Madre 16

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PETER:

Allegra llevaba como diez minutos abrazada a mí sin decir nada. Lali nos miraba de vez en cuando, con el labio mordido y lágrimas en los ojos. La hice muchas señales para que se tranquilizara, pero no pude conseguir nada. Todo esto parecía haberla afectado bastante. Cuatro años, casi cinco, sin ver al padre de tu hija, y ahora, después de menos de una semana, había un reencuentro.

Eran muchas cosas que sucedían muy rápido, y Lali las estaba digiriendo todas sin ninguna medicina. Era muy duro, y entendía todo lo que suponía para ella.

Con cuidado, aparté a Alle de mi pecho y la di un beso en la sien:

—Enana... Sos hermosa, princesita. Abrazá también a mamá, que ha sido la que ha querido que nos reencontráramos —sonreí tierno y Alle abrazó a Lali fuerte. Fue en ese momento, cuando mi exnovia comenzó a llorar, apartó a Alle y se fue al baño.

Allegra me miró haciendo puchero:

—¿Qué la pasa a mami? ¿No se encuentra bien? —me preguntó.

Negué con la cabeza:

—Han pasado muchas cosas en muy poco tiempo y mamá la está pasando mal por eso. No está enferma ni nada, pero su corazoncito llevaba sufriendo muchos años...¿Entendés? —la pregunté. Pero Allegra negó con la cabeza.

Dejé de intentarlo. Allegra tenía cuatro años y no iba a entender toda esta situación ni aunque se la explicara con dibujitos, y eso que era una nena muy inteligente.

—¿Te quedas un momentito acá? —la pregunté mientras la hacía un mimo en la cabeza—. Tengo que ir a hablar con mamá un segundo.

—Okay... —respondió Alle, la cuál reptó por la cama y se sentó al borde mientras la colgaban las piernecitas porque los pies no la llegaban al piso. Mi hija era hermosa.

Tragué saliva y fui al baño del cuarto grande en el que Lali y Allegra habían dormido. Y aunque Lali no me dijo de que podía pasar, abrí la puerta y entré. Estaba sentada en en el piso, con un pañuelo de papel en la mano secándose las lágrimas que corrían por su mejilla. Me miró tristemente, con los ojos llenos de melancolía.

—Lali, cariño... —me senté a su lado en el piso—. Ya sé que todo esto es muy duro. Has estado esperando años para que esta escena tuviera lugar —la besé en la mejilla con ternura—. Pero, ya está. No tenés porque preocuparte, hermosa. Allegra no me ha rechazado, está feliz.

—Allegra te ama. Sonríe de verdad desde que llegaste a su vida. Me siento mal por no haberte buscado antes, soy la culpable de todo esto, ¡soy malísima! —exclamó furiosa consigo misma—. Deberían meterme presa por ser tan mala madre, soy nefasta, ¡te juro que soy nefasta!

La agarré del brazo e hice que me mirase:

—Dejá de decir boludeces, Lali. ¿De qué sos nefasta? —la pregunté—. Yo soy el culpable, yo desaparecí, tendría que haberos buscado a mi hija y a vos. No te culpes, ¡basta! —exclamé enojado—. Te dije que si volvías a culparte por todo esto, te llevaba de vuelta a Buenos Aires.

Ella me miró, tragó saliva y suspiró hondo. Después, bajó la cabeza y miró al piso:

—Lo siento... —se disculpó—. No sé que me pasa, desde hace unos días que con toda esta situación me estoy volviendo loca y me siento fatal por todo lo que ha ocurrido con mi pequeñita...

—Bueno, listo —la acaricié el brazo y con mimos, fui bajando hasta su mano y se la agarré—, esto se termina acá. No te vuelvas loca, nos hemos perdonado y listo. Y ahora, tratemos de que Allegra vea en nosotros a unos padres felices, somos una familia los tres, ¿de acuerdo?

MADRE (Laliter)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora