Capítulo 32 Amanda

1.7K 166 5
                                    

Volvemos al departamento casi cuando está amaneciendo.

Después de que se fueron todos los invitados, seguimos el festejo con la familia y amigos de Alejandro.

Se lo veía tan feliz. Fue como estar viendo la totalidad del hombre que amo. Ahí me di cuenta que en realidad todo este tiempo que lo conozco solo vi de él, una pequeña porción.

No puedo explicar lo que sentí el verlo conversar y reír con Juan Pablo y un par de amigos de la facultad. Estaba pleno. Y eso me hizo sumamente feliz.

Cuando todos se fueron, nos tomamos un taxi y nos fuimos también. Ricky había estado también en la fiesta junto a su familia, pero a media noche se tuvo que ir, ya que su hija se quedó dormida. Nos dijo que le avisemos cuando nos queríamos ir, pero de ninguna manera Alejandro lo iba a llamar.

— ¿Tomamos unos mates en la terraza? ¿O estas cansada y te querés ir a dormir? — me pregunta abrazándome por detrás.

—Dejame que me saque este vestido y sobre todo los zapatos. Después preparo lo que quieras. — le digo besándolo.

—Si querés te puedo ayudar con el vestido...— me dice como con un ronroneo mientras que me pega a su cuerpo.

—Yo no tengo problema... — le contesto.

—Estas cansada, mejor tomemos mate y veamos el amanecer. Anda antes que cambie de idea... Yo preparo todo. — me dice separándose de mí.

Le hago caso y me voy, quien sabe, después de tomar mate y ver el amanecer retomamos esa idea.

Me voy a mi habitación y me saco el vestido. Me pongo lo más cómodo que encuentro y en los pies, nada. Necesitan descansar... los tacos me mataron. Cuando vuelvo a la cocina Alejandro ya no está, así que lo voy a buscar en la terraza.

Es una mañana hermosa para desayunar mientras que vemos el amanecer los dos acurrucados.

Lo encuentro apoyado en la baranda mirando perdido en el paisaje. Me quedo un momento mirándolo, no puedo creer lo mejor que está, es como si nunca hubiese sufrido esta enfermedad. Sé que puede tener una recaída, pero voy a estar ahí para ayudarlo a levantarse.

Alejandro parece que me siente cerca, porque se da la vuelta y al verme me sonríe.

—Pensé que te habías quedado dormida...—

—Qué mal concepto tenés de mi... — le digo acercándome a él y abrazándolo por la cintura. — Qué hermoso día que va a ser hoy...— le digo mirando el cielo rojizo del amanecer.

—Sí, parece que va a estar hermoso. — me dice pensativo.

— ¿Estas bien? —le pregunto, mirándolo a los ojos.

—Si. Mejor no puedo estar. —

Nos quedamos así por un momento, en silencio, disfrutando de la vista.

— ¿Tomamos mate antes que nos agarre sueño? — me dice dándome un suave beso en los labios. Juro que me derrito.

— Dale. —

Nos sentamos los dos uno al lado del otro tomados de la mano mirando el amanecer más hermoso que vi en mi vida. El cielo poco a poco comienza a teñirse de los rojos más intensos que existen.

—Es realmente hermoso. — susurro sin poder sacar la mirada del cielo.

—Si. — me dice en un susurro. —Amanda, quiero pedirte disculpas nuevamente. Por lo del hotel...— me dice Alejandro mirando el amanecer.

—Alejandro...— comienzo a decirle pero me interrumpe.

—Dejame que trate de explicarte porqué te lo quiero regalar... — Después de un momento en el que me imagino que debe estar eligiendo las palabras que va a usar, sigue. — Vos me devolviste la vida, me ayudaste a salir de ese pozo en donde me encontraba, sin que nadie te lo pida y sin pedir nada a cambio. Y yo simplemente te quise devolver el favor y regalarte algo que realmente te cambie la vida. —

—Alejandro, vos sos mi recompensa. No me hace falta nada más. No necesito que me regales nada, menos un hotel...— le digo y vuelvo a sentir esa sensación en la boca del estómago. —No lo puedo aceptar... —

— ¿Por qué no? — me dice y realmente no entiendo el por qué. Lo puedo ver en su cara

— Pensalo por un momento, ¿Qué crees que van a pensar todas esas personas que estaban hoy en la inauguración? —

—Y qué importa que piensan ellos. Eso no te tiene que importar. —

—Pero me importa. No quiero que piensen que soy una trepadora, ni nada por el estilo...—

—Amanda, eso te lo estoy regalando porque quiero. Vos no me estás pidiendo nada. — me dice mirándome a los ojos.

—Ya lo sé... pero ellos no lo saben y no quiero que piensen eso de mí. — le digo hablándole bajito.

—A mi realmente no me importa que es lo que ellos puedan pensar... lo único que si me importa es que vos seas feliz y si ese hotel te hace feliz, lo que la gente piensa me tiene sin cuidado. — me contesta tomando mi cara con sus manos para poder mirarme a los ojos. —Te amo más de lo que alguna vez pensé que podía llegar a amar a alguien. — me besa.

—Yo también te amo. Pero esto me supera. No puedo aceptarlo...— le contesto susurrándole.

— ¿Sabes que hay otra forma de que ese hotel sea tuyo y que nadie diga nada? —

— ¿De que estas hablando? — le digo sonriéndole. Parece un nene caprichoso que hasta que no se den las cosas como él quiere no va a parar.

Alejandro se pone de pie y tira de mis manos para que me ponga de pie también.

—Como te dije, nunca pensé que me podía llegar a enamorar como lo hice de vos. Te debo tanto... que no me va a alcanzar la vida para devolvete todo lo que hiciste por mí. Esto nada más, el que pueda estar en este momento con vos en la terraza con el viento rozando mi rostro, es una de las cosas que pensé que jamás iba a volver a poder hacer. Pero vos lo lograste. Vos hiciste que pueda salir a la terraza, a la calle... Me devolviste la vida. Y voy a estar en deuda de por vida con vos. —

—Alejandro...—

—Amanda. Dejame que te diga lo que te quiero decir... — hace una pausa. — Amanda, te juro que no me imagino una vida sin que estés ahí conmigo. Cuando miro para adelante, al futuro, estás ahí en cada uno de mis sueños. Sé que no voy a poder vivir sin vos. Te necesito a mi lado. — me dice tomando mi cara para besarme tiernamente. —Casate conmigo. — me dice de repente y saca del bolsillo del pantalón una pequeña cajita negra de terciopelo.

Se me corta la respiración. No puede ser que esté pasando esto. Alejandro me mira con un brillo en los ojos que nunca le vi. Entonces abre la cajita y me deja ver el anillo más hermoso que vi en mi vida. Es una flor formada por un rubí y bordeado por diamantes.

No puedo hablar. No sé qué decirle.

Sin pensarlo lo miro a los ojos y le digo:

—No me puedo casar con vos. No ahora...—

Alejandro cierra en cámara lente la cajita y me mira con decepción en la mirada.

Me siento la persona más horrible del mundo. Pero tengo mis razones para darle esa contestación.

Alejandro se da media vuelta y sin decirme nada entra en el departamento, dejándome sola en la terraza y con una explicación a mi respuesta, colgando de mis labios.

—Alejandro... — lo llamo. Pero él no me contesta y desaparece en el interior del departamento.

Decido que le voy a dar un momento y me lo voy a tomar yo también. Lo necesito realmente.

¿Cómo puede ser que un día tan importante como él que tuvimos termine de esta forma?

Me pongo a llorar en la soledad de esa terraza, con el temor de haberlo perdido todo... 

Alejandro  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora