¿La normalidad era atractiva? Una gran pregunta.
Me incorporé y lo miré desde la altura. ¿Así que este era con el que representaba que mi chica iba a tener su vivieron felices y comieron perdices? El viento tiró algo de la mesita, una tarjeta. Me incliné para leerla: Gracias, eres mi héroe. Reconocí la caligrafía de un niño de cinco años y supe quien debía ser el propietario de esa pintoresca letra; el vecino de Dalia. ¿Por qué no me sorprendía? Dalia se merecía alguien capaz de hacerse daño para evitar hacérselo a un niño no a un inconsciente que corría hacia el peligro.
Esa certeza dolía. Tenía la intención de irme cuando reconocí esa forma de andar, atravesé la puerta y ahí estaba, Dalia. Había venido a verlo, sonreí, esa era mi chica preocupándose por todos. ¿Pero para ella Paul era distinto o era como todos los demás? Me quedé tan absorto mirándola que no me dio tiempo a evitar que me atravesara, tuvo un escalofrío. Era algo que había descubierto a los pocos días de morir, atravesar a un fantasma suponía para los vivos un escalofrío. Esa idea me heló la sangre, ¿cuántas veces había tenido un escalofrío salido de la nada? Demasiadas para contarlas, así que no me había hecho mucha gracia descubrir su significado.
Dalia estaba a punto de picar cuando su móvil empezó a vibrar advirtiéndole de una llamada.
— Sí, sí. Ahora voy para casa. Seguro que no es nada, ya sabes cómo es la tía Gwen, hace de un resfriado la peste negra.
Miró dudosa la puerta, pero, al final, decidió marcharse.
Quizá todavía no estaba todo dicho.
**********
Tal vez Sarah pensara que con saber quién era Paul, el trabajo ya estaba hecho. Pero se equivocaba profundamente. Yo no pensaba ayudarlos a unirse y no iba a dejar que ella lo hiciera, si estaban de verdad predestinados a estar juntos lo harían, pero no recibirían ninguna ayuda.
Tenía pensado decirle todo eso, pero cuando llegué a su casa me encontré a mi amiga Julie que miraba indecisa el timbre. ¿A qué había venido?
Escuché ruido y supe que me faltaba poco para averiguarlo. La puerta se abrió y me dejó ver a una Sarah muy sorprendida por ver a Julie, aunque se puso más seria cuando me vio.
— Hola, Julie, ¿no? —Mi mirada decía '¿en serio?' y ella hizo de todo para no reírse, se le escapó una sonrisa.
— Sí. La verdad es que no sé muy bien por qué he venido.
— Bueno, pues te apetece entrar o prefieres que nos quedemos en el jardín.
Mi amiga murmuró el jardín y Sarah asintió guiándola al patio trasero. La verdad es que tenían un jardín bien cuidado adornado con unos sofás y un columpio, era muy idílico. Otra vida muy alejada de la mía.
Mi amiga empezó a columpiarse mientras Sarah prefirió mantenerse quieta.
— Sabes, no me sorprendió que Nate no le contase a nadie que te conocía. Eso de ir superhéroe no era la suyo y te defendí ante Dalia. Dije para qué alguien va a mentir sobre eso justo ahora y, pum, de repente, conoces a la ex de Karla. Otra conexión, pero me dije todo es una maldita coincidencia. Y, ahora que Kay muestra interés por ti, pienso si Dalia tenía razón diciendo que venías caída del cielo. Así que te lo voy a preguntar, ¿has utilizado a Nate para acercarte a Kay?
El dolor impregnaba cada una de sus palabras. Utilizó su melena rubia para cubrir su cara agachando la cabeza, Sarah le dejó recomponerse y esperó que Julie volviera a mostrar su cara. Supuse que querría hablarle mirándole a los ojos.
— ¿La verdad?
— Toda —afirmó mi amiga sin ninguna duda.
— No, no he utilizado a Nate para acercarme a Kay. —«Más bien al revés, ¿no?», pensé—. Pensé que podía ayudar a Nathan como él podía ayudarme a mí, pero parece ser que me equivocaba. Cada vez que he intentado ayudarle, él me ha dado, bueno, me dio un portazo en la cara. Pero eso no importa, él ya no está aquí y esos remordimientos no me van a frenar mucho más. La vida avanza.
— Entonces lo tuyo con Kay...
— Totalmente inesperado —acabó la pelirroja— y no muy acertado a tus ojos al parecer. Pero el hecho es que me gusta y si él quiere seguir viéndome, seguiremos viéndonos.
Julie se tomó su tiempo para continuar la conversación, pareció pensárselo mucho, pero finalmente sonrió y dijo:
— Me caes bien. Karla dijo que tenías un par de ovarios y no se equivocaba. ¿Podemos empezar de nuevo?
— Pues claro. —Me puse de pie y le extendí la mano—. Encantada, soy Sarah Edgard.
— Y yo, Julie White. Creo que tenemos un par de conocidos en común.
Ambas se echaron a reír mientras se daban la mano.
Y otro de mis amigos que la pelirroja conseguía meterse en el bolsillo.
Solo faltaba Dalia. ¿Caería en sus redes?
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Almas entrelazadas
FantastikSarah Edgards ve fantasmas. No es una ilusión ni resultado de ningún gen raro familiar. Empezó a verlos después de morir y volver a la vida tras una operación. Pero todo eso no acaba aquí. Lo complicado está en el hecho de que una diosa (sí, una a...