-Sarah-
No me habían castigado, por esta vez.
Supongo que mi circunstancia anterior los hacía más tolerantes, pero no mucho más. Si existía una próxima vez, ya me podía despedir de mi portátil y de mis salidas. ¡Cómo si yo saliera de fiesta cada día! Por otra parte, me advirtieron que April había venido a verme y que volvería mañana para verme. Genial. April y yo habíamos sido buenas amigas hasta que mis entradas en el hospital se habían vuelto cada vez más frecuentes, entonces, nuestras quedadas fueron disminuyendo. No entendía a qué venía esta prisa por verme.
Sin embargo, lo importante era que después de una bronca de narices por parte de mi madre y una regañina más calmada de mi padre, pude llegar a mi cuarto para así poder reflexionar sobre la información que me había dado Amaya.
Desplegué en mi cama toda la información que tenía sobre Nathan y me senté observándola. Su madre había muerto cuando tenía cuatro años, se había criado con un padrastro que no parecía que fuera a ganar la medalla al mejor padre en su vida y había muerto con tan solo diecinueve años. Para más inri, la muerte no le había dado el descanso que prometía. El destino se había cebado pero bien con Nathan.
Abrí el portátil y en la pantalla apareció una foto tomada dos semanas atrás en la que aparecían: Nathan, Dalia, Kay y Julie. Todavía faltaba una de sus amigas, Karla. Se les veía felices. Nathan agarraba por la cintura a Dalia, Kay hacía el gesto de llorar más dramático que había visto y Julie intentaba darle una colleja al gracioso. Deduje que quien hizo la foto fue Karla. Esos cinco parecían inseparables.
Seguí mirando fotos de ellos cuando Morfeo decidió que era mi hora de dormir.
**********
Mi hermana me despertó aporreando mi puerta.
— ¡Sarah, levanta! —gruñí como respuesta—. ¡No hagas que venga mamá o papá!
— Que sí, que sí.... Ahora me levanto.
— Vaaale. Arréglate, que salimos todos. —Fruncí el ceño extrañada—. ¡Date prisa! O me comeré todos los gofres.
— ¡Espera, Amy! ¿Adónde vamos?
Mi hermana no me respondió; ya estaría devorando algún gofre. Debía darme prisa si quería encontrar en la mesa algo para desayunar antes de que Amy arrasase con todo.
En tiempo récord, estuve lista y logré hacerme con un par de gofres. Mientras los demás se alistaban, aproveché para repetir mi anterior pregunta y esta vez obtuve respuesta. Íbamos a pasear en familia. ¿Alguien era capaz a parte de mí de ver la ironía? Una salida familiar después de la bronca monumental de anoche. En fin, nadie tenía una familia normal, ¿no?
Mis padres dijeron de dar una vuelta por el centro y Amy estaba encantada con la propuesta, ahí estaba su heladería favorita. Todos sabíamos que por mucho que mis padres lo negasen mi hermana no se iría sin probar su helado favorito. Beneficios de ser la pequeña de la casa.
Habíamos entrado ya en varias tiendas cuando mis padres fueron al cajero para sacar dinero y Amy los seguía detrás, yo preferí quedarme atrás sentada en un banco viendo pasar a la gente. Personas que conocían mi historia pero que muy pocos serían capaces de reconocerme, era irónico. «La ironía se pone de moda en mi vida», pensé esbozando una mueca.
Saqué mi móvil y miré la hora. Las once, genial. Eso significaba que todavía me quedaban dos horas dando vueltas sin sentido, «¡yupi!».
— ¡Oye, tú! —Levanté la mirada por inercia y me puse recta al ver que la chica se refería a mí, no reconocí la voz pero cuando se acercó, lo vi. Era Karla, la amiga de Nathan.
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Almas entrelazadas
FantasySarah Edgards ve fantasmas. No es una ilusión ni resultado de ningún gen raro familiar. Empezó a verlos después de morir y volver a la vida tras una operación. Pero todo eso no acaba aquí. Lo complicado está en el hecho de que una diosa (sí, una a...