Capítulo veinticuatro.

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[JOEL]

—¿Con cuántas personas te has acostado?

La pregunta sorpresiva de Erick casi hace que caiga de la cama. ¡Joder con el niño y sus demasiado directas cuestiones! Su cabeza subió de la almohada, donde habia tenido el rostro enterrado y me miró con expectación, en espera de una respuesta. El niño me había obligado a levantar mi perezoso culo, limpiar mi habitación y darme un necesitada ducha. Cuando salí del baño, lo encontré acurrucado en mi cama y no había resistido el impulso de acostarme a su lado.
No tenia ni idea de como el chico habia pasado de estar durmiendo a cuestionarse mi vida sexual.

—¿Por qué rayos quieres saber eso? —musite extrañado.
Sus mejillas se colorearon y bajo el rostro a la almohada, negando con la cabeza—. Olvidalo.

—Si, eso no va a suceder —enrredé mi brazo en su cintura y lo jalé, acercandolo—. Puedes decirme cualquier cosa, piccolo. ¿Por qué estas interesado en saber eso?

Sus ojitos me miraron bajo sus largas pestañas, sus mejillas tan rojas como manzanitas.

—Yo... —trago—. Yo quiero saber a que me estoy enfrentando.

—¿Eh?

—Es vergonzoso, Joel, déjalo. —la última palabra se ahogo en la tela de la almohada.

Reí entre dientes—. No, no voy a dejarlo pasar, cariño —lo giré—. Dime a que te refieres.

—Es que, yo jamás he estado con nadie —su rostro se coloreo aun más si eso era posible—. Y quiero ser bueno para ti pero tú has tenido tantos amantes antes, Joel —se mordió el labio, posando su mirada en mi pecho—. ¿Qué pasa si lo hago mal?

Subí su barbilla con mis dedos, obligandolo a mirarme.

—Primero que nada, ¿por qué estas pensando en ello ahora? Me has dicho desde que nos conocimos que no te acostarías conmigo.

—Si pero... si yo soy bueno para ti, en eso, tu no me dejarás, ¿verdad?

Sus ojos eran enormes en su pequeño rostro y llenos de una fragilidad e inocencia que no me habia dado cuenta de que Erick poseia. Si, era joven pero el niño se defendía tan bien que habia olvidado la dulzura de la adolescencia, la ignorancia ante la vida misma. Yo habia recorrido más camino que el que mi edad me permitía pero Erick, él recién estaba comenzando a conocer lo que es una relación y los sentimientos y obligaciones que esta conlleva.

Enroscando mis brazos a su alrededor, lo jalé a mi pecho. Levantando la cabeza, beso mi barbilla y me miró.

—No voy a mentirte y decirte que no quiero tener sexo contigo, porque creeme, he tenido muchos sueños respectivos a ello —acepté—. Pero no quiero que tu te entregues a mi solo porque temes que te deje. Bebé, ni aunque la casa saliera volando como en el Mago de Oz te dejaria ir.

—¿En serio?

Asentí. Su rostro se ilumino pero me di cuenta de que aun no estaba muy convencido de mis palabras. Suspiré.
—Ven aquí, piccolo —sentandome contra el cabecero, lo jale hasta que estuvo sentado a horcajadas sobre mis piernas. Nuestros rostros a la misma altura—. ¿Sabias que las golondrinas eligen de quién se emparejan de por vida?

Me miró totalmente confundido pero negó—. No lo sabia.

—Pues lo hacen —afirmé—. Ellas viajan miles de kilometros para encontrar una pareja y cortejarla. Y luego de que la toman, jamás se separan.

—Eso es lindo.

—Yo tambien lo creo —sonreí, besando su mejilla—. Nosotros seremos como las golondrinas, Erick. He viajado mucho en esta vida, en todos los sentidos, pero creo haber encontrado mi pareja en ti. Y no necesito que me enseñes tu plumaje para elegirte. Yo soy quien debo demostrarte que valgo el riesgo, ¿entiendes?
Mientras me quieras, aquí estaré. No necesito ninguna otra muestra, por que ya soy adicto a ti y no hay manera de que te deje ir.

—¿Hablas en serio?

Asentí, ganandome una gran sonrisa de su parte.

—¿Y que hacen las golondrinas para emparejarse?

Maldición con el niño, no me dejaba pasar una. —Bueno, ellas... se dan besitos. —mentí.

Se acerco y rozó nuestras narices, en un besito de esquimal—. ¿Así?

—Creo que nosotros podemos usar nuestros labios.

Rió. Acercandose nuevamente, dejó un beso en la punta de mi nariz y se hizo para atrás, mirandome a los ojos—. ¿Así esta bien?

—Nop —negué—. Yo te enseño como lo hacen.

Ni siquiera lo dejé responder antes de girarlo sobre la cama y colocarme sobre él. Su suave y lacio cabello moreno se desparramó por la almohada. Acercándome, uni nuestros labios suavemente. Una corriente eléctrica, como ondas de fuego recorrió mi cuerpo directo hacia mi entrepierna. Era increíble lo rápido que me ponía en marcha cuando tenia a Erick en mis brazos. El chico era como un bote de viagra entero para mi.

El moreno se removió debajo de mi cuerpo mientras mordía sus suaves labios. Su desesperación era palpable, y me asombraba lo agitado que el niño lograba ponerse bajo mi toque. Un simple beso y Erick se derretía, tan suave y dulce, se rendía totalmente en mis brazos dándome el poder de hacerle lo que quisiera. Enseñarle todo lo que sabia.

Separándome de sus labios, observe sus ojos brillantes mirandome con tal admiración y confianza que si hubiese estado de pie, habria caido de rodillas ante tal muestra. El chico sería mi muerte, lo confirme cuando abrió la boca.

—¿Me tomaras ahora? —susurró—. ¿Como las golondrinas?

—Sabes lo que me estas pidiendo, ¿verdad?

Asintió suavemente—. No soy tonto, Joel, sé lo que ellas hacen —sonrió—. ¿Prometes que seremos como las golondrinas?

—Lo prometo, piccolo.

—Entonces tomame como tu pareja, Jowy.

Si, definitivamente el chico pretendia matarme, solo encontraba esa explicación pausible. Besándolo nuevamente, me deleite con el dulce sabor que sus inocentes labios destilaban. Erick era intoxicante, mi propia droga privada. Mi dulce addicción.

Su delgado cuerpo se arqueo contra el mío cuando baje por su barbilla, humedeciendo su piel a mi paso antes de dejar un pequeño mordisco en su cuello. Jadeó suavemente, sorprendido ante la aparición de mis dientes. Una risita sin aire escapo de mis labios y sentí su manita golpeando mi cabeza en castigo.

En un movimiento rápido, quite su camiseta y observe el pecho recien descubierto. Su piel brillaba dorada bajo los suaves rayos del sol que se colaban por mi ventana. Sus pequeños pezones de un rosa oscuro, se endurecieron como pequeñas piedritas cuando la brisa fria soplo sobre ellos. Erick me miró expectante mientras observaba su cuerpo, pequeño pero perfectamente definido, no pude evitar pasar mis manos sobre su suave piel de porcelana. La piel de gallina le siguió a mi tacto y Erick se estremecio cuando besé su pecho suavemente.

—¿Estás bien? —susurré.

Asintió suavemente, aunque su mirada era totalmente vacilante. Subiendo besos por su pecho, llegue a su boca, besándolo suavemente mientras pasaba mis manos tranquilamente por sus brazos, en un gesto tranquilizante. No quería que Erick se asustara o estuviese tenso, lo queria tranquilo y listo para mi.

Tomando sus muñecas, subí sus manos sobre su cabeza lo más suave que pude. El niño se aferro a la almohada en cuanto sus dedos tocaron la tela, logrando que sonriera mientras me alejaba de sus labios rojos e hinchados por los besos. Bajando mis manos nuevamente, deje suaves toques por la piel de sus costillas hasta llegar al elastico de sus pantalones de chándal y nuevamente hacia arriba.

—Estas más tenso que una cuerda de guitarra, bebé —susurré—. Tranquilizate.

—No puedo. —se quejó—. En este momento soy muy consciente de que me estás tocando y de que me verás desnudo y que me estas tocando en lugares que nadie más toco y que...

Cubri su boca con mi mano, sonriendole—. Respira, piccolo, no quiero que te desmayes.

—Lo siento. —susurró cuando lo libere.

Bese su barbilla antes de pasar a su nariz y finalmente a sus labios. Gimió en protesta cuando lo unico que hice fue dejar apoyados nuestros labios unos segundos. Riendo entre dientes, me alejé y me pare a un lado de la cama, dandole la espalda.

—Sube sobre mi espalda, piccolo.

—¿Eh?

—Que subas —repeti.

—¿Para que?

—Confia en mi —pedi haciendo un gesto con mis manos—. Sube.

Erick rodó los ojos y gateo por la cama hasta que se prendio a mi espalda como un monito. Acomodando su liviano peso, hice una mueca.

—Estas muy delgado —me queje—. Necesitas comida.

—Soy un bailarin, dah —me recordó—. Se supone que sea liviano.

—Pues no me parece —negue, tomando los materiales y caminando hacia la puerta—. A partir de mañana comenzaras a comer la comida militar de Dacel. Eso te dara un par de kilos extras.

—¿Me quieres engordar?

—Sip. —acepte—. Quiero verte rellenito.

Eso me hizo ganarme una risita tonta de su parte. Caminando por el pasillo, hacia la parte de la casa que casi no era utilizada, di un par de vueltas y subi las ultimas escaleras, hasta que llegue a la puerta que queria.

Sabía que a Erick iba a encantarle esa habitación. A mi me gustaba por lo que siempre lo mantenia muy bien arreglado, aunque solo yo era quien entraba allí.

El solárium era enorme. De forma hexagonal, sus paredes y techo eran totalmente de cristal, por lo que estaba totalmente iluminado con la luz del sol. Piso de madera oscura y almohadones y mantas de todos colores amontonados en el centro. El solárium habia sido construido como un tercer piso, escondido sobre la casa. Mamá y sus gustos extravagantes, ¿recuerdan?

—Wow —Erick se escurrió por mi espalda hasta quedar en sus pies y entro a la habitación con la boca abierta, mirando en todas direcciones—. ¡Esto es genial!

—Sabía que te gustaría —corriendo hacia él, lo tome en brazos al estilo princesa y deje un sonoro beso en su boca, arrancandole una risa—. Soy malo con el romantisismo, así que tenme paciencia.

—No quiero romance —giró los ojos—. Te quiero a ti, en todo tu esplendor.

—¿Seguro?

—Sip.

Caminado hasta las almohadas, lo deje sobre sus pies y lo despojé de las pocas prendas que le quedaban, dejandolo totalmente expuesto a mi mirada. Parandome frente a él, acaricie suavemente su pecho con mis nudillos mientras besaba sus mejillas, parpados, nariz y boca. Mis manos se deslizaron por su delgado cuerpo, la piel sin fallas era como seda bajo mis dedos.

Rodeando su cintura con mi brazo, lo lleve hasta que quedo recostado sobre las almohadas. Besé su cuello y pecho, dejando marcas con mis dientes. Me gustaban dejar chupones, lo acepto, pero verlos en Erick era mil veces mejor. Mis labios se deslizaron por su pecho hacia su abdomen, mordisqueando su ombligo cuando llegue allí.

Su pene golpe mi menton cuando llegué a su entrepierna, las gotas de presemen brillando en la punta rosa oscura del mismo me tentó a sacar la lengua y probar. Amargo y salado, el sabor inundo mi boca. Erick gimió fuerte cuando lo tomé en mi boca. Por lo general no era yo quien hacia las mamadas, si no que alguien me las hacia a mi pero bien podia recordar mis pocas experiencias y darle un buen momento al niño.

Tomando todo lo que podía dentro de mi boca, me moví de arriba a abajo sobre su miembro. Sintiendo la dureza como el acero, forrada con piel suave como la seda, deslizandose sobre mi lengua y una y otra vez. Para ese momento Erick ya estaba hecho un lio de gemidos y jadeos, aferrandose a mi las almohadas detrás de él mientras intentaba alzar las caderas hacia mi boca. Sosteniéndolo quieto, me moví más rapido, controlando su estado gracias a su respiración.
—J-Joel. —tartamudeo.

Mirandolo entre mis pestañas, le di un guiño mientras humedecia mis dedos con el lubricante y buscaba su pequeño agujero, girando mi dedo sobre el mismo en círculos antes de apretar suavemente. Mi dedo se deslizo hasta la mitad dentro de su cuerpo y Erick temblo en mi boca, estaba demasiado cerca y tenia toda la intención de empujarlo por el barranco. Sacando y metiendo el dedo, logré que entrara todo antes de sumar un segundo dedo y buscar su punto dulce. Supe que lo habia encontrado cuando Erick hecho su cabeza hacia atrás, gritando mientras su dulce corrida inundaba mi boca.
Quitando mis dedos de él, coloque rápidamente un condón sobre mi erección y le coloqué abundante lubricante, en un intento de no hacerle daño a Erick. Subiendo por su abdomen, bese cada pequeño trozo de piel, mordisqueando sus pezones en el camino hasta que llegue a su boca.

Besandolo nuevamente, tome su miembro en mi mano y comence a masajearlo, en un intento de que volviera a endurecerse. Me separe de su boca y jadeo.
—¿Listo para mi, piccolo?

Asintió suavemente, el miedo visible en sus ojitos. Besando sus ojitos, guié mi miembro a su entrada y empuje suavemente mientras acariciaba su cuerpo con mi mano libre. Introduciéndome dentro de su cuerpo, observé con detenimiento sus facciones buscando cualquier molestia y deteniendome con cada mueca de incomodidad. Luego un rato de cruel tortura, logré estar totalmente dentro de su cuerpo por lo que me detuve.

—¿Ya? —susurró.

—Ya. —asentí con una sonrisa mientras apoyaba mi frente en la suya y entrelazaba nuestras manos sobre su cabeza—. ¿Puedo moverme, piccolo?

Erick me miró por unos segundos antes de que asintiera. Los primeros empujes me dieron como resultado muecas y jadeos pero luego de una ronda, el niño comenzo a gemir y a empujarse contra mi. Erick era tan estrecho, el fuego corría por mis venas con cada embestida, cada jadeo y cada gemido que mi pequeño soltaba. Dios, supe desde un principio que cuando lo hiciera con Erick sería genial pero esto superaba mis expectativas.

Los rayos del sol calentaron nuestra piel mientras lo hacia mio dulcemente. Mis labios su pegaron a los míos. Erick subió las piernas y las enredo en mi cintura. Mi ritmo comenzo a aumentar al mismo tiempo que la ansiedad de ambos por llegar. Pegué mi boca a su oido, mientras gruñia.

—Vi amo tutti la mia vitta... —gruñi en su oido, mi ritmo aumentando—...come rondini. *

Erick hecho la cabeza hacia atrás en ese momento y un gemido ahogado salio de sus labios cuando lleno nuestros pechos con su liberación. Sus musculos internos apretaron mi erección llevandome directamente al extasis.
Te amo para toda la vida... —susurró Erick—... como las golondrinas.

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*por si no queda claro, erick traduce lo que dice joel*

y aquí está, el otro capítulo que os prometí, sin duda uno de los más bonitos y especiales!

recordad que me encanta que dejéis votos y comentarios 🥺

espero que estéis todxs bien 🖤

ale.

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𝖒𝖎 𝖕𝖊𝖖𝖚𝖊ñ𝖔 - joerick (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora