¿Cómo negarlo? Muy en el fondo sabía que esa criatura que crecía en su vientre era el fruto de un amor que fue imposible, pero ya no más. Aquellos tiempos de sufrimientos, de soledad y melancolía habían llegado a su fin. Todo había acabado.
Llena de felicidad acarició el pequeño bulto sobre la tela de el blusón. Aún seguía en el hospital y todo porque el exagerado de su novio así lo había querido.
Sesshomaru no estaba conforme con los resultados que Takemaru le había expuesto, creía que faltaba mucho para llegar a la recuperación total de ambos. Kagome rodó los ojos divertida al ver lo sobre protector que era.
— Espero que esa sonrisa sea por mi causa.
Dijo Sesshomaru en cuanto abrió la puerta de la habitación. Kagome negó divertida y continuó acariciando su vientre. Él se acercó a ella, quien estaba de pié frente a la ventana, la rodeó con sus brazos y apoyó sus manos sobre las suyas. La escena conmovió tanto a la morena que no pudo evitar llorar.
—¿Porqué lloras?
La cuestionó posando su barbilla sobre su hombro. Kagome sorbió su nariz y miró el pasar de una bandada de pájaros en el cielo claro y despejado.
— Han pasado tantas cosas que aún no me creo esta felicidad que nos inunda.
Sesshomaru guardó silencio y la estrechó con más fuerza. Aspiró el aroma dulzón de su cabello revuelto y cerró los ojos, meditando en la respuesta.
Fue difícil, y más para él, siendo un hombre acostumbrado a la libertad, a no depender de un sentimiento que en aquellos tiempos lo denominaba como simple debilidad.
Aceptar que se había enamorado de Kagome desde aquel momento en que le conoció en las afueras de el hospital lo hacía sentir estúpido y ridículo.
Un ser como él simplemente no podía permitir que ese trivial sentimiento lo llenara, aún así, no podía hacer nada para detenerlo.
Creyó que si ella estaba al lado de Inuyasha sería realmente una mujer feliz ya que él sí estaba dispuesto a darle lo que se merecía; felicidad, un hogar, una familia y lo más importante, un amor correspondido no obstante entre más lejos se iba, más necesitaba de ella...
Era como un puto hilo invisible que lo ataba, que lo jalaba a ella... Metal e imán.
El tiempo fue pasando y sus emociones comenzaron a dominarlo, a votarlo y recogerlo. Era una puta marioneta en las manos de un sentimiento, hasta que ya no pudo más, ya le era imposible huir de la realidad...
Una realidad que tenía nombre y apellido.
— Kagome.
— Dime.
Sesshomaru la giró y tomó su pequeño rostro entre sus manos. Kagome le sonrío tiernamente.
— Inuyasha firmó el divorcio.
Los ojos azules de la morena se iluminaron de felicidad. Inuyasha había sido su verdugo por cinco largos años y aunque sufrió horrores a su lado no le permitió a Sesshomaru que interpusiera una denuncia en su contra. Todo tenía una explicación.
Inuyasha había sufrido demasiado en su niñez. La ausencia de un padre, violado por el mejor amigo de la familia, su verdadera orientación sexual...
Todo se agolpó en su interior y habían ocaciones en donde aquellas bombas explotaban.
Gracias a la ayuda de Jakotsu, quien insistió e insistió aceptó ser ingresado en un centro de rehabilitación por cinco años. Según el psicólogo clínico, sería el tiempo suficiente para sanar todas aquellas heridas que supuraban.
— ¡Dios! No lo puedo creer ¡Estoy libre!
— Si Kagome, eres libres.
Sesshomaru esbozó una sonrisa traviesa y retrocedió unos cuantos pasos de la morena. Kagome frunció los labios confundida.
Entonces, tomandola por sorpresa, se arrodilló ante ella y de uno de los bolsillos de su bata médica, sacó una pequeña cajita negra y la abrió, dejando a la vista un reluciente anillo. El zafiro brillaba, como si tal el compartía la felicidad de la pareja.
— ¿Quieres ser mi esposa?
— ¡Oh, Dios mío! Sesshomaru...
Nuevamente aquellos bellos ojos derramaron lágrimas, lágrimas de felicidad. No lo podía creer, jamás se imaginó a un Sesshomaru arrodillado a sus pies pidiéndole que fuera su esposa.
Lo tomó de el cuello de la bata y este se levantó de inmediato, lo abrazó fuertemente y luego unió sus labios a los de él.
Era un beso cálido, tímido... De esos besos que hablan por sí solos, de los que te gritan aquel amor puro y sincero.
Kagome amaba a Sesshomaru con todas las fuerzas de su ser.
— Por supuesto que acepto.
Le contestó con voz entrecortada. Sesshomaru tomó el anillo y se lo puso en el dedo anular de su mano izquierda. La estrechó contra su pecho y así permanecieron el tiempo suficiente... Cada uno asimilando su propia realidad.
El moreno irrumpió en la habitación terminando con el momento tan especial de la pareja. Sesshomaru gruñó mientras se giraba y Kagome exclamó asombro en cuanto notó la pequeña criatura que Bankotsu cargaba en sus brazos.
— Les presento a Hiru Yoei.
Dijo con mucho orgullo. Kagome lo cargó y se perdió en la diminuta carita sonrojada de el bebé. Le acarició con la yema de su dedo índice la piel arrugada de sus manitos... Era hermoso.
Sesshomaru se quedó como un completo bobo observando todas las expresiones risueñas que Kagome le hacía al bebé. Sin duda sería una buena madre porque ya era una mujer perfecta... Su mujer.
— Toma viejo para que te limpies la baba.
Bankotsu le ofreció chistosamente el pañuelo que siempre llevaba consigo. Sesshomaru frunció el ceño y le alejó la mano de su rostro.
— ¿Quién diría no? — habló el moreno suspirando.
—¿Qué?
— Que aquellos dos locos adolescentes que decían que nunca se iban a enamorar, tuvieran un final contrario.
Sesshomaru lo vio sonriendo.
— ¿Te arrepientes?
Le preguntó achicando los ojos.
— Para nada... Sabrás lo que siento cuando tengas por primera vez a tu hijo entre tus brazos y veas el rostro cansado de tu esposa por la labor del parto pero aún así irradie de felicidad — hizo una pausa — eso no lo cambio por nada en el mundo.
Sesshomaru solo se limitó a asentir pero muy en el fondo le dió la razón al alocado de su mejor amigo.
Sesshomaru era feliz porque Kagome lo era...
¿Fin?
