Madre 21

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    —He venido solamente para ayudarte —la advirtió la mujer que la había insultado el sábado anterior—. Si querés, y tan solo si querés, puedo ayudarte. ¿Qué decís? ¿Te puedo ayudar o no? —Claudia miraba con ojos fríos a Majo, completamente desconfiables.

    —Vayase de mi tienda, por favor. No quiero a gente como vos acá —la advirtió Majo saliendo del mostrador y quitándose las gafas para ver—. Te diré lo mismo que me dijiste el otro día, si no te vas de mi tienda, llamaré a la policía, de inmediato.

    —Ahora me imitas —Claudia se rió—. ¡Qué infantil! —exclamó—. Pero tranquila, no voy a hacer nada, tan solo ayudarte, ya te lo he dicho —dijo mientras dibujaba en su cara una sonrisa maliciosa.

    Majo suspiró:

    —De verdad —tragó saliva—. Andate. No sos bien recibida en mi tienda, de verdad.

    —De acuerdo —Claudia se encogió de hombros—. Entonces, no te ayudaré. Pero sé dónde está Lali, perfectamente podría hablar con ella y que se comunicara con vos, pero por lo que veo, no quieres aceptar mi ayuda —Claudia suspiró y se dio la vuelta, con la intención de marcharse de la tienda.

    Pero antes de que pudiera salir por la puerta, Majo la agarró del brazo, haciendo que Claudia frenara:

    —Esperá —tragó saliva—. No te vayas, necesito saber dónde está.

    Claudia volvió a darse la vuelta y miró a Majo fijamente:

    —De acuerdo, está bien —volvió a dibujar aquella maliciosa sonrisa en su cara—. Mañana nos veremos en la cafetería que está cerca de mi casa, la que está en la esquina. Te contaré todo sobre ella. Pero ahora tengo que irme —agarró la mano de Majo y la sacó de su brazo poniendo cara de asco—. Nos veremos mañana, vendé muchas plantitas —la dijo con un tono burlón—. Chau...

    —Chau —la respondió Majo, quién pese a no confiar en Claudia, tenía la sensación de que, aquella mujer de cerebro y corazón vacío, sabía algo sobre su hija.    

    Y ella debía conocer esa información. Como fuera.

-...-

PETER:

    Regresé a casa después de un agotador día de trabajo. Subí a mi habitación para darme una ducha y cambiarme de ropa antes de cenar. No había llamado a mi padre para hablar con él sobre el tema de Lali, pero lo hablaríamos después de cenar, siempre y cuando en el caso de que mi madre no metiera la nariz en nuestros asuntos como acostumbraba a hacer.

    Bajé a la cocina. Delia preparaba la cena, y mi madre estaba sentada a la mesa leyendo una revista:

    —Hola, ¿papá y Bautista? —pregunté, al no verles junto a ella en la mesa.

    —Se han ido. No me hablo con tu padre, y no quiero que ese nene esté en esta casa, no se lo merece —me respondió mi madre—. Supongo que tal vez, también quieras irte.

    Levanté una ceja:

    —Con respeto a lo de papá, por mí hagan lo que quieran. Ya son adultos para resolver sus asuntos entre ustedes sin meter a sus hijos de por medio. Pero no entiendo porque Enzo no puede estar en esta casa cuando lleva tu sangre —suspiré—. Ava no la lleva y con ella no tenés ningún problema.

    —Enzo lleva sangre sucia, su madre... —no pudo terminar de pronunciar la frase.

    —Su madre es una chica joven —la interrumpí—. Tanto Isa como Bauti tienen la culpa de que Enzo esté en este mundo. No quieras culpar a Isa solamente.

MADRE (Laliter)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora