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-En serio sigo sin creerme que te besases con Hwang Hyunjin.- repite Félix por quinta vez en los últimos diez minutos. Los tres amigos avanzan por los pasillos de su instituto a paso lento, de camino a su primera clase de la mañana.- Yo creía que ese tío le daba igual todo. No se habla con prácticamente nadie.

-Ya te he dicho mil veces que fue él el que se me acercó primero.- responde Jeongin, algo desesperado por la actitud de vieja chismosa de su amigo. Después de la fiesta ambos chicos se quedaron a dormir en su casa, y prácticamente lo obligaron a contarles todo lo que le había pasado esa noche.- Fue bastante divertido, así que no me importaría repetir. A parte de que uno de sus amigos nos interrumpió y no pudimos hacer mucho.

-Deberías volver a entrarle.- dice Seungmin con un aire algo distraído, tomándose el tema a la ligera. Sabe que Jeongin no se va a complicar la vida con esa situación, así que él tampoco se va a complicar dándole grandes consejos que no van a servir para nada.- Si no exageras con lo bien que besa, merece la pena que lo hagas.

-Ya veremos lo que pasa.- suspira el menor de los tres encogiéndose de hombros.- Igual no pasa nada otra vez. Tampoco me voy a deprimir. Solo es un tío más.

Ya están frente a su clase, por lo que se despide de los otros dos chicos, que deben ir a otra aula ya que son de un curso superior al suyo. Quedan en reunirse a la hora de la comida en la cafetería para comer juntos, como suelen hacer normalmente, y ver si harán algo juntos esa tarde.

Jeongin entra a su aula sin prisas, consciente de que llega algo pronto. No hay mucha gente en el lugar. Son los mismos madrugadores de siempre, que en ese momento se encuentran medio dormidos en sus pupitres o hablando en pequeños grupos de amigos. Alguno incluso aprovecha para dormir un poco más antes de que llegue el profesor.

Es el típico estado somnoliento pero acelerado de cada monótona mañana en esa pequeña aula.

Yang se sienta en su pupitre de segunda fila, sacando una libreta para hacer algunos ejercicios de deberes de las siguientes clases que se le habían olvidado. Este fin de semana ha descuidado un poco sus tareas del instituto.

Algunas personas que ingresan al lugar le sonríen y le dan los buenos días de manera cordial. Una chica incluso le pregunta qué tal ha estado su fin de semana. Pero nadie se para mucho a hablar con el chico, que sigue haciendo sus deberes. No es que se lleve mal con sus compañeros, al contrario, pero no hay ninguna persona lo suficientemente interesante para él en ese aula como para entablar una amistad. La mayoría lo consideran un niño bueno, sin muchas más ambiciones que sacar buenas notas y hacer servicios a la comunidad.

Bueno, si que hay una persona mínimamente interesante en el lugar, pero hace muy poco que es consciente de eso.

Hwang Hyunjin entra al lugar con pasos calmados, como suele hacer normalmente. Lleva puesta la capucha de su sudadera y los pantalones desgastados de chándal que lleva han vivido mejores días. Su mochila cuelga de uno de sus hombros con la misma pereza que caracteriza a su dueño en ese momento, con apariencia de no llevar demasiado peso. Echa una mirada superficial al lugar, revisando que no haya nada nuevo que pueda alterar su rutina.

Algunas chicas se giran a mirarlo cuando lo ven entrar, suspirando con algo que ellas denominan como disimulo, pero que para el resto del mundo es obviedad. El aire de misterio que suele envolver al mayor tiene locas a muchas de ellas, al igual que su excesiva belleza poco común en el lugar.

Es el común cliché del repetidor que ignora a todo el mundo pero que es el más popular del lugar.

Esa mañana hay una ligera diferencia con el ritual habitual de Hyunjin. Y es que, cuando ve a Jeongin sentado en su pupitre, no puede evitar relamerse los labios, recordando todo lo pasado en Miroh. Su mirada se conecta con la del chico unos segundos, segundos que él aprovecha para guiñarle el ojo de manera descarada con diversión.

~Atrevido~ HyuninDonde viven las historias. Descúbrelo ahora