Seungcheol siempre creyó que viviría una vida monótona. Comenzaba a aburrirse. Se sentía abrumado por la presión que la sociedad ejercía en él. Sentía que nunca tuvo realmente una libertad, aunque sus padres decían lo contrario.
Sus actos eran creados por la rabia que crecía en su interior. Él no quería ser así pero no lo entendían. No era ser rebelde, era anhelar libertad.
Estaba harto de que lo obligaran a ser de una forma, y no solo a él sino que su hermano estaba envuelto en el desastre. Ambos eran enseñados a ser de una manera distinta a los demás. Todo por el prestigio del apellido Choi.
Pero todo cambió una noche. La noche que Seungcheol salió de corriendo de una de las fiestas de su padre, harto de que lo trataran como un militar. Ignoró el hecho de que casi fue atropellado al cruzar la calle, ignoró la voz de su hermano que le gritaba que se detuviese y que no huyera. Ignoró el repentino dolor de su corazón. Estaba tan cansado del cómo su familia había cambiado por el simple hecho de no querer perder su perfil de familia perfecta.
Corrió hasta que sus fuerzas se acabaron y decidió detenerse. No se había dado cuenta hasta dónde se había dirigido. Su lugar favorito desde que era niño.
Sus sentidos se concentraron en el olor del mar, en la textura de la arena bajo sus dedos y la suave brisa que despeinaba todo su cabello. ¿Por qué se sentía tan bien estar ahí? No había nadie gritándole cosas, no había nadie diciéndole que todo lo que hacía estaba mal.
Estaba en completa paz.
Se acostó en la arena sin importarle que su ropa se dañase. Sintió el agua colarse dentro de sus zapatos y el cómo la luna lo alumbraba junto a las estrellas. Por primera vez en tanto tiempo pudo sonreír de verdad. Acogido por una tranquilidad inmensa que lo hacía querer vivir ahí por siempre.
Pero, la felicidad de un individuo no dura para siempre. A lo lejos escuchó la voz de su padre enojado y supo que si lo enfrentaba estaría muerto.
« Corre a tu derecha y no mires atrás. » una voz se oyó dentro de su cabeza y su interior se removió. La adrenalina lo envolvió y corrió como dijo. No sabía a dónde se dirigía, no tenía ni idea qué era lo que hacía. Era obvio que si huía de su padre ahora sería peor después. Estaba dejándolo ver como un mal padre frente a sus "amigos".
« Entra al agua ahora. » continuó la voz. La inseguridad lo invadió. Sabía nadar pero el nivel del mar estaba alto y su nerviosismo no lo dejaba pensar claramente. « Confía en mí. » Y de la nada sacó el valor de entrar al agua. Nadó lo necesario para que sus pies dejasen de tocar la arena y que no se viera su cuerpo a la distancia.
Estaba confundido sin saber qué hacer. A lo lejos se veían a unos cuatro hombres corriendo por la orilla con unas linternas gritando su nombre.
– No quiero salir... ¿por qué estoy aquí? – susurró tocando su cabello, a punto de llorar. Sentía un nudo en su garganta desde hace rato pero le habían mostrado que llorar era para débiles. Él no creía eso, sabía que era lo contrario, sin embargo, fue algo que le enseñaron y ya era difícil dejarse ser. – Necesito ayuda. – dijo en su mente rezando que alguien lo escuchara, una ayuda divina o simplemente ocurriera un milagro.
« Escúchame a mi. Cierra tus ojos, cuenta hasta 10. Confía en mí...» Esa voz. Era esa la misma voz que había escuchado al principio. Era dulce, era cautelosa y lenta. Y confiaba en esa voz.
Cerró sus ojos y contó hasta 10.
Su cuerpo comenzó a hundirse, lo pudo sentir. Aunque algo lo empezó a halar. Estaba siendo llevado hasta la orilla. Sentía su cuerpo extraño, como si estuviera sedado. Solo podía oír.
Ya en la orilla escuchó un silbido a lo lejos. Se escuchaba siniestro, si tuviera que escoger un color para describirlo sería negro o rojo muy oscuro.
Dos manos taparon sus oídos, alguien parecía querer impedir que oyese aquella aterradora melodía. Pero, fue demasiado tarde. Ya lo tenían y lo arrastraban lejos. El tacto de aquellas manos fue sustituido por otros pares en su cuello tratando de ahorcarlo, aunque sentía que era más imaginado que real. No podía ver pero pudo escuchar la voz lejana de su padre que lo maldecía.
Fue lanzado al suelo. En esos momentos deseó estar muerto o al menos poder defenderse pero tenía un bloqueo mental. De cierta manera alguien o algo lo protegía.
« Descansa. El principio del final está aquí. » fue lo último que escuchó hasta quedar completamente dormido.

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Voces [Seoksoo/Jeongcheol]
FanficSeokmin, junto a su hermano Seungcheol, descubrirán algo que jamás esperaron. Llegarán unas voces místicas y hermosas para acompañarlos en su trayectoria. Tendrán varias sorpresas, ayuda de amigos y cosas inexplicables durante andar. Solo deben hac...