La mañana llegó en un abrir y cerrar de ojos. La morena se removió en la cama, en busca de alguien, pero ese alguien ya había dejado el vacío en su lugar.
Aún somnolienta abrió los ojos y se los talló con ambas manos para aclarar su visión, se sentó y cubrió sus pechos sensibles con la sábana. Estiró sus brazos al mismo tiempo que bostezó.
Todo su cuerpo dolía. Sesshomaru se había encargado de hacerle el amor toda la noche, de miles maneras, en todas las formas existentes. Sonrío pícaramente, recordando el cuerpo sudoroso encima de el suyo, moviéndose con parsimonia mientras besaba sus labios.
Todo había sido más que perfecto. Se sentía sumamente feliz que no quería dejar el apartamento, sin embargo la realidad era otra.
Siendo la legítima esposa de Inuyasha, solo la convertía en una adúltera. Sesshomaru era su amante aunque su mente quisiera ofrecerle un apelativo, solo eran amantes.
Con profunda tristeza dejó la cama, la arregló y luego se duchó. Sesshomaru le había dejado una pequeña nota sobre una muda nueva.
"Te dejé el desayuno listo, come.
Nos vemos en la noche.
Besos"Con lágrimas en sus ojos, arrugó el papel y lo estrechó contra su pecho. El cuento de hadas había llegado a su fin y debía de enfrentar su realidad. Debía volver a casa, y estar al lado de su esposo.
Se vistió y comió el delicioso desayuno que Sesshomaru le había dejado en el microondas. Una hora más tarde, cerró la puerta detrás de sí y se limpió las lágrimas.
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*Doctor Sesshomaru Taisho, se le requiere en área de maternidad*
La bocina repetía una y otra vez el mismo llamado. Sesshomaru se encontraba en su consultorio firmando altas de algunos pacientes que ya no ameritaban cuidados médicos.
Bankotsu irrumpió en su consultorio con aquella sonrisa ladina, aquella que le decía que, aunque no haya abierto la boca, se imaginaba lo que estaba pasando. Sesshomaru rodó los ojos en cuanto él se posó en su frente y se acomodó la bata.
— ¿No irás?
Le dijo el moreno en tono serio, adoptando la postura de quién realmente era; un médico.
— ¿Dónde?
Cuestionó confuso Sesshomaru. Bankotsu abrió los ojos como platos.
— Joder hermano ¿Qué coño te sucede? Esa maldita bocina no para de sonar y tú como una jodida lechuga en esa silla.
— ¿Bocina?
Bankotsu se jaló algunas mechas de su cabello siempre revuelto y se acercó al escritorio. Posó ambas palmas de sus manos y miró fijamente a Sesshomaru, este arrugó el entrecejo.
— Si, la bocina. Kagura está teniendo problemas con un parto y te necesita ¿Qué no oyes?
Sesshomaru negó y de inmediato se levantó de la silla. Le pidió a Bankotsu que continuara firmando las altas y él se marchó hacia el área de maternidad.
Estando allí, Kagura, su futura esposa se encontraba demasiado molesta. Y le reclamó un sin fin de cosas que no venían al caso. Sesshomaru se tocó el puente de su nariz, un claro gesto de que ya se sentía sumamente asqueado.
— Estoy aquí por el llamado pero si estarás reclamando asuntos que no tienen porqué saber los demás, entonces me largo.
La exhuberante pelinegra frunció los labios y guardó silencio. Sesshomaru tenía razón, las enfermeras tenían los ojos puestos en ellos y seguramente también los oídos.