Capítulo ocho.

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[JOEL]

Supe en el momento exacto en que Erick entró al café, ya que la mayoría de los presentes voltearon la mirada hacia la puerta cuando el moreno la traspasó. Era realmente increíble la cantidad de atención que el chico atraía pero por el sonrojo automático de su rostro me di cuenta de que no le gustaba eso.

Levantándome de mi mesa me dirigí hacia él, sonriendo al ver el suspiro de alivio que escapó de sus labios.

—Pensé que no vendrías. —musitó. Su ceño se frunció mientras me miraba—. ¿Por qué traes lentes de sol dentro del local?

—Resaca. ¿Recuerdas? —hice un gesto sobre mi hombro—. ¿Vamos a la mesa o prefieres ir al baño? Yo no tengo ningún problema en saltarme la cita e ir directo a la acción.

—Eres como una gran masa de hormonas, ¿acaso no puedes estar cinco minutos sin intentar acostarte con alguien?

—Puedo. —acepté, dejándolo pasar primero antes de seguirlo. Una mirada alrededor de mi parte logro que los idiotas volvieran a sus asuntos en vez de mirar a Erick con la boca abierta. Me acerque a su oído—. Pero cuando te tengo en frente no quiero hacerlo.

—Pues inténtalo —gruño—. Porque si no, lo único que veras será mi espalda al irme.

—No es una mala vista, de todos modos. —reí, mirando su trasero cubierto por sus ajustados jean oscuros.

—No mires mi trasero, gran pervertido. —se dejo caer en el sofá de cuero rojo antes de mirarme con el ceño fruncido—. Compórtate o no te diré lo que me dijiste estando borracho.

Me senté frente a él—. Creo que eso no importa —me encogí de hombros—. Mientras no haya rogado, estoy bien con cualquier cosa que te haya dicho.

Sus ojos verdes me miraron con curiosidad unos segundos antes de que se sacudiera, dándole la atención a la joven mesera que se acercó a tomar nuestras ordenes. Era pequeña y sonriente, de cabello oscuro que se acomodaba en una trenza que caía sobre su hombro de forma desordenada. Sus ojos azules se posaron en mi, el temor escrito en sus rasgos mientras anotaba lo que le pedía antes de mirar a Erick. Sonrió.

—Hey, Erick —se inclinó y besó la mejilla del moreno.

Me aclaré la garganta, logrando que la niña-me-creo-linda se apartara del moreno. Eso me dio cierta satisfacción... que duro hasta que Erick abrió su maldita boca.

—Shelly, ¿Como estas? —mierda, Erick le estaba devolviendo la estúpida sonrisa. Esto no estaba yendo como pensaba—. Hace tiempo que no te veía.

—He estado muy ocupada en el trabajo, ya casi no tengo tiempo de ir a la academia —me miró y no oculté mi fastidio de ella. Tosió un poco antes de darle una sonrisa temblorosa al moreno—. ¿Que vas a querer?

—Tráele una malteada de fresa y desaparece. —gruñí.

Si no hubiese sido por la expresión de fastidio de Erick, me hubiese reído de lo rápido que la chica desapareció detrás de la barra. El ceño se profundizo en la bonita cara del ojiverde y supe que mi dolor de cabeza estaba a punto de intensificarse.

—¿Por qué hiciste eso? — Me encogí de hombros.

— Esa chica está enamorada de ti, no me gusta eso — respondí simplemente.

—Ella no estuvo ni cinco segundos aquí, ¿cómo rayos sabes que está enamorada de mi?

—Tengo buen ojo para eso.

—Eres un idiota.

—Si, eso ya me lo habías dicho, mio piccolo —acepté—. No va a cambiar, nací idiota y moriré siéndolo. Cambia el rollo, ¿quieres?

𝖒𝖎 𝖕𝖊𝖖𝖚𝖊ñ𝖔 - joerick (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora