EN EL CONSULTORIOInu no irrumpe molesto en el consultorio de Inuyasha y al verlo que sigue tramado de la bata de Sesshomaru, lo agarra por los hombros con brusquedad y jala de él.
— ¿Pero qué demonios les pasa? ¡Se han vuelto locos!
Naraku, quien también había entrado se quedó en silencio observando la escena, no tenía nada qué opinar. Era un problema familiar.
— ¡Es él! — brama Inuyasha encolerizado mientras que Sesshomaru se acomoda la bata con movimientos lentos, como siempre él, tan relajado.
— ¿Qué fue lo que pasó Sesshomaru? — pregunta el mayor de los Taisho. El nombrado se acomoda su larga cabellera plateada antes de contestar.
— Esta mañana me tocó realizar una intervención quirúrgica y tu maravilloso hijo aún no había llegado. Entré aquí para saber los motivos y supongo que ya te imaginarás cuál fue su respuesta.— Dime Inuyasha — exige Inu no. Inuyasha se mueve de un lado para otro y sabe que no es grato que ignore la pregunta de su padre.
— Llevé al cine a mí mujer y al regresar tomé mucho y me quedé dormido ¿Ya? ¿Satisfechos?
Sesshomaru obviamente no pasó desapercibido el "mí" de Inuyasha, como siempre el cabron... Kagome no es objeto de nadie. Sin embargo, también estaba la clara mentira que arrojó el menor. Mentía, por supuesto que sí y Sesshomaru lo sabía, lo sabía porque había sido él quien cuidó de la morena después de que ella quedó inconsciente.
Pero ¿Qué haría Inuyasha si lo supiera? Sin querer Sesshomaru esbozó una pequeña sonrisa al recordar el rostro apacible de la chica.
Inu no se frotó el puente de la nariz, cerró y abrió los ojos para luego hablar.
— Sesshomaru, hablaremos en mi consultorio.
Sesshomaru asintió y se marchó sin mediar palabra.
EN LA CAFETERÍA
Kagome se prepara para un turno más. Se viste con el uniforme y se ata el cabello en una coleta alta. Sango tendrá la tarde libre por lo cual le toca compartir el turno con Yura, la exhuberante pelicorta de ojos carmesí. Al salir de el cuarto de servicio, se encuentra con ella y ambas sonríen.
— Vaya, luces... Diferente.
Kagome frunce el ceño ante el extraño halago de su amiga.
— ¿Diferente? ¿A qué te refieres?
— Emmm pues no lo sé, estás como más radiante, más alegre por decirlo así.
¿Realmente lo estaba? Kagome guardó silencio y se dispuso a colocar los nuevos manteles sobre las mesas y a trapear el piso. Quizá Yura tenía razón aunque no creía que fuese posible que se notara.
No fue una confesión certera pero, por lo menos había logrado decir un poco de aquello que la vivía atormentado siempre que Inuyasha la hacía suya.
Kagome siempre se preguntaba qué hubiera pasado si en vez de aceptar a Inuyasha esa noche, hubiera seguido a Sesshomaru. Porque sí, esa noche la morena lo había visto salir de la casa con rumbo hacia el parqueo, sin embargo, la cobardía pudo más y desistió.
— Yura.
— Dime.
— Conoces a Sesshomaru verdad, mi cuñado.
— por supuesto que sí — contesta con evidente emoción la pelicorta — cómo no lo voy a conocer si es un papucho, tallado por los mismos dioses. Sería estúpida la mujer que rehúse a echarse unos cuantos tacos de ojos con él.
— Anoche estuvo conmigo en el apartamento — confiesa sonrojada.
— ¿¡Qué!? ¡Joder Kagome!
La pelicorta lanzó sobre una mesa el trapo con el cual limpiaba las ventanas y jaló a Kagome de una mano para sentarla en una silla. La morena sonrojada se arrepintió de haber abierto la boca.
— ¿Te acostaste con Sesshomaru?
- ¿Eh? Por supuesto que no. Inuyasha había salido y me sentí muy sola. Comencé a tomar y parece que en mi estado atilico lo he llamado.
—¿ Pero llegó?
— Si, en menos de media hora ya estaba en mi apartamento.
Yura en silencio maquinaba sus propias conjeturas.
— Creo que tú le gustas.
— ¡No! No, eso no puede ser. Seguramente solo es cariño ¡Soy su cuñada!
— ¿Y?
— ¿Cómo que y,Yura? Amo a Inuyasha, es mi esposo.
— pues si así fuera porqué no nos llamaste a una de nosotras sino que especialmente al papucho de Sesshomaru.
- yo... No lo sé.
La morena se levanta y retoma nuevamente sus labores. Yura sonríe sabe bien que la ha pillado.
