Madre 48

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LALI:

No me lo podía creer. ¿Cómo lo sabía? ¿Quién se lo había contado? Obviamente, Pablo no había sido, y tampoco ninguna de mis compañeras. ¿Por qué iban a querer arruinarme la vida de esta forma con una persona con la que ya ni siquiera estaba saliendo?

—Quiero que me respondas.

—Me parece muy bien que te esté llamando y me digas que me estoy besando con otra persona. Pero, ¿y lo tuyo con Camila? A mí también me parece muy mal y no te llamo para hablarte de eso.

—No, eso no es así. No quiero hablar hablar de lo mío con Camila —recalcó—. Tan solo te pregunto que me expliques lo de las fotitos.

—Pero yo sí que quiero hablar de lo tuyo con Camila, tampoco me parece bien, y en ningún momento te he dicho nada.

—Claro que no, la señorita educada no me ha dicho nada... Mejor dicho —se burló él—. Nunca ibas a decirme nada al respecto, ¿verdad?

—Ni siquiera lo sabes. No se porque mierda me estás hablando de todo esto si ni siquiera lo sabes.

—Porque te conozco Lali, sé cuáles son tus límites, conozco tus puntos débiles y tus puntos fuertes. Y sé que estás deseando echarme en cara que estoy con Camila, que en verdad no estoy con ella, porque te vio con tan mala cara que decidió dejarme. Está triste por lo qué pueda suceder entre ella y yo, y también porque todo esto pueda afectar a nuestra hija. 

Tragué saliva. O Camila era demasiado buena persona, o todo esto era un teatro que es uno de los dos, bien Peter o bien Camila, estaba creando. 

—¿En serio?

Sí —musitó—. Ella no ha tenido una infancia fácil, ha vivido con su padre en un país diferente que su madre y su hermana. Y no quiere que Alle pase por lo mismo.

—Ajá —me reí—. Claro, Como yo me voy a ir a vivir a otro país... Peter, son estupideces.

—Pues yo creo que es una persona muy inteligente, más que vos y yo juntos.

—No empecés a tratarme como si fuera una mierda, por favor...

—No, no voy a hacerlo. ¿Sabés? En el fondo me das pena, y te quiero, sos la madre de mis hijos...

Sabía que había dicho algo más, pero solo escuché hasta donde decía que le daba pena. Ósea, le daba pena. ¿Qué significaba eso? ¿Qué se ocupaba de sus hijos porque yo le daba pena? 

Era increíble. La relación entre nosotros iba de mal en peor y no había por donde salvarla.

—Te doy pena y por eso estás hablando conmigo —confirmé en voz alta.

—No, no entendés de lo que estoy hablando. Te he llamado para que me lo expliques, nada más. No estamos juntos, no te voy a exigir que me pidas perdón por todo esto...

—Ni siquiera iba a hacerlo.

—Bien, estamos cambiando nuestras vidas, estamos con otras personas, y punto. Si yo quiero estar con Camila, voy a estar con Camila. Y si tú quieres estar con tu jefe, estás con tu jefe. Por mí no hay ningún problema.

—Por mi parte si lo hay... —exigí—. No conozco esa chica de nada, y no quiero que mi hija esté a su lado.

—Hace un rato te he dejado bien claro que Camila no quiere estar conmigo por la situación con mis hijos.

—Bueno, por si se arrepiente de su decisión —dejé claro—. Y ahora, chau. Tengo que hacer cosas.

—Entonces, vas a seguir recriminándome lo de Camila. Aunque ni siquiera vaya a estar con ella.

—Soy libre de hacer lo que me dé la gana.

—Yo también lo soy.

—Sí, demasiado libre. Que te quede claro de que has abandonado a tus hijos, otra vez.

—¡Eh! —exclamó—. No voy a consentirte eso, me estoy haciendo cargo de mis hijos, los quiero.

—Ni siquiera te preocupas cuando voy al médico.

—Ni siquiera me lo cuentas —gritó de nuevo.

—Deberías mandarme un mensaje de vez en cuando para saber cuándo tengo cita en la clínica.

—Lo haré —cedió—. Claro que lo haré. Pero, colabora, ¿de acuerdo? Tenemos hijos en común, y como no colabores todo esto se va a la mierda —su voz sonaba tranquila. Pero yo no lo estaba. 

No conocía el significado de esta llamada. Podía ser una mera provocación, o podía ser de buena fe. No lo sabía...

—Bueno —insistí con ganas de terminar la conversación—. Ahora chau, tengo que hacer cosas.

—Chau —me dijo, y después, cortó.

Y justo en ese momento, mi madre abrió con cuidado la puerta de la cocina:

—¿Qué ocurre? —preguntó.

—Era Peter. Lo he llamado. Ayer ocurrió algo en el trabajo y ha llegado a sus oídos.

—¿Qué ocurrió? —mi madre entró en la habitación y se sentó en la silla de al lado con cuidado.

—Ayer, Pablo me besó en el trabajo. Y alguien nos debió tirar una foto. Y Peter ha visto las fotos. Le he llamado para hablar, y me ha dicho que ha visto las fotos, que le parece muy mal. Y hemos discutido finalmente. no entiendo lo que espera el uno del otro, la redacción cada vez está peor, y me preocupa todo esto por los niños. Ya no solo por Allegra, Que es mayor, que es muy inteligente y se entera de todo. Los pequeños que vienen en camino también me preocupan. Estoy viendo que van hacer y no van a tener un padre —me mordí el labio y me tapé la cara. Mi madre me abrazó.

—No te preocupes, ¿de acuerdo? Yo estoy aquí para ayudarte en todo, soy tu madre...

—Lo sé, y gracias mamá. De verdad, por todo.

—Mate por vos. Y no me importa volver a jugarme la vida por vos y por mis nietos. 

La abracé. Había tardado mucho tiempo en aparecer, pero era la mejor madre del mundo.

-...-

PETER:

Llegué antes de tiempo al hospital y fui a la cafetería a desayunar. Allí me encontré con Eugenia, la cuál vino a sentarse rápidamente conmigo:

—Cómo anda todo —me preguntó.

—Cómo la mierda —respondí—. Mi día ha empezado discutiendo con Lali.

—¿Son conscientes de que tienen una hija y otros dos hijos en camino?

—Claro que si, Euge. Pero no sé por qué narices siempre terminamos discutiendo cada vez que hablamos.

—Puedo hablar con ella, para arreglar las cosas —me dijo con una sonrisa—. En el fondo la amas, Peter. Y no está bien que armen bardo amándose...

—No se si en algún momento va a entrar en razón.

—Lo intentaré —Eugenia sonrió—. Soy casi como una hermana para vos. Y adoro a Lali. Y voy a luchar por lo vuestro.

Sonreí. Euge podía intentarlo, pero conseguirlo era muy difícil.

MADRE (Laliter)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora