Capítulo 29

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Nota: Me habéis dejado varios comentarios preguntado si este fic termina ya. ¡No! Tiene unos cuarenta capítulos, ¡así que aún nos quedan domingos! Muchísimas gracias a todos los que leéis, votáis y comentáis, es la historia a la que más cariño le tengo y me hace muy feliz. Os amo como Rod a las voldyburguesas. 

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La semana siguiente fue casi más ajetreada que la de la guerra. Bellatrix ocupó el cargo de Ministra de Magia, por el momento no se fiaba de nadie para delegar. Su principal ocupación fue reunir un equipo de confianza. Colocó a Rodolphus a cargo del departamento más importante, el de "Operaciones Mágicas Especiales" que incluía la Oficina de Aurores. Su marido era uno de los mortífagos más inteligentes, un gran mago y había sido educado en esas materias desde niño. En el Wizengamot, la corte suprema mágica, nombró a Rabastan, también brillante y con mano dura. Y en el Departamento de Cooperación Mágica Internacional, a Dolohov, pues tenía un don de gentes excepcional y hablaba media docena de idiomas. Bellatrix había aprendido que lo más importante era la confianza, y ellos eran su familia, las únicas personas en las que confiaba ciegamente. Y también eran de los magos más capaces del mundo mágico.

Del Departamento de Misterios se hizo cargo ella misma, después de lo que vivió en aquellas dependencias no pensaba dejarlo en manos de nadie. En el resto de divisiones (mucho menos importantes) nombró a mortífagos cercanos a ella. Y como mano derecha eligió a Adrien de Brienne, el ex ministro francés que renunció a su cargo en su país por ayudarla. Por mucho que quedó satisfecha con su equipo, hubo numerosos momentos de angustia y desesperación.

-Belle -llamó Rodolphus entrando a su despacho-, me tienes que firmar...

Se interrumpió al ver a su mujer en un sillón en un rincón con restos de lágrimas en su rostro. Se acercó a ella y no le hizo falta preguntar qué sucedía. Sabía que la bruja estaba tremendamente agobiada, no sabía por dónde empezar, qué cambios hacer, ni cómo hacerlos. Sentía vértigo de fallar y miedo a que sus aliados se pusieran en su contra. Temía fracasar igual que su maestro. Por eso ambos llevaban días buscando el cuaderno del difunto Voldemort. En las reuniones con los mortífagos a veces le veían garabateando cosas. Incluso en soledad en la biblioteca, el Mago Oscuro tomaba notas sobre sus planes y estrategias. Bellatrix se odiaba por necesitar su ayuda, pero tuvo que rendirse a la realidad.

-Lo he encontrado -murmuró la bruja alargándole un cuaderno de cuero negro.

-¡¿Dónde estaba?! -exclamó su marido- ¡Lo hemos revuelto todo!

-En la caja de seguridad. Resulta que aparece si le lanzas un crucio a ese busto de Salazar...

-¿Cómo has descubierto eso, amor mío?

-Puede que "amor mío" haya tenido un momento (o quizá varios días) de intensa rabia y haya atacado a todo el mobiliario -comentó la bruja-. El muy imbécil puso de contraseña su propio nombre, si es que tenía un ego más grande que mis tetas...

Rodolphus no pudo evitar sonreír. La elegancia y finura de su mujer se disolvían conforme perdía la paciencia. No obstante, no entendió el motivo del disgusto. Quizá los planes no eran muy buenos o elaborados, pero al menos tendrían de dónde partir. Le preguntó a la bruja cuál era el problema. "Ábrelo" respondió ella con amargura. Rodolphus empezó a hojear el cuaderno. Desde la primera página a la última estaban repletas de apuntes en tinta negra.

-Venga, léelo en voz alta, así disfrutamos ambos de los planes de futuro que cuidadosa y concienzudamente elaboró nuestro señor -se burló la morena.

-Eh... -murmuró el mago pasando las páginas a toda velocidad.

-No te molestes, en todas pone lo mismo.

Juntas en la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora