Como esperaba, unos cuatro días después de ingresar me dejaron salir de la habitación. Las chicas y Axel vienen todas las tardes a informarme de los cotilleos que aparecen por el instituto. Me dijeron que había gente que pensaba que estaba muerta o en coma. Me reí bastante cuando me lo comentaron. Los chicos con los que vivo no vienen tanto como ellas, pero sí que se presentan a menudo. Bueno, y luego están los demás. Iván, Adrián, Xav, Pablo... Esos vienen hasta por las mañanas. No siempre, pero muchas veces.
Por las mañanas, cuando debería estar estudiando o en el instituto, me hacen pruebas o revisiones o me paseo por los pasillos del hospital. Voy a ver a mi madre, me acerco a la planta de los niños... Siempre con la mascarilla de fibra de carbono que me regaló mi padre hace unos años. Lo que más me gusta de ella es que hace parecer que tiene rayos X. En la planta de niños he conocido a una chica de unos siete años que tiene cáncer. Se llama Noa. Lleva casi siempre un pañuelo rosa suave envuelto en la cabeza. Tiene la piel muy pálida y los ojos marrones. La voy a ver muchos días y juego con ella. Hay días que no se encuentra bien y su hermana de doce años viene a verla. Ella es algo menos alegre que la otra chica, pero tiene sus ojos y el pelo rubio y rizado. También hablo a veces con ella, pero me llevo mejor con la pequeña.
Ahora mismo estoy esperando a que Noa salga de su habitación. Su madre me ha dicho que no va a tardar mucho. Cuando al fin sale, me abraza la cintura. Los abrazos de niños pequeños me dan ternura. Me contradigo, lo sé.
Sí, la verdad es que lo haces bastante a menudo.
Cállate.
-Hola, Soph- me saluda.
-Hola. ¿Cómo estás? ¿Has pasado bien la noche?- le pregunto dándole la mano y guiándola a la cafetería. Me pidió ayer si le podía comprar algo que no supiese tanto a nada. La verdad es que la comida del hospital está malísima.
-Muy bien. ¿Sabes qué he soñado?- inquiere alegre. Yo niego con la cabeza-. Que todos mis amigos de clase venían a visitarme.
-Pues tendrán que hacerlo- comento abriendo la puerta de la cafetería.
-¿Sí?- cuestiona esperanzada mientras entra.
-Sí. Porque lo que sueñan las princesas siempre se vuelve realidad- le aseguro.
-Pero yo no soy una princesa de verdad- baja la cabeza. Me arrodillo para quedar a su altura y le levanto la cara con cuidado.
-Eso es verdad. Error mío. No eres una princesa. Porque, ¿sabes lo que eres?- inquiero. Ella niega con la cabeza, aún apenada-. Eres una guerrera, una luchadora- eso hace que levante la cabeza-. Que los sueños de las guerreras también se cumplen, pero de forma diferente. ¿Sabes cómo?- niega, aún sorprendida-. Porque las guerreras no se rinden hasta que consiguen hacerlos realidad. Y no te vas a rendir. ¿A que no?
Noa sonríe de oreja a oreja y niega frenéticamente con la cabeza.
-No me voy a rendir- exclama llamando la atención de los familiares de enfermos y los propios pacientes. Me río y me vuelvo a poner en pie.
-Bueno, pequeña Noa, ¿qué quieres comer?
-¡Eso!- señala un pastel de chocolate del escaparate. Miro al chico que se encuentra detrás de este y me encojo de hombros. Él sonríe y le entrega el dulce a la niña. Le pago y nos volvemos a la planta de niños-. ¿Quieres un poco?- me ofrece una vez nos hemos sentado en el suelo, con las espaldas apoyadas en una pared, ya que no hay mucho más sitio.
-Pero muy poquito-acepto-, que no puedo tomar mucho azúcar- hago una mueca, aunque ella no la ve debido a la máscara. Al parecer, por la Fibrosis Quística, dentro de no mucho seré diabética. No demasiado, pero los enfermeros me han dicho que es mejor no tentar a la suerte. Bastante poca tengo ya. Tengo que controlarme el azúcar de vez en cuando, eso sí.
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Viviendo con 5 idiotas
RandomSophie tiene que irse a una residencia en L.A. para estudiar bachiller. El problema, vive con chicos... Muchas aventuras, amistades (nuevas y alguna que otra recuperada), algún posible amor y miles de oportunidades se le ofrecerán este año y los pró...