Capítulo 18 | Pinky promise.

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Ellery🌷

Normalmente no suelo pensar en mis inseguridades muy a menudo, al contrario, las evito lo mejor que puedo. Imagino que las encierro en una caja fuerte de vibranium y me olvido de ellas. En vez de resaltar mis defectos en el espejo, destaco lo que más me gusta; como mi nariz, mis labios, mis cejas tupidas y el color de mis ojos, también la forma de mi rostro y lo largo de mi cabello.

Pero hay días, como hoy, en los que ni el metal más poderoso del mundo —según The Avengers— ni siquiera es capaz de contenerlas. Hoy me veo en el espejo y no me gusta lo que veo. Lo odio. Odio lo que viene con esto, el sentimiento de insuficiencia. Sé que suena superficial no sentirme suficiente porque no me siento bonita, como si valiera más o menos por mi físico, pero es… complicado. Es como si otra persona ocupara mi cuerpo. No me siento como yo.

Sé que muchas personas lidian con sus inseguridades a diario, que tienen problemas más serios que los míos, pero eso no me hace sentir jodidamente mejor. No es una competencia de quien la está pasando peor. Simplemente tú tienes tus días malos y yo también. Es un asco, pero así es.

Suspiro, viendo las ojeras bajo mis ojos por haberme dormido ya de madrugada y hago una mueca.

—Eres preciosa, pedazo de mierda —le digo con severidad a mi reflejo—. Y tú físico no define tu valía. Así que déjate de disparates y vístete que se te hace tarde.

Mi prima Jane siempre dice que la mejor forma de sentirte bien si tienes un mal día, es lucir todo lo contrario a como te sientes. Y yo me siento como una basura, por lo que tengo que vestirme como una radiante flor en plena primavera.

¿Cómo rayos hago eso?

Paso un gancho detrás de otro, buscando que carajos me hará lucir como una flor en plena primavera. Aquel top azul pastel que todavía no he estrenado me hace ojitos cuando lo miro, así que lo tomo junto a un pantalón de tiro alto en color blanco que me queda flojo de las piernas y mis tenis del mismo color. Cuando me miro en espejo de cuerpo completo asiento, viéndome desde todos los ángulos hasta decidir que me veo bien. Maquillo mi rostro con corrector para mis orejas, rubor para mis mejillas, máscara para mis pestañas y un labial rosita. Quisiera hacer más, pero para esto me dan mis habilidades.

Me miro en el espejo, y aunque me veo mejor sin las ojeras y las marcas de almohada, no es suficiente. Mi vista viaja sobre mi cómoda hasta posarse en la corona de flores que me obsequió Noah y me la coloco, con mi cabello rozando mis caderas me veo como una jodida princesa. Y lo decido, la corona eleva mi ánimo. Probablemente me miren raro en el instituto, pero me vale mierda. Solo yo sé cómo me siento hoy, no es como si lo fueran a entender. Me echo perfume en prácticamente todo el cuerpo y me cuelgo la mochila al hombro justo cuando suena el claxon del auto de Noah.

Observo por última vez mi reflejo y sonrío. Aún quiero regresar a la cama y envolverme como un burrito, pero mi reflejo ya no me desagrada tanto.

Sí, puede que Jane tenga algo de razón.

Bajo las escaleras con un poco más de ánimo, dirigiéndome con rapidez a la cocina para tomar al menos una manzana del refrigerador.

—Noah ya está afuera —avisa Roger, hojeando el periódico con una taza de café al lado.

—Voy en un segundo —murmuro, tomando la fruta que buscaba—. ¿Y mamá? —Me apresuro al lavaplatos y abro el grifo, lavando rápidamente la fruta.

—Fue a llevar a Cody al jardín —responde, dándole un sorbo a su taza—. Y no quiso que fuera con ella. —Se escucha enfurruñado por eso último y sonrío.

—Ve a descansar, papá. —Beso con rapidez su mejilla y salgo pitando al segundo toque del claxon.

—¡Que tengas buen día, hija! —Esa última palabra calienta mi corazón.

Los mejores amigos no se besan (Nueva Versión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora