35|Vuelta a casa y malas noticias

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SOPHIE

Llevo unos tres días con las chicas, sin pasar por mi casa. Pero creo que ya es hora de que vuelva. De todas formas, tendré que hacerlo. Tarde o temprano, sé que voy a volver. Tarareo esa canción en mi cabeza mientras bajo a la cocina a por comida. Llevo dos horas estudiando, y tengo hambre. Voy a empezar a recoger mis cosas para ir esta noche a mi casa, con los chicos. También tengo que ir al hospital a visitar a mi madre. Estoy yendo todas las tardes, pero hoy aún no he podido ir, y ya son las diez. He ido a trabajar y, seguramente, duerma muy poco esta noche, pues voy a ir a ver a mi madre y tengo que seguir estudiando para el examen de física de mañana. 

Cojo un yogur de la nevera y me lo subo a la habitación de Sam. A las chicas no les importa que esté aquí. O no lo hacen notar. Ya casi es mi segunda casa. Me han dejado claro que puedo venir con ellas siempre que me harte de los chicos y quiera venir. No he traído ni mucha ropa ni muchas cosas, en general. He tenido suerte de que Eira y yo tenemos una talla y estilo parecidos. No entraba en mis planes ir con la ropa de Steph, que es demasiado... Suya. O con la de Sam, que es mucho más alta que yo. Y ni de coña iba a cogerle ropa a Julie. Que, por cierto, he comprobado que es bastante pesada y muy pija, pero, a veces, es soportable. Meto mis pocas cosas en a mochila del instituto y me la echo al hombro. Las diez y media. 

Julie, Steph y Eira están durmiendo ya. Pero no Sam. Ella se ha quedado a esperar a que me vaya. Me quería acompañar al hospital, pero le he dicho que no.

-Sammy, es tarde. Ve a dormir ya. No hace falta que vengas conmigo.

-¿Segura?- me mira con preocupación.

-Sí, tranquila. Y muchas gracias.

-De nada.

-Hasta mañana- me despido andando hacia la calle.

Como no traigo el monopatín, voy a tardar unos veinte minutos más en ir al hospital. Conecto mi música y me pongo los auriculares. Es miércoles, a las once menos veinte de la noche, las calles están desiertas. Una persona normal, tendría miedo o desconfianza. Pero creo que ya todos sabemos que no soy una persona normal. Ando por las calles con completa seguridad. Efectivamente, después de unos veinticinco minutos desde que salí de casa de Sam, llego al hospital. Entro y me encamino a la habitación en la que se encuentra ingresada mi madre. Llamo delicadamente a la puerta y, al no recibir respuesta, entro con cautela. Mi madre sigue dormida, exactamente igual que los días anteriores. Mi padre también duerme en el sillón de al lado de la cama. Me acerco a mi madre, con cuidado de no despertar a mi padre. Pero no lo consigo. Emite un gruñido y se endereza.

-¿Sofía? ¿Qué hora es?- pregunta.

-Las once y algo.

-¿Qué haces aquí? Es demasiado tarde- me reprocha.

-Lo sé, pero hoy no había podido venir a ver a mamá...

-No hace falta que vengas todos los días.

-Sí hace falta. Vengo a despedirme. Imagina que muere mañana y no me he despedido de ella. No me lo perdonaría.

-Tranquila, Sofía. Los tíos y los primos vendrán mañana- dice, cambiando de tema. Me doy cuenta de que está agarrando la mano de mi madre.

-¿Cuánto le queda?- pregunto mirando al suelo. Pensaba que mi padre me regañaría por esa pregunta, pero no lo hace.

-Tu madre no era de hacer esperar... No es de hacer esperar- se rectifica rápidamente.

-¿Van a venir todos los tíos y las abuelas?

-Sí, y los primos- sigo sin alzar la vista, pero noto que mi padre me mira-. Vete a dormir ya, Sofía. Es tarde. Y mañana tienes instituto.

Viviendo con 5 idiotasWhere stories live. Discover now