(Capítulos finales)
Inuyasha se preparaba para salir de el apartamento cuando alguien irrumpió sin ser avisado. El joven peliplata se puso en guardia de inmediato y salió de la habitación.
Su visitante inesperado, se encontraba de pié en medio de la sala. Con aquella sonrisa ladina y su mirada pícara. Inuyasha de inmediato se encolerizó. Dando grandes zancadas llegó hasta él y lo tomó por el cuello de la camisa para luego empotrarlo en la pared.
— Vaya... Que recibimiento tan excitante.
Inuyasha apretó la mandíbula hasta rechinar los dientes. Odiaba a tantas personas a su alrededor pero justo en sus manos se encontraba el único ser por el cual iría al mismísimo infierno con tal de verlo morir lentamente. Sin embargo, la realidad no era tan sencilla como su mente lo maquinaba.
— ¿Qué puta haces aquí? — masculló con severidad.
De solo verlo su estómago había dado un vuelco. Sus entrañas se contraían bruscamente y la sangre le ardía como si dentro de él, un volcán estuviera a punto de explotar.
El tipo simplemente se encogió de hombros. Aquella burlesca sonrisa seguía en sus labios. Inuyasha lo soltó por inercia en cuanto él le acarició sus genitales.
Un puñetazo de el hanyou en su mandíbula fue suficiente para que cayera al piso. El alto y corpulento hombre sonrió a carcajadas. Era una sonrisa siniestra. De aquellas que atormentaban a Inuyasha en pesadillas nocturnas. Se levantó lentamente y limpió la sangre que emanaba de su boca.
Inuyasha permanecía con los puños apretados a cada lado de su cuerpo. Sus ojos dorados irradiaban furia total. Un inmenso deseo de desprenderle cada miembro, uno a uno, lo saciava.
—¿ Sabes lo que te pasará por haberme golpeado?
— ¡Cállate maldito hijo de perra!
Inuyasha nuevamente se lanzó a por él pero esta vez el hombre se defendió. Agarró al peliplata de el cabello y lo jaló tan fuerte que no pudo reprimir un aullido de dolor. Lo estampó de cara a la pared y lo apretó a esta con su cuerpo.
— Al parecer aún no aprendes Inuyasha.
El hombre sacó su lengua y lamió la mejilla sudorosa de Inuyasha. El peliplata sintió arcadas al instante y forcejeó para zafarse de su agarre sin embargo aquella verdadera esencia afloró en su verdugo...
Los tentáculos que salían de su espalda rodearon el cuerpo de Inuyasha con suma facilidad dejándole completamente a la merced de un desquiciado violador. De un ser sobrenatural que no sabía cuándo parar.
La boca de Inuyasha fue cubierta por una asquerosa telaraña y sin reparo alguno él le bajó los pantalones junto con el bóxer. Se lamió los labios antes de penetrarlo bruscamente. El joven peliplata cerró los ojos fuertemente. El dolor era tan jodidamente insoportable que deseaba morir.
El cuerpo maltratado de Inuyasha respondía inconscientemente ante el dolor y comenzó a palpitar. Muy en el fondo, aquella bestia despertó y gruñía, deseoso por salir. Sin embargo, las consecuencias de vivir en un puto mundo al que no pertenecía, no le concedía las energías suficientes para hacerlo...
Mientras lo embestía con todas sus fuerzas, balbuceaba palabras obscenas y lo sujetaba con violencia de el cabello. Los tristes ojos dorados de el híbrido se llenaron de lágrimas, lágrimas que descendían una tras otra sobre sus mejillas.
Lo sabía, y lo sentía, no se equivocaba. En los últimos días su esposo estaba actuando de una forma extraña. Por las noches no dormía, se mantenía despierto observando la oscuridad a través de la ventana y al día siguiente su rostro no reflejaba ningún síntoma de cansancio.
Nunca contestó sus preguntas, nunca habló más de lo necesario. Su esposo era enigmático, sombrío, difícil de comprender y en el sexo demasiado brusco. En muchas ocasiones al terminar una relación sexual, debía de asistir de inmediato a una consulta porque el miembro crecía anormalmente y le lastimaba su cavidad vaginal. Aún así, él nunca quiso buscar ayuda profesional, puesto que siendo médico se inventaba sus propios diagnósticos.
Entonces, la necesidad de buscar respuestas se volvió su pan de cada día. Lo analizaba sin que él lo sospechara. Revisaba sus objetos personales así como su ropa interior sucia. Lo seguía a donde sea que él fuera y no fue diferente esa noche.
Esperó el tiempo suficiente para que él no notara que lo seguía, había sido una acción demasiado inteligente por su parte, el colocarle un pequeño aparato de rastreo satelital en el coche y guiándose por la señal le dió persecución.
Se sorprendió de sobremanera cuando le miró estacionarse frente al edificio en donde Inuyasha vivía. Nerviosa aparcó a una distancia prudente y bajó de el auto. Esperó un tiempo para poder ingresar, después de media hora entró en el edificio y subió rápidamente por las escaleras de emergencia.
En su mente ya había tejido la excusa perfecta para llamar a la puerta. Inuyasha era el médico encargado de monitorear la recuperación de su hermana. Golpearía, saludaria y le pediría al peliplata que le diese alguna novedad sobre la salud de su hermana y así mismo sabría o por lo menos vería en qué fachas se encontraba su esposo.
Al llegar al pasillo, se detuvo de golpe. Unos quejidos de desesperación provenían de el apartamento de Inuyasha. El miedo se apoderó de su cuerpo y miles de imágenes se reproducían en su mente como una película. Pensaba en todo... Quizá Naraku tenía una amante e Inuyasha era su cómplice o podría ser que... No, por supuesto que no. Descartó esa idea por completo.
Avanzó hasta quedar frente a la puerta la cual no estaba cerrada. Parpadeó varias veces, se sentía insegura. No sabía lo que vería allí y tenía miedo. Tenía temor de descubrir algo que la destrozara por completo más no era el momento para pensar...
Abrió la puerta con fuerza haciéndola pegar con la pared y lo que miró justo en su frente la dejó literalmente muerta. Sus ojos parecían querer salir de su órbita... Es que su cerebro simplemente murió, veía más no procesaba.
El cuerpo de Inuyasha sujeto por gruesos y largos tentáculos viscosos y a un Naraku entrando y saliendo de él con frenesí. Tan absorto lo penetraba que no había sentido la llegada de su esposa.
— Naraku — balbuceó la chica albina.
El mencionado giró rápidamente su rostro hacia ella. Ese no era él, no era su esposo. Ese ser repugnante y asqueroso no era el hombre con el que se había casado... De el cual se enamoró perdidamente. Comenzó a retroceder lentamente, un paso tras otro mientras los ojos inyectados en sangre de Naraku se mantenían clavados en ella... Tenía que huir.
En cuanto se giró para correr, un tentáculo traspasó su corazón. Kanna cayó al piso bañada en sangre... Sus ojos violetas se fueron apagando lentamente hasta que murió rodeada de un charco de líquido carmesí.
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Me siento traumada, en shock...
Joder, que capítulo más extraño... 😣😣😣😣

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Tóxico (Terminado)
Fiksi PenggemarQuien ama no lastima y si lastima es porque no ama.