Capítulo 11

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-No, Nellie, eso no responde a mi pregunta -suspiró Bellatrix.

-Yo creo que sí -replicó altiva.

-Te he preguntado qué tal te va con Cissy, si te está...

No pudo seguir porque la muggle le pasó los brazos por el cuello y la besó con ganas. La bruja la estrechó contra su cuerpo y respondió al gesto mientras le acariciaba la espalda. Nellie profirió un suave gemido de placer y decidió que quería quedarse así para siempre. Cuando respirar se convirtió en imperativo, se retiró de sus labios y bajó a su cuello. Bellatrix se apartó el pelo e inclinó la cabeza para facilitarle la tarea. Disfrutó unos segundos del besuqueo y al rato murmuró: "Es la tercera vez que haces lo mismo e insisto que esa no es la respuesta que busco, por mucho que me guste".

Nellie lo sabía, pero no quería mentirle y tampoco responder la verdad: que su hermana la hacía sentir mal consigo misma y terminaba triste tras cada rato con ella. Narcissa había accedido a enseñarle cultura mágica y asuntos de protocolo -necesarios para algunas misiones- mientras Bellatrix estaba ocupada con sus tareas de mortífaga. No quería parecer una desagradecida. Le encantaba aprender cosas mágicas, pero el precio a pagar eran continuos insultos a su aspecto, su origen, su falta de educación y de clase... A cualquier otro lo hubiera mandado a la mierda, pero lo soportaba para no decepcionar a Bellatrix ni enfadar al Señor Serpiente. Sabiendo que la relación de las Black no atravesaba su mejor época, no quiso empeorarlo y simplemente respondió sin dejar de besarla: "Bien. Estoy aprendiendo mucho y así me entretengo cuando no estás". No pudo pedir una ampliación de la información porque la muggle se había deslizado bajo las sábanas y buceaba en zonas de su cuerpo que bloqueaban cualquier pensamiento racional.

Desde que su Señor se había marchado y Nellie había ascendido de prisionera a ayudante, pasaban gran parte del día en la cama. Aparte de disfrutar de sus cuerpos también leían, hablaban o simplemente estaban juntas. Y luego estaba el pasatiempos favorito de la castaña: pedirle a la bruja que ejecutara hechizos. Uno de sus favoritos era avis, le maravillaba ver cómo las aves doradas salían de la varita de la bruja. También le encantaban los que generaban fuego o levitaban objetos. Cada día aprendía alguno nuevo y le pedía que los ejecutara para ella. Bellatrix la complacía porque la sonrisa que mostraba su amante era más espectacular que cualquier hechizo, pero fingía mala gana para mantener su fama. Cuando no estaba ocupada, le enseñaba estrategias defensivas. Ese día en la sala de entrenamiento le enseñó su colección de dagas. A la castaña le fascinaron.

-¿Sabes usar un cuchillo? -le preguntó.

-Por supuesto -respondió Nellie-. He trinchado a mucha gente.

La morena suspiró con una mezcla de hastío y fastidio.

-Te he pedido que me dijeras sí o no, no que me pusieras cachonda.

Su compañera rió. Dedicaron varias lecciones a aprender a lanzarlos, que era el aspecto que le fallaba a la muggle. En otras ocasiones, cuando la bruja practicaba duelo con los Lestrange, Nellie se quedaba en un lateral contemplándola con fascinación. Lo mismo hacía la duelista cuando su compañera echaba de menos su oficio y cocinaba algo. Resultaba muy relajante para ambas. Se sentaba en una encimera de la impoluta y deslumbrante cocina y observaba a Nellie preparar bizcochos, empanadas o lo que fuera. Le resultaba hipnótico, sobre todo cuando aplanaba la masa con el rodillo y sus pechos se bamboleaban y amenazaban con salirse a cada movimiento.

-¿Te gusta así? -preguntó la muggle dándole una cuchara para que probara la mezcla- ¿O le pongo más azúcar?

La bruja probó la masa cruda, que le encantaba, y respondió con indiferencia:

-Está muy bueno. Solo estaría mejor lamerlo sobre ti.

Nellie se encogió de hombros. Se sentó en otra de las encimeras, se bajó el vestido y se quitó el sujetador. Se embadurnó desde el estómago hasta las clavículas con la masa del bizcocho y miró a la bruja con expresión de "¿Y ahora qué hacemos?". Bellatrix, que apenas había respirado mientras observaba el proceso, dejó de babear y se acercó a ella con rapidez y elegancia felina. Subió a la encimera, se sentó sobre sus caderas y empezó a chupar con detenimiento. No recordaba si había bloqueado la puerta o podía entrar algún elfo, pero le dio igual. Empezó por el vientre cóncavo y siguió con entusiasmo hasta llegar a sus pechos (zona que la castaña había cubierto con varias capas). Lamió y mordisqueó durante largos minutos mientras Nellie gemía y se retorcía de placer.

Juntas en la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora