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— Entró en coma — anunció Inu no.

Kanna, hermana menor de Kagura se echó a llorar sobre el pecho de Naraku, su esposo.

Sesshomaru apretó la mandíbula y estampó su puño en la dura pared. Bankotsu posó una de sus manos sobre su hombro para calmarlo.

— Debemos de esperar como máximo 42 horas para que reaccione.

Todos los presentes sabían a lo que se refería Inu no, sin embargo sería Sesshomaru quien tendría el informe final, dada la situación no quería tener ningún contacto con la fémina.

Su padre le pidió que lo acompañase a su consultorio, Sesshomaru asintió y le siguió. Bankotsu regresó a su consultorio y Naraku optó por llevar a casa a su esposa.

Estando en el consultorio, Inu no le pidió a su hijo que tomara asiento, Sesshomaru se encontraba demasiado alterado, molesto con el mismo. Estando ya sentado tomó el vaso que su padre le ofreció y se bebió de un solo sorbo el líquido oscuro que le quemó la garganta en cuanto lo tragó.

Inu no se sentó frente a él con expresión relajada, colocó una pierna sobre la otra y tamborileo los dedos sobre el frío vaso de vidrio que tenía en la mano.

— Me gustaría saber qué fue lo que pasó para que llegarás a tal punto.

— Me presionó demasiado.

Su padre achicó los ojos. La respuesta no le era suficiente sabía que había algo más o quizá alguien.

— Su esencia está impregnada en ti y eso significa que tu aroma también está en ella.

Sesshomaru endureció la expresión de su rostro. Comprendió a lo que se refería su padre. Inuyasha siendo un híbrido podría oler la mezcla de ambos. Se puso en pié de inmediato y salió desesperado de el consultorio de su padre. Kagome tenía que estar en su apartamento y de no ser así, rogaba para que Inuyasha aún no estuviese con ella.

NARRA KAGOME

Inuyasha llegó una hora después a casa. Ebrio, molesto y con su traje desaliñado. Me encontraba recostada en el sofá leyendo mi historia favorita, ya que se me hizo imposible consiliar el sueño desde que volví al apartamento, aunque me sentía agotada no podía cerrar los ojos porque los recuerdos de Sesshomaru y yo en la cama, me inundaban la mente.

Se posó justo en frente de mí y me miró fijamente. Su mirada era analítica, oscura. De un momento a otro la expresión de su rostro cambió. De pacífico pasó a estar hecho una fiera. Lanzó la mesita ratona que adornaba el centro de la sala y el vidrio cuadrado se hizo en miles de trozos.

Intenté huir ya que la puerta estaba a unos escasos metros pero él fue más rápido. Me sujetó de el cabello y se lo enroscó en la mano. Gemí a causa de el insoportable dolor en mi cuero cabelludo.

Le supliqué a Inuyasha que me soltara pero mis ruegos eran en bano. Se había transformado en alguien que jamás había conocido. Me levantó con brusquedad de el piso y me lanzó contra una pared.

— ¡Eres una zorra! ¿Cómo pudiste Kagome?

Me encontraba tirada en el piso, con todo mi cuerpo adolorido. Inuyasha se inclinó y nuevamente me jaló el cabello. Me abofeteó tan fuerte que me rompió el labio inferior y también la nariz. Deguste el sabor de mi propia sangre.

— Lo vez Kagome, eh.

Me arrastró hasta la habitación en donde nuevamente me golpeó el rostro. Me tumbó en la cama y comenzó a quitarme la ropa. Sentí que me había quedado en un estado de coma. Podía sentir todo lo que me hacía y me decía pero no podía hablar ni moverme. Mis costillas derecha dolían mucho, tanto que no pude evitar llorar.

— Vez lo que tus acciones de ramera han ocasionado.

El cabello me cubría el rostro y la sangre se combinó con las lágrimas... No podía más. Se echó sobre mi complemente desnudo. Sentí como su miembro se adentró en mi sexo con brusquedad...

Inuyasha me penetraba una y mil veces más. Con sus manos me sujetaba las mías y sus dientes mordían mis pezones hasta hacerlos sangrar. Perdí el conocimiento aún estando despierta. Fue como salir de mi propio cuerpo. Me veía tal cual una muñeca de carne, echada en una cama y con una bestia en medio de mis piernas.

Dos horas, dos horas duró el tormento, el infierno al cual fui sometida por el hombre que decía amarme. Inuyasha dejó moretones en todo mi cuerpo, costillas rotas y músculos inflamados. Aún seguía inconsciente, no me movía, no podía hablar aunque solo fuese un jodido monosílabo... Inuyasha había acabado conmigo y esta vez, no había recuperación.

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•••

••

El miedo y la desesperación lo embargaron en cuanto entró al apartamento. Kagome no estaba allí, hace horas que se había marchado. No dejó nota, algún mensaje en donde explicara el porqué había tomado esa decisión.

El imperturbable rostro de Taisho se fue desfigurando lentamente hasta que adquirió aquella expresión desesperada. Se trataba de la mujer que amaba, de la única mujer que había ocupado su corazón por años y que seguía siendo dueña de él.

¿Qué haría? Inuyasha legalmente era su esposo, sin embargo los actos de infidelidad que cometía, eran más que suficiente para alegar frente a un juez y así poder conceder un divorcio, pero ¿Quién era la amante de Inuyasha? ¿Quién era aquél hombre que compartía la cama con su infeliz medio hermano?

Sesshomaru nunca sintió la necesidad de inmiscuirse en la vida personal de Inuyasha, no hasta que descubrió el maltrato al cual era sometida su cuñada por parte de él. Eso jamás se lo iba a permitir a Inuyasha, y llegaría el momento en el cual le haría pagar cada golpe, cada rasguño.

Se cambió el uniforme médico por un vaquero negro, una camisola roja y un par de converses. Estando ya en su Audi llamó a Bankotsu, el moreno le contestó al segundo pitido. Sesshomaru necesitaba ayuda pues se conocía, sabía que si llegaba solo a el apartamento de Inuyasha, nadie lo podría detener y lo mataría si un ápice de piedad.

Cuando llegó a el edificio, se estacionó a una distancia prudente y observó hacia el piso en donde Inuyasha había comprado el apartamento, la luz estaba encendida, clara señal de que sí había alguien dentro. A la media hora, Bankotsu llegó y juntos entraron.

Dentro de el elevador, Sesshomaru frotaba sus manos y rotaba su cuello una y otra vez. Bankotsu le veía de reojo, aún no habían tenido el tiempo suficiente para conversar sobre el incidente de la mañana. Aún así, eran amigos, como hermanos y siempre lo apoyaría.

El peliplata salió disparado en cuanto el aparato metálico se abrió. Bankotsu le siguió muy de cerca pero manteniendo una distancia prudente entre ambos. Sesshomaru abrió la puerta de un solo golpe. Inuyasha se encontraba sentado en el sofá, con una lata fría de cerveza en la mano y viendo un programa en la tele. No se inmutó ante la presencia de su medio hermano ni tampoco hizo gestos de estar alerta.

— ¿Dónde está?

Interrogó en tono seco y autoritario. Inuyasha se encogió de hombros y bebió un trago más de cerveza. Sesshomaru achicó los ojos, pidiendo mentalmente toda la paciencia de el mundo para no cometer un asesinato.

— Tu amante no está aquí — contestó burlón. La cerveza ya había hecho efecto — El coño prieto de Kagome te volvió loco.

Sesshomaru lo levantó de el cuello y lo apretó. Inuyasha reía y al mismo tiempo luchaba por respirar. El peliplata le exigió a Bankotsu que revisara todo el apartamento. Minutos después el moreno dijo que allí no había nadie más que solo Inuyasha.

Sesshomaru lo dejó caer y este se frotó el cuello lastimado para luego seguir tomando cerveza. Su medio hermano agudizó sus sentidos y pudo oler la escasa esencia de Kagome. Quizá el muy cabron tenía razón. Había llegado pero se marchó de allí.

Ambos hombres abandonaron el apartamento y condujeron a casa de Sango, la mejor amiga de Kagome. Probablemente haya ido hacia allí.

Tóxico (Terminado) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora