Son las ocho de la noche cuando abro la puerta de la cafetería en donde trabajo. Un motivo más por el cual discuto con mi esposo. Obviamente sé que tiene razón pues no es necesario que trabaje pero lo que él no comprende es que si trabajo no es por falta de dinero lo hago porque necesito distraerme, mantener mi mente ocupada. Las cuatro paredes de nuestro apartamento me agobian.
En cuanto los ojos castaños de mi mejor amiga me notan, le veo venir trás de mi. Me muerdo mi labio inferior con cuidado para no lastimarlo. La hinchazón bajó pero la mordida aún es visible.
— ¿Qué demonios pasó Kag? — Sango me sigue molesta hasta el cuarto de limpieza, me quito la ropa y me pongo el uniforme - era nuestro momento de chicas, es inaudito que no hayas podido llegar.
— Enfermé, una mala digestión me impidió llegar. Almorcé y luego me tragué varios trozos de pizza — le explico lo más serena que puedo mientras peino mi cabello.
Lo sujeto en una coleta alta y guardo el cepillo en mi bolso. Ella se recuesta en el casillero y se cruza de brazos. La mirada con la que me obserba me grita que soy una "perra mentirosa"
Sango es la chica más intuitiva de el grupo, a veces su don asusta. Tengo que tener mucho cuidado siempre que entablo una conversación con ella.
— Ayame me comentó que vio a Inuyasha en la cafetería central — Me dice con ambas cejas enarcadas.
Guardo silencio por unos minutos y mi mente se traslada hacia la noche anterior. Inuyasha llegó a la dos de la mañana y desprendía olor a alcohol.
— Estaba en compañía de Sesshomaru y de una chica — continúa.
— Entonces no hay porqué preocuparse... Sesshomaru estaba con él.
— Si, pero él se fue media hora después y ellos se quedaron.— ¿Qué es lo que pretendes Sango?
La cuestiono impaciente. Ella se encoge de hombros y ojea rápidamente el pequeño cuarto en el que nos encontramos.
— Solo quiero que seas tu misma.
— Lo soy — ella niega.
— De aquella Kagome que conocí años atrás ya no queda ni la sombra.
Me gustaría tener el tiempo suficiente para seguir con la conversación pero fuimos interrumpidas por el energético llamado de nuestro jefe.
Salimos hacia el salon y nos disponemos a limpiar las mesas, arreglar los manteles y llenar el porta servilletas.
Mientras trapeo el piso de madera, pienso en lo que Sango acaba de decirme. Inuyasha sería incapaz de estar con otra mujer. Quizá no me ame de la forma en que yo quiero que me ame pero no lo creo capaz ¿ o sí? Debería de hablar con Sesshomaru, tal vez él pueda darme algunas respuestas.
— ¿ y bien?
— ¿eh? Perdona Sango, no te presté atención — Ella roda los ojos y deja el trapo con el que limpiaba las ventanas sobre una pequeña maceta.
— Te repito; quiero que esta noche te quedes en mi apartamento. Como en los viejos tiempos ¿Qué dices?Me sonríe ampliamente y sus orbes castañas brillan producto de la emoción que no intenta ocultar.
— No lo sé — Me muerdo el labio inferior. Inuyasha se pondrá molesto si no llego a casa.
—¿ O es que no lo sabes o es que no tienes permiso? — hizo comillas en el aire — No pienses que no he notado tu labio roto.
Gracias al cliente que entró, Sango dejó de latigarme con la mirada y se dedicó a atender al empresario que llegó en busca de un café exprés.
La noche pasó en un abrir y cerrar de ojos. Hoyo, mi jefe, nos entregó las propinas que nos correspondían a ambas. Eran las dos de la mañana cuando me sorprendió ver el auto de Inuyasha estacionado a unas cuantas cuadras de la cafetería.
Sango me tomó de el brazo e intentó convencerme para que me fuese con ella pero me bastó ver la dura expresión en el rostro de Inuyasha para saber que no era buena idea.
Mi amiga me despidió con un beso en la mejilla y entró al edificio donde alquila un pequeño apartamento. Sé que en el siguiente turno querrá saber todo lo que me ha pasado últimamente y realmente no deseo hablar con nadie pues siempre he pensado que con hacerlo no resuelvo nada.
— Sería bueno que dejes ese trabajo — Me dice Inuyasha mientras abre la puerta de el copiloto para que entre.
— Ni lo sueñes Taisho, sabes que amo mi trabajo.
— Lo sé pero sería más productivo que trabajes conmigo en el hospital.Pone en marcha el carro y yo ignoro su comentario.
Siempre busca la forma en que pueda ejercer su autoridad y dominio sobre mí, como si fuera un objeto de su colección o un simple juguete que mueve de un lado para otro. Me limito a guardar silencio, me siento agotada físicamente y no deseo discutir a tales horas de la madrugada.Aunque me gustaría saber el por qué se tomó la molestia en venir a recogerme. No es algo que ocurre a menudo y realmente me tomó por sorpresa. Exhalo un suspiro y cruzo ambos brazos sobre mi pecho, el frío comienza a calarme los huesos, él lo nota pero ni aún así apagó el aire acondicionado de el auto.
