Capítulo Diecisiete: El paquete.

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Amber

Diciembre 13, 2016.

Oakland, California.



Debí haberle dicho a la loca frente a mí que no, pero eso es algo que ya no puedo cambiar. Por mucho, mucho que lo desee.

Hago ejercicio, por supuesto que lo hago. Pero nunca con y cómo Charlotte.

Mañana probablemente no voy a sentir ninguna parte de mi cuerpo.

—¡Vamos, Amber! — intento desesperadamente mandar oxígeno a mis pulmones. Charlotte retrocede como si lo que estuviésemos haciendo fuera algo tan simple como saltar la cuerda.

¿Qué clase de castigo deportivo es este?

—Esto...estoy...in...¡Lo intento!

—Solo hemos hecho media hora de ejercicio, esto no es nada. Me dijiste que hacías una, máximo una hora y media por cuatro días a la semana.

—Ejerci...¡ejercicio normal! — ahora entiendo porque Mitchell no quiso seguir entrenando con ella.

—Esto es ejercicio normal, solo no estas acostumbrada — pasa uno de mis brazos detrás de su cuello para así sostenerme. Qué bueno que sea más alta y fuerte que yo porque así puedo dejar caer todo mi peso sobre ella —. Mierda, no quiero donar grosera, pero ¿cuánto pesas?

—Mucho más que tú, eso es obvio — las personas nos miran divertidos, o, mejor dicho, me miran a mi divertidos. Ya quiero verlos pasar veinte minutos con la rubia que me carga, a ver quién se ríe de quien.

—Vamos, ya estamos cerca de mi casa. No seas dramática y usa tus pies — hago caso omiso a su orden, colocando más de mi peso sobre ella, haciéndola maldecir.

Diez minutos, y con un peso diez más que el suyo después, Charly y yo llegamos a su casa.

Solo he venido unas tres veces, en los dos que llevamos de conocernos. Su casa a diferencia de mi departamento es mucho más grande, pero ella ha sabido cómo manejarlo para que no se sienta vacía.

Hay muchos sillones, muchas fotos y muchas flores dentro de ella, tomo asiento en el más largo, recostándome por completo.

—Toma — coloca un vaso sobre la mesa de cristal frente a mí —. Iré a terminar mi rutina, siéntete como en casa. Puedes agarrar lo que quieras — asiento, la escucho cerrar una puerta y después el eco de música sonando dentro del otro lado.

—¡Amber! — salto del susto al escuchar el fuerte ruido justo de lado de mi oreja. Me levanto rápidamente lo que provoca que me maree un poco. —Diría que no puedo creer que te hayas quedado dormida, pero la verdad es que si lo creo ¿Quieres que te prepare algo de desayunar?

—Eso haría que te perdonara por a verme lastimado de esa manera — rueda los ojos, golpeando mi frente—. Deberían catalogarlo como una especie de castigo. Le ayudaría más al país.

—Deja de ser dramática. Tu hombre hace tanto o más ejercicio que yo, y no veo que lo llames enfermo — bufo.

—Porque él no me obliga a hacerlo. Además, me encanta obsérvalo mientras lo hace, luce tan sexy.

—Es una lástima que aún no te lo hayas "comido".

—Jodete— el eco de la carcajada que da resuena por toda la sala y parte de la sala—. No he hablado con él desde hace casi un día.

Dentro del Juego (Completa) (#1 Golden State)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora