Capítulo 29

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Todos sus sentidos estaban alertas. Desde lo ocurrido en las duchas siempre lo estaba pero cuando se trataba de lugares como el patio a donde los sacaban supuestamente a coger sol — mismo si de sol no recibían nada y la espesa nieve blanca llenaba el lugar — o al comedor como en ese momento a comer, sus sentidos se intensificaban.

Donde todos los reos se reunían, siempre había bullicio y altas posibilidades de que cualquier cosa ocurriese ya que, cualquier grupo pasaba y te apuñalaba sin que nadie se enterase antes de verte desangrar. No había posibilidades de filtrar las conversaciones y estar pendiente de una persona específica, habían muchos alrededor y era obligatorio cubrir cada lado, especialmente las espalda.

El lugar seguía teniendo ese aspecto antiguo que los presidios de la guerra tenían, carente de buena iluminación y de otras tantas cosas. Se reunían en los típicos grupos carcelarios alrededor de las mesas. La fracción coreana era la más dividida pues al ser los anfitriones el número de reclusos era mayor. Los grupos asiáticos eran los más grandes separados por países, los chinos, japoneses, tailandeses y otros más pequeños. Los norteamericanos donde había una mezcla de canadienses con estadounidenses y europeos. Si bien estos grupos eran mucho más pequeños, no dejaban de ser peligrosos, cada individuo confinado a esa prisión era de temer.

Caminaba con su bandeja en donde no podía diferenciar muy bien su contenido porque todo se veía horrible. Buscaba el sitio más solitarios para sentarse, no quería mezclarse o estar rodeado de personas desconocidas que podían atacarlo en cualquier momento. Vio a alguien que parecía estar haciéndole señas y se percató que se trataba del convicto que estaba en la celda continua a la suya, mismo que lo saludó y advirtió del peligro en las bañeras. Asintió en su dirección un un mudo agradecimiento por lo que había hecho y se sentó en la última mesa pegada a las paredes del fondo y lateral derecha.

Miró las letras escritas en la pared donde resaltaba "Disparos sin aviso de ser requerido." Aquello se sentía como un matadero en los que ellos eran los animales principales, chasqueó levemente su lengua y removió la comida esperando que no contuviera insectos o veneno alguno, nunca se sabía lo que podía ocurrir. No era su primera comida en el comedor pero sentía que cada vez era peor lo que fuera que les cocinaran. Con una cuchara cogió aquella pasta blanca sin saber si era gachas, arroz simple o avena, viendo como esta se quedaba pegada en el utensilio aún cuando lo movía en el aire.

Para muchos él seguía siendo el nuevo, por eso el debate sobre su persona y las miradas no cesaban, menos luego de lo ocurrido por lo que las ignoraba aunque estuviese al pendiente de cualquier movimiento extraño. Los vellos de su cuerpo se sublevaron anticipando algo negativo que lo hizo alzar la mirada, a lo lejos vio como el sujeto que le advirtió del ataque la otra vez se ponía en pie mirando fijamente en su dirección. Miró hacia el otro lado y notó un grupo de hombres, que caminaban hacia él. Tres para ser exactos, entre los que se destacaba uno que era evidentemente el líder o eso le pareció.

El sujeto debía estar sobre los cuarenta años pero continuaba robusto, estaba lleno de tatuajes y en su sonrisa divisaba dos muelas de oro. Etnia asiática, evidentemente coreano y de gran estatura con músculos prominentes y cara de pocos amigos. Un extraño silencio llenó el lugar dando un contraste muy fuerte al compararse con el bullicio que hasta ese momento llenaba el comedor. Los guardias que estaban supuesto a cuidar y mantener el orden se reían y daban la mano como si estuviesen haciendo sus apuestas en un hipódromo.

Permaneció en su asiento consciente como todos los observaban, no tenía que hacer cálculos amplios para saber de qué se trataba. Una pálida mano con una calavera tras barrotes dibujada en el dorso de la misma bordeaba la superficie de su mesa. Levantó levemente la vista para encontrarse con el cuerpo del sujeto mientras este tomaba asiento frente a él. Sus miradas se cruzaron y pudo ver no solo la rabia sino diversión que cruzaba por la cara del contrario mientras que la suya no dejaba entrever nada porque ciertamente, no estaba pensando en nada.

LiquidatorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora