Capítulo 28| No estás solo

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Noah🫀

—Papá —llamo, asomando la cabeza por la puerta.

Él alza la cabeza ante mi voz y me hace un ademán para que pase. Mi corazón late ansioso mientras cierro la puerta detrás de mí y me dirijo hacia la silla frente a su escritorio. El cuero del asiento rechina contra mis pantalones, la temperatura aquí es más fría que en otras áreas de la casa y el olor a madera destaca. El gran escritorio de caoba ocupa gran parte del espacio, estanterías del mismo material se encuentran colmadas de libros, tanto de clásicos como relacionados a su trabajo. El gran ventanal tras él que da paso a un pequeño balcón que le da una bonita vista de nuestro barrio. En las paredes relucen sus diplomas, y pequeñas repisas con los reconocimientos que ha recibido a lo largo de los años. Los colores caoba, detalles en dorado y negro dominan la estancia.

—Justo contigo quería hablar —dice, dándome una pequeña sonrisa de alivio y me enseña unos papeles con datos de la empresa—. Tenemos un nuevo cliente. Es de una editorial y nos han contratado para un comercial. Está dirigido especialmente a los chicos de tu edad, por lo que me ayudaría mucho saber lo que le gusta a los chicos de hoy en día.

—Cuenta conmigo —asiento—. Y con Ellery también, los libros son totalmente lo suyo. Ella te podría ayudar más que yo.

Él asiente, satisfecho.

—¿Cómo está Ellery? —Inquiere con una sonrisa melancólica—. La vi hace un par de semanas. Está muy bonita.

—Ella está bien —sonrío.

—¿Y ya te confesaste o sigues en la zona de amigos? Sé que es difícil dar el paso, pero no es saludable ser su amigo cuando quieres algo más. ¿Qué pasará cuando conozca a un chico?

Lo miro extrañado y cruzo los brazos.

—¿Tú cómo sabes que me gusta Ellery?

Él ríe. Él. Jodidamente. Se. Ríe.

—La pregunta sería como no lo sabría —se limpia una pequeña lágrima, aun riendo—. Eres mi hijo, lo supe desde la primera vez que la trajiste a casa. Solo la mirabas a ella e ibas a donde ella fuera. Por Dios, Noah, preferiste perder un año por quedarte en el mismo salón que ella. Si eso no es amor, no sé qué es.

—Es mi novia ahora.

Sus ojos oscuros se abren sorprendidos y sonríe en grande.

—¡Ese es mi muchacho! —Me tiende el puño y suelto una risa, chocándolo—. Tienes que invitarla a cenar. A Diana le encantará.

—Sí… a Elle también.

—¿Qué te parece si vamos de acampada uno de estos días? He estado muy perdido en el trabajo, pero no quiero que nos convirtamos en extraños. Un fin de semana de padre e hijo sería bueno para los dos, ¿qué opinas?

—Eso sería genial —digo, sincero.

—Genial. Hablaré con Grace —esa es su secretaria—, para que me despeje un poco la agenda.

Asiento.

—¿Crees que estarás libre para la próxima semana? —Ansioso, escondo las manos en el bolsillo de mi sudadera.

—¿Por qué? —No me mira, volviendo su atención a los papeles sobre su escritorio al tiempo que teclea en la computadora.

—Se aproxima un partido. Me gustaría que estuvieras ahí.

Su atención vuelve a mí, y el aire ligero y fácil que había entre los dos, se esfuma. La habitación de pronto se vuelve más fría.

—¿Qué tal las clases? —Eleva la ceja.

Los mejores amigos no se besan (Nueva Versión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora