Capítulo siete.

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[ERICK]

—Hey, cariño, pensé que ya te habías marchado a la academia. —la abuela sonrió mientras dejaba una taza de té sobre la mesa frente a mi y se sentaba en una silla cercana.

No contesté. Tomando un sorbo de la dulce bebida, dejé caer la cabeza hacia atrás y disfruté de la suave brisa mañanera acariciando mi rostro y jugando con mi cabello. Amaba sentarme en las sillas que se encontraban en el jardín trasero. El juego de sillas y mesa, de acero, había sido rescatado por mi tía en una subasta y la misma lo había ubicado debajo del único árbol lo suficientemente grande como para darle sombra.


A pesar de que el mismo había sido colocado allí hacia años, yo parecía ser el único que lo usaba frecuentemente. Me gustaba sentarme en una de las sillas y dejar mis pensamientos vagar. Era tranquilizador escuchar el mundo tomar vida mientras el sol calentaba mi piel con sus primeros rayos.


—¿Que está pasando por esa cabecita? —la voz de la abuela era dulce y suave, y cuando la miré me estaba dedicando una sonrisa cariñosa mientras acurrucaba sus dedos alrededor de su propia taza de té.

—¿Como sabes que tengo algo en mente?


—Conozco esa expresión —me miró con ternura—. Es la misma expresión que tu mamá ponía cuando estaba pensando muy duro en algo, tu eres exactamente igual a ella en ese aspecto.

Sonreí—. Me hubiese gustado conocerla.


—Estoy segura de que ella estaría muy orgullosa de ti, de ambos —aseguró—. Pero tu, eres su viva imagen cuando tenia tu edad.


—No sé como me hace sentir eso —tomé un sorbo de té—. ¿Qué tan malo es que te comparen con tu madre cuando eres un chico?


Eso logró que ella riera entre dientes—. No tiene nada de malo —dijo—. Tu puedes ser tan delicado como un colibrí pero hasta ellos tienen un alma fuerte, luchadora.


—¿Que tan fuerte hay que ser para salvar a una persona de su propio infierno? —musité, más para mi que para ella. Recordando las palabras de Joel, por teléfono, la noche anterior.

—Demasiado —aceptó—. Pero eso no lo hace imposible.

—¿Ni aunque esa persona haya perdido todas las esperanzas de salvarse?

Ella me sonrió—. Siempre pueden nacer nuevas esperanzas, cariño, solo debes saber que semillas arrojar para hacerlas crecer.

—No estoy seguro de si debo intervenir.


—Supongo que primero debes descubrir si el riesgo vale la pena, ¿no te parece? —sus ojos grises me miraron con curiosidad.


—Temo perderme a mi mismo por una fantasía, abuela —miré a mi taza—. Tengo tantas esperanzas por el cuento perfecto que temo equivocarme y hundirme en algo de lo que luego no pueda salir.

Me examino por unos segundos, como si estuviese buscando algo antes de sonreír—. Problemas con cupido, ¿eh? —elevó una ceja, burlona—. El amor es la cosa más engañosa con la que tropezaras en la vida, cariño, te equivocaras muchas veces pero nunca debes dar un paso a un lado solo por miedo a cometer un error o salir herido. Por que si no hay corazones rotos, entonces no hay amor verdadero.


—Eso no tiene mucho sentido —suspiré—. Pero de todas maneras no es amor —me pase una mano por el rostro—. Es... complicado.

—Explícamelo.

—No sé si puedo.

—Inténtalo. —presionó.


—Juzgue a una persona por su apariencia y forma de vida —le di un vistazo antes de mirar a la hierba que brillaba con gotas de rocío—. Pero ahora, esa persona, me mostró otra cara y estoy... confundido. Está sufriendo y quiero ayudarla pero temo salir herido de ello.


𝖒𝖎 𝖕𝖊𝖖𝖚𝖊ñ𝖔 - joerick (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora