«Capítulo 3»

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Minho cogió el tren con destino a su universidad, como todos los días. Por delante le esperaba una hora de viaje monótona y cansada. A las siete de la mañana apenas era persona; además, se encontraba mal y el dolor de su espalda no cesaba.

Con los audífonos puestos, se dejó arrullar por la música y consiguió evadirse de las voces de la gente. Suerte que encontró un asiento libre al lado de la ventanilla. Dejó la mochila en el suelo y estiró las piernas, observando el paisaje pasar mientras el tren se movía por el exterior. La voz grabada anunció la siguiente parada con apenas tonalidad. Como de costumbre, una oleada de gente se subió al tren, abalanzándose sobre los pocos asientos que faltaban por ocupar. Sin siquiera mirar a la persona que se había colocado a su lado, retiró la mochila para que pudiera sentrase enfrente de él.

—¿Minho?

El aludido consiguió escuchar por encima de la música de su celular. Se quitó los audífonos y levantó la vista, llevándose una grata sorpresa al ver de quién era esa voz.

—¡Jisung! —exclamo enrollando los cables de los audífonos, metiéndolos en el bolsillo de la chaqueta—. No sabía que cogieras este tren. Nunca te había visto.

—Nunca te habrás fijado —corrigió el menor con tono burlón—. O sea que tú también entras temprano a clase. Genial, así me entretengo charlando con alguien durante el viaje —miró de reojo a su alrededor y se acercó—. Hay gente muy extraña a estas horas —susurró.

Minho no pudo evitar reírse. Jisung tenía razón.

Hablaron durante aquel rato hasta que llegaron a su parada. No tuvo valor para decírselo, pero Jisung le había alegrado un día que se presentaba desastroso.

Mientras charlaban, descubrió al mismo rubio de ojos grises, esta vez sentando delante de la puerta. Igual que el día anterior, el rubio le dedicó una larga y profunda mirada. Jisung también se dio cuenta y observó a Minho con preocupación.

—¿Conoces a ese chico? —preguntó cuando ya habían bajado y el tren abandonaba el andén.

Minho negó con la cabeza.

—No, pero ayer también lo vi —recordó la imagen de sus ojos—. Incluso iba con el mismo libro y con esa mochila a su espalda.

—Me parece un poco intimidante... Si te sigue incomodando, deberías hablar con la seguridad de la estación —opinó—. No vale arriesgarse.

A Minho aquello le pareció lo más razonable y lo más sano para su estado mental; entre otras cosas porque, de no ser así, empezaría a temer por su integridad física. Si ese chico volvía a vigilarlo de esa forma, lo iba a reportar con el cuerpo de seguridad.

—Bueno, yo me voy por aquí —comentó Jisung, desviándose del camino que el otro llevaba—. Si no coincidimos a la salida, nos veremos mañana, así que... —se despidió de él con la mano—. Hasta luego.

Minho también alzó la mano para despedirse mientras veía al otro chico alejarse. No le había preguntado cuál era su horario, pero Minho se quedaría a comer allí y luego iría directo al gimnasio, por lo que probablemente no volverían a encontrarse hasta mañana.

El día se le hizo eterno. Tuvo que salir varias veces de clase para despejarse un poco, ya que se notaba destemplado. Su espalda tampoco le concedía ni un segundo de comodidad; de hecho, al salir del gimnasio su dolor se había acentuado muchísimo, y se maldijo por haber ido a hacer ejercicio en ese estado.

Ya de regreso en el tren volvió a ver al chico de ojos grises, sentado en su mismo vagón. Si solo era casualidad, estaba coincidiendo con ese tipo demasiadas veces. Trató de ignorar su presencia observando las luces de la calle a través de la ventanilla, o entreteniéndose con cualquier tontería pero, una vez más, los ojos inquisitivos del rubio no se apartaron de él hasta que bajó en su estación.

Wings Flap ➳ MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora