Capítulo 28

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Entre mis cosas busqué una algo un poco más grande que por suerte encontré y era una que pertenecía a mi hermano, debido a su tamaño sabía que le quedaría a la perfección.

Mi hermano suele dejar algunas de sus cosas por si de sorpresa llega en caso de que yo no esté.

Cuando recién compré la casa el primero en obtener el duplicado de las llaves fue él, desde ese entonces venía algunos fines de semana y nos poníamos al corriente de nuestras cosas, ahora solo lo hace unos cuántos meses ya que ambos últimamente hemos estado algo ocupados, pero siempre ha estado al pendiente de mí aunque sea por teléfono celular.

Cerré el cajón y salí de la habitación con el pijama en mano, al estar frente a la habitación contraria toqué, esperé un momento y en ese lapso no obtuve respuesta alguna a lo que abrí de a poco notando que no se encontraba ahí si no tal vez en el baño, mi sospecha se confirmó ya que al acercarme a dejar la pijama en la cama escuché correr el agua de la regadera, a lo que era evidente que fue a tomar un baño.

Estaba por salir cuando su grito diciendo mi nombre me hizo regresar.
Me acerqué a la puerta del baño y toqué a lo que ella respondió con un adelante.

Me encontraba en una lucha interna por querer entrar y otra por querer salir e irme a mi habitación ya a encerrarme, pero lamentablemente opté por la primera.

-Voy a entrar-. Avisé para que se tapara con la toalla antes de entrar por completo.

Me adentré al cuarto de baño y en efecto gracias a Dios ella se encontraba tapada en una toalla que cubría lo suficiente, sin mirar de más desvíe mi mirada a la regadera.

-¿Qué ocurre?-. Pregunté después de no ver nada.

-A... Ahí... Hay una, una araña-. Dijo colocándose detrás de mí como si la araña pudiese hacerle algo malo.

-¿En serio?-. Reí a lo bajo, sintiendo como ella me golpeaba el hombro haciéndome callar.

-De acuerdo, voy a quítarla pero no vayas a hacer un drama por ello-. Le dije mirándola por encima de mi hombro a lo que la vi asentir.

Con la mano derecha extendida en dirección a la araña que se encontraba en la pequeña ventana de la regadera me fui acercando de a poco, hasta que la araña posó sus patas en mi mano y con paso lento subió totalmente.
Teniendo cuidado de que no volviera a caer, con ayuda de mi otra mano la envolví para que no brincara y así llevarla fuera hacía el pequeño balcón de esa misma habitación.

Mientras que Elizabeth permanecía en la cama conteniendo sus gritos de horror.

-Nunca pensé que la gran Elizabeth Fliehr tuviera miedo a una simple araña-. Comenté riendo al recordar su cara de pánico.

-¿Qué? ¿Tú acaso no le tienes miedo a algo?-. Se defendió.

-Buen punto, pero mis miedos son distintos, además, a mí sí me agradan las arañas-. Dije al ver que de nuevo se dirigía al baño, alcanzando a ver que hacia una cara de asco y terror. 

Sonreí permaneciendo en el balcón, estaba viendo la luna siendo espléndida ante su figura resplandeciente, algo de lo que más me gusta, sin duda es el mejor paisaje que he visto.
Unas manos alrededor de mi cintura me regresaron a la realidad.

-Es hermosa-. Me dijo; sus labios rozando mi oreja un poco ante el leve susurro.

-Lo es-. Volteé hacía ella desenvolviendo su agarre de mi cintura al ver qué aún no se había puesto la pijama.

-¿Por qué no te has cambiado?-. Pregunté al verla en toalla, su cabello húmedo detrás de su espalda.

-Bueno pues tú estás aquí y yo no quisiera intimidarte con ello así que…-. Respondió llevando su cabello al frente para secarlo con otra toalla.

-Oh, disculpa sí, entiendo. Pero espera,¿intimidarme? Tú a mí, pff no para nada-. Mis nervios comenzaban a llegar por lo que decidí cerrar los ojos e inhalar profundo. Giré de nuevo hacía fuera escuchando a Elizabeth detrás de mí decir, lo que tú digas, para nuevamente hablar.

-Ya puedes voltear Rebecca-. Exhalé el aire que no sabía retenía hasta en su momento, mantuve mis ojos cerrados hasta voltear totalmente.

-Abre los ojos-. Pidió Elizabeth a lo que yo los abrí.
Vaya sorpresa la que me llevé al verla completamente desnuda frente a mí a escasos metros; aunque mi cerebro decía que saliera lo más pronto de ahí mis hormonas dictaban lo contrario. A paso tentativamente lento se acercó a mí acabando con el espacio personal, mi vista iba a cualquier cosa menos a ella.

Sentí mis mejillas arder debido al gran esfuerzo que contenía al no echarme encima de su hermoso y perfecto cuerpo.

-Rebecca, mírame-. Apreté la mandíbula al pelear internamente con todas las fuerzas para no acceder a mis tontas y miserables hormonas. Pero sentía como lentamente perdía la batalla en mi contra.

-Por favor hazlo-. Su mano se encontraba en mi barbilla, con su dedo índice volteo mi rostro hasta mirarla completamente, de reojo podía mirar sus pechos definidos.

El contacto visual era nuestra conversación más larga y duradera sin embargo yo necesitaba explicar con palabras, no de ésta manera. No todavía.

Tragué saliva al ver que ella dejaba menos distancia entre las dos, y aunque mi cerebro les dictaba a mis pies que se movieran éstos no respondían, parecía todo lo contrario.

Al estar lo suficientemente cerca me sentía asfixiar ante el aroma que desprendía su cuerpo, el calor que comenzaba a sentirse en la habitación a pesar de ser una madrugada muy fría.

Dejé de pensar para comenzar a sentir.





Es algo corto pero vale la pena para la continuación.
Nos leemos luego :3

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