Capítulo veintisiete.

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[ERICK]
—¿Qué estas haciendo? —Sebas subio la vista de su revista de modas y me miró con curiosidad.

Mirando el bol lleno de harina en mi mano y la espatula en la otra, le di me mejor mirada de "¿estas de broma?"
El rizado rió.

—Si, ya sé que estas "cocinando" —hizo comillas imaginarias con sus dedos—. La pregunta es: ¿Por qué lo estas haciendo? —miró con el ceño fruncido el desastre que habia hecho en cinco minutos y reformulo— ¿Por qué lo estas intentando?
—Porque tengo hambre. —respondi.

Volteandome, me trepé sobre la mesada para poder llegar al estante más alto, donde se encontraba el azúcar o al menos eso creia. No utilizaba mucho ese espacio de la casa, a decir verdad era un asco cocinando pero valia la pena intentarlo. Si no me salia bien, siempre podia utilizar a Sebas como conejillo de indias y pasarlo hacia el otro lado de la linea. De todas maneras, si seguia comportándose como el niño mimado que era, alguien haría el trabajo antes de que mi comida hiciera efecto en él.

Una vez tuve el paquete en mi mano, di un salto y cai sobre la punta de mis pies, haciendo un giro antes de terminar con una pose. Sebas rió entre dientes antes de comenzar a aplaudir como un niño pequeño mi gran hazaña.
—¿Vas a decirme por qué cocinas?
—Porque tengo hambre —sostuve—. Ya te lo dije.

—Erick, si tuvieses hambre ya habrias llamado a la pizzería o le hubieses pedido a tu abuela que te prepara algo —razonó—. Además el hecho de que, desde que tenemos ocho, no has puesto un pie en la cocina con la intención de utilizarla, ¿por qué lo haces ahora?

—¿Por qué me fastidias? —replique—. ¿Por qué rayos estas en mi casa? ¿Por qué diablos sigues aquí? ¿Por qué te aguanto? ¿Por qué soy tu amigo? Existen tantos "por qué" sin respuesta, Sebas, no le busques la quinta pata al gato.

—Esa ya se la encontraron. —aseguró. Rodee los ojos—. ¡En serio! Es un fenomeno el pobre bicho pero tiene cinco patas, te lo juro.
—Pues no le busques el tercer ojo al cerdo, ¿quieres?

—¡Mi tia tiene uno de esos! —chilló.
—¿La de la granja?
—Si, esa. —asintió enfaticamente—. Es tan adorable, se llama Fatty.
—¿Tu tía?
—¡No, el cerdo! —me miró con el ceño fruncido—. Mi tia se llama... la tia que tiene la granja.
—¿No sabes como se llama tu tia? —lo miré alzando una ceja.

—Tengo cosas más importantes que recordar que el nombre de un familiar que usa botas de goma todo el año.

Dejo la revista sobre la isla finalmente y se acomodo en su banco, mirandome como si lo que hubiese dicho tuviera toda la coherencia del mundo. Mira que el niño era raro, aun no tenia ni idea de porque me juntaba con él.

—Trabaja en una granja, es obvio que tiene que usar botas de goma. —la defendi.

—Si, pero eso no quiere decir que tenga que perder el estilo —aseguró—. ¿Acaso no has visto mis botas de goma?
—¿Hablas de las blancas con estampados de rosas que llevaste al viaje de fin de curso?
—¡Exacto! —asintió—. ¿Acaso no son cool?
Rodee los ojos mientras colocaba el azucar en la mezcla que habia hecho—. Si tu lo dices.
—Esa mujer no sabe nada de moda, no podemos compartir genes, me niego.
—No puedes... —sacudí la cabeza—. ¿Porque estamos hablando de esto?

—Por que tu no quieres decirme cual fue el milagro que te ha traido a la cocina y puso esos benditos instrumentos en tus manos.

Lo ignoré, concentrándome en mezclar todos los ingredientes dentro del recipiente en su lugar. Ni en mil años admitiria el hecho de que queria cocinar algo para Joel, mucho menos se lo diria al rizado boca floja que tenia por amigo. Hey, que aun tenia mi orgullo de hombre y conociendo a Sebas, seguramente comenzaria a burlarse de mi por ello.

Di un salto hacia atrás y casi caigo sobre mi culo cuando Sebas apareció frente a mi. Llevaba un gorro marron con orejas de oso, de esos que tenian los guantes con forma de garras incluidos. Su camiseta, al contrario de lo usual, era de un simple blanco con unicornios negros por todos lados y unos desgastados jean azules colgaban de sus caderas. Era extraño verlo tan... simple.

—¿Porque estás vestido así? —pregunté.

—¿Así como? —miró hacia abajo, metiendo las manos en los guantes—. ¿Que tiene de malo mi ropa?
—No lo sé, es tan... incolora —negué—. No es para nada tu estilo.

Rascó su barbilla con una de sus garras y miró hacia la ventana, sus ojos perdiendo algo de brillo mientras parecia estar pensando en algo. Al final, me dedico un intento de sonrisa y sacudió la cabeza.
—¿Por qué habria de decirtelo si tu no quieres decirme porque haces esto?

Dejando el recipiente sobre mesada, observé con atención al castaño. Ahora que lo miraba con cuidado, muchas cosas que habia pasado por alto saltaron a la vista. La primera era que el esmalte de sus uñas habia desaparecido, al igual que el sutil maquillaje que usaba. Sus labios no habian perdido el color sandia que tanto lo caracterizaba pero se notaba que no llevaba el labial salmón que le habia regalado en su cumpleaños y que adoraba. La ropa era la mayor pista pero cuando me acerque y jalé las orejas de su gorro, la falta de sus bien definidos rizos me sorprendio.
—Sebas, ¿que le paso a tus rizos? —musité.

Sebas tenia rizos naturales pero como él siempre decia, estos necesitaban cierto tratamiento al despertar para verse esponjosos. Ahora, eran solo un monton de cabello ondeado y desordenado bajo el gorro de osito.
—No tuve tiempo de arreglarme. —contestó rapidamente.

Las palabras habían salido demasiado rápidas para mi gusto. El habla de Sebas era una tortura generalmente pero cuando se ponia nervioso las palabras salian bastante fluidas y con velocidad.
—Sebas. —pedí nuevamente.
—Te lo digo si tu me dices por qué cocinas.

—Eso es chantaje —me queje pero la falta de luz que estaba viendo en él me preocupaba así que decidi que podia dejar mi orgullo a un lado por un segundo. Suspiré—. Bien, te lo diré pero dime lo que te sucede primero.
—El abuelo está de visita. —soltó—. Ahora dime porqué cocinas.
—Espera, ¿que? —lo detuve con gesto de mano—. ¿Tu abuelo esta aquí? ¿El imbécil homofóbico?

—Si, él se esta quedando en casa por unos días —se movió nervioso, jugando con las garras de su gorra—. Mamá me pidio que bajara mis niveles de arcoiris hasta que se vaya.
—Ya veo. —asentí.

Josh, su abuelo, era una gran y arrugada molestia. Lo habia conocido durante una navidad, cuando Sebas me habia invitado a cenar en su casa. El viejo era un hijo de perra con todas las letras, un ex-militar que creia que todo el mundo debia hacerle caso. Amargado, viejo y solitario, esas palabras lo describian a la perfección. Por desgracia Sebas era todo lo contrario, al parecer esto molestaba al tipo y trataba al rizado peor que aun perro callejero.

Pero yo no podia hacer nada por defenderlo, era su familia. Lo que si podia era distrerlo mientras estuviese en mi casa, hacerlo mejor para cuando tuviese que volver a sufrir la ira de su abuelo.

—¿Por qué no vas a buscar el rizador de Nadia? —pedí, apretando los labios un segundo y arrepintiéndome por lo que estaba a punto de decir—. Puedes hacerme rizos si eso te levanta el animo.

—¿En serio? —sus ojos quedaron enormes en su rostro, emocionado.

Oh dios, ya estaba arrepintiendome pero la tristeza que podia ver en su rostro me estaba matando. Sebas era como mi hermano, no podia simplemente ignorarlo. Por desgracia, el chico tenia una especie de fijación con hacerle rizos a todo el mundo. Una vez me habia atrapado dormido y habia rizado la mitad de mi cabello.

Ahora al menos podia hacerlo en toda mi cabeza y no parecería loco.
—Si, seguro. —acepte.

—¡Genial, genial, genial! —chilló mientras saltaba, una sonrisa de hoyuelos adornado su rostro—. ¿Puedo maquillarte?
—No te abuses.

Puso mala cara por uno segundo antes de que su sonrisa volviera—. Bien. —se quitó el gorrito y lo puso en mi cabeza—. Cuidame esto, a él no le gusta que lo use.
—Ve a buscar el rizador. —lo empuje hacia la puerta mientras me giraba hacia el recipiente de mezcla.
—Espera —se detuvo en el marco de la misma—. No me dijiste porqué estas cocinando.

Mierda, pensé que habia podido librarme de la pregunta. Haciendo una mueca, comencé a colocar los demas ingredientes.—. Haré galletas para Joel.
—¿Para Joel?
—Si.
Se quedo en silencio por unos minutos y llegue a pensar que se habia ido, hasta que volvió a hablar—.
¿Estas seguro de que no quieres que te maquille? Las amas de casa por lo general usan al menos labial.

—Si no te vas en este instante, te meto en el horno junto a las galletas. —gruñi, mirandolo sobre mi hombro justo a tiempo para verlo salir corriendo de la cocina, riendo todo el camino.

Brazos enfundados en una chaqueta de cuero rodearon mi cintura y me jalaron, pegando mi espalda a un calido cuerpo. Aliento caliente cayó sobre mi oido y estaba a punto de gritar cuando la persona hablo—. Galletas para mi, ¿eh? No me dijiste que sabias cocinar, piccolo.

—Joel. —suspiré, apoyandome en su pecho para poder mirarlo sobre mi hombro—. ¿Cómo entraste?

—No debes dejar las ventanas abiertas —rio—. Gente pervertida podria meterse por ellas e intentar llevarse tu inocencia.

—Oh pobre de mi —reí—. Creo que necesito que alguien cuide de mi, entonces.

—Lastima, no hay nadie aquí para defenderte de mis perversas intenciones —sonriendo, me giró y aparto las cosas que habia estado usando antes de subirme a la mesada y colarse entre mis piernas—. ¿Estas solo?
—Uh-uh —asentí—. Gabe llevo a la abuela y a tia Grace a hacer las compras. ¿Por qué?
—Porque tengo ideas —movió sus cejas antes de hundir su rostro en mi cuello, haciendome temblar.
—¿Que tipo de ideas? —gemí cuando mordió mi piel.
—Ideas pervertidas.

Sentí sus manos acariciando mis muslos, haciendo su camino hacia el bulto que comenzaba a formarse en mi entrepierna. Sus manos se detuvieron y su cabeza se aparto lo suficiente para poder mirar hacia abajo, copie su acción y no pude evitar reir.

Joel habia encontrado los guantes con forma de garritas que habian quedado sobre mi regazo y los miraba como si fuesen aliens. Su mirada subio y al parecer, logró notar las orejitas de osito que sobresalian de mi cabello.

—Oh dios —susurró, una sonrisa burlona apareciendo en sus labios—. Estoy a punto de abusar del osito Teddy.

[JOEL]
Me aleje de Erick en el momento justo que el chico arrojo un delicado manotazo en mi dirección. Simplemente no podia parar de reir. El niño era demasiado tierno con esas orejitas de osito y yo queriendo manosearlo. La situación era comica, al menos lo era para mi.

Observé con atención como Erick se colocaba los guantes con formas de garras y las batia en mi dirección, gruñiendo—. Osito Erick para ti, pantera sigilosa.

El niño no podia ser más tierno porque seria ilegal, eso seguro. Mi vida habia cambiado tanto gracias a él, estaba agradecido de que hubiese aparecido en mi vida.

Sonriendo, decidí seguirle el juego.
—Has herido mis sentimientos, pequeño osito.

—Oh, pobre pantera —puso las garritas sobre su pecho—. Si te acercas, te daré un abrazo de oso para curarlos.
—¿Como sé que no es un engaño para golpearme?
—Oh, ahora eres tu quien ha herido mis sentimientos.

Acercandome a él, lo rodee con mis brazos y lo eleve. El niño se enredo a mi alrededor al instante—. Jamás he querido lastimar tus sentimientos, mi pequeño osito.

—¿Quien ha dicho que soy de tu propiedad? —elevo una ceja.
—El hecho de que tengo largas y filosas zarpas que destrozaran a cualquier otro. —me jacte.
—Que pantera más egocentrica. —sonrió, mirandome a los ojos.

—No soy egocéntrico —negué—. Mi universo no gira a mi alrededor, si no que un pequeño osito se ha vuelto mi centro.
—¿A si? —su sonrisa se hizo más luminosa mientras me miraba—. Qué osito más suertudo.
—¿Tú crees?
Asintió, frunciendo la naricita—. Hasta siento celos de ese osito.

—¿Por qué es eso? —eleve una ceja—. Tu mismo has dicho que no eres de mi propiedad, entonces yo tampoco soy de la tuya.
—Yo tambien tengo garras, pantera —me enseño los guantes—. Tu me perteneces, y destrozaré a ese osito.

Reí entre dientes, acercandome a su boca para dejar un suave beso—. Pues que suerte entonces que el único en mi vida es el osito que tengo en mis brazos.
—Más te vale. —rió rodeandome con sus brazos y uniendo nuestros labios.

Lo abracé más cerca, pegando su cuerpo a mi totalmente mientras sentia los guantes acariciando mi cabello suavemente.

La luz de un flash logró que me separara del niño justo a tiempo para ver a Sebas bajar la cámara de su rostro, sonriendo como bobo—. Ustedes dos son la cosa más tierna del mundo. —aseguró. En la otra mano llevaba una caja rosa, la cual agito hacia nosotros—. Les haré rizos a ambos, rizos para todo el mundo.
—Dime que esta de broma. —susurré hacia Erick, quien solo rió mientras besaba mi mejilla.
—Eso te pasa por colarte por las ventanas e intentar abusar de inocentes ositos.

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si me da tiempo, subo otro capítulo 🤭

ale

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𝖒𝖎 𝖕𝖊𝖖𝖚𝖊ñ𝖔 - joerick (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora