Capítulo tres.

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[Erick]

Mierda.

Básicamente, eso es lo que me llegaba hasta el cuello. Una enorme y putrefacta piscina de mierda. ¿Como rayos se me ocurrió contestarle así a un maldito motociclista, a un tipo del que se contaban historias que se usaban para molestar a los niños pequeños? Santo bebé Jesús, seguro iba a morir, me iban a matar en el primer callejón oscuro que cruzara y dejarían mi cuerpo tirado allí, entre la basura apestosa y las asquerosas ratas que se comerían mi piel. Seguro mi familia jamás sabría lo que había sucedido conmigo y...

Infiernos, ya comenzaba a sonar como Sebas. Debía dejar de juntarme con el chico, al parecer el dramatismo era contagioso.

Maldije por centésima vez el maldito libro de matemáticas que me había hecho tomar ese camino en primer lugar mientras alcanzaba mi teléfono celular y marcaba el numero de Sebas. No importaba si el chico estaba enojado conmigo, en cuanto le contara lo que había hecho seguramente dejaría de estarlo para poder patearme el culo sobre lo estúpido que habían sido mis actos.

—Creo que estoy en problemas —solté en cuanto respondió, sin darle tiempo alguno a decir algo.

—¿Que hiciste? —preguntó, su voz no tenia ni rastro de enfado, más bien parecía preocupado.

—¿Recuerdas que los Fire Spirit se reunen en el bar Luna Azul todas las tardes?

—Si.

—Pues bien, al parecer también están en la mañana —miré a los lados antes de cruzar corriendo la calle. Pude escuchar una puerta abrirse y cerrarse del otro lado de la línea y supuse que Sebas había salido de la heladería a la que había ido con Camilla y Lauren—. Y creo que hice enojar a uno.

—¿Como que hiciste enojar a uno de esos tipos? ¿Que hiciste? —pausa—. ¿Estas herido? Oh dios, ¿te golpearon?

—No, no me hicieron nada —lo tranquilicé—. Pero puede que haya llamado la atención de uno de ellos cuando pasé frente al bar y tal vez él se acerco a hablar conmigo-

—Oh mierda —me cortó.

—¿Que?

—El hecho de que hayas hablado con uno de ellos ya es malo de por si, Erick. No quiero ser malo pero tu no tienes filtro alguno —suspiró—. ¿Acaso no te sirvieron de nada todas esas historias que te he contado sobre ellos?

—Lo sé pero no fui yo quien se acercó, él vino hacia mi, ¿que se suponía que hiciera?

—No lo sé, ¿salir corriendo? ¿Cerrar esa gran bocota tuya y quedarte en silencio? Tantas posibilidades, Erick.

—No uses el sarcasmo conmigo, no te queda. —me queje—. ¿Que se supone que voy a hacer ahora, Sebas? Debo pasar frente a ese bar todas las tardes, no hay modo de que los esquive.

—¿Disculparte?

—¿Esa es una opción? —musite esperanzado.

—No lo creo, ellos no se ven como el tipo de personas que aceptan disculpas. —se quedó callado por unos instantes—. Espera, ¿tu no vas a irte unos días a Cuba para el partido de Gabe?

—Si, nos iremos mañana.

—Eso es —podía escuchar la sonrisa en su voz—. Para cuando vuelvas ellos ya lo habrán olvidado.

Lo dudaba realmente, tenia la impresión de que Mr. Gigolo no era del tipo de personas que olvidaban una cosa así.

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𝖒𝖎 𝖕𝖊𝖖𝖚𝖊ñ𝖔 - joerick (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora