«Capítulo 28»

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Durmió aquellos días en casa de los Lee. En algún momento tendría que pasarse a ver a Jisung, pero temía su encuentro. Le preguntaría por qué habían decidido dormir en otro sitio, y no quería contarle su encontronazo con Baekjun. No quería preocuparlo más de lo que ya estaba.

Changbin también dormía allí, en el cuarto de al lado del prisionero. Felix y él se habían asegurado de encadenar bien a Baekjun con los grilletes, porque era un tipo fuerte, y por suerte, las cadenas aguantaron sus embestidas. Su puerta siempre estaba cerrada; de noche, para que ni él pudiera escapar ni nadie aliado pudiera venir a rescatarle; de día, porque siempre había alguien dentro con él, para tener «intimidad».

Pasó una semana hasta que el señor Lee decidió qué hacer con Baekjun, aunque él no quiso saber sobre su decisión. La puerta permanecía cerrada con más asiduidad, y los gritos del prisionero dejaron de ser de rabia para convertirse en gritos de súplica.

Minho lo aguantaba como podía. Había preferido no participar en ese sádico juego y enterarse lo menos posible de él; por las mañanas se iba a pasear, a perder el tiempo, y las tardes las pasaba con Jisung, intentando molestarlo lo menos posible. Cualquier cosa con tal de estar lejos de allí.

Desayunaba tranquilo en la mesa de la sala principal, mirando por la ventana cómo el sol aumentaba su intensidad a medida que salía. La casa estaba en calma, disfrutando en paz y en silencio de su café... cuando de pronto, todo se alborotó.

Felix entró por la puerta principal, de vuelta de uno de sus paseos matinales. A su vez, Changbin salió de la habitación de Baekjun. Llevaba una bata blanca, salpicada de manchas y pintas rojizas por toda ella. Se quitó los guantes con una mueca de enfado y miró a ambos. Minho dejó su taza en la mesa con el estómago revuelto.

—Tiene sangrando las muñecas por intentar soltarse —informó Changbin, apoyándose en la mesa y dejando caer la cabeza, derrotado—. Y aún así, no suelta nada que nos pueda interesar.

—Baekjun es el recluta más fiel que he visto —dijo el señor Lee, quien apenas había llegado hace un minuto a casa. Se quitó el abrigo, colgándolo en el respaldo de la silla—. Siempre que había un trabajo difícil, él se presentaba voluntario. Jinhyun se habrá preocupado por su marcha. Y mucho.

—Vaya, creo que eso me hace sentir importante —dijo Changbin, incorporándose con una sonrisa, mirando al maestro rebuscar en los bolsillos de su abrigo.

Minho, que se había levantado a dejar la taza en el fregadero, consiguió verlo de reojo. El señor Lee había sacado una especie de paquete envuelto en papel de estraza. Lo levantó para enseñárselo a Changbin, que asintió con gravedad. Tras ello, lo guardó en uno de los cajones, con llave.

—¡¡Hijos de puta!! —gritó enfurecido. Los cuatro se volvieron a la vez al escuchar la voz proveniente de la habitación—. ¡Les cortaré las alas, los mataré con mis propias manos!

—Se quitó la mordaza —dijo Changbin, poniéndose los guantes. Actuaba con normalidad... incluso frialdad—. Ahora vengo.

Entró en la habitación con la llave, dejando la puerta entreabierta. Minho tragó saliva y se asomó desde el pasillo, víctima de la curiosidad. Changbin le tapaba la visión del prisionero, pero entonces se apartó... y lo vio todo con absoluta claridad. El asesino estaba echado hacia delante, agitando las muñecas y cargando el peso en ellas. Su perilla se había oscurecido a causa de la sangre que se había derramado por ella, y que seguía hacia abajo, escurriéndole por el cuello. Miraba a Changbin con una sonrisa de maldad, acompañada por unos ojos enrojecidos de ira.

—¡No van a conseguir nada! —vociferó, enseñando los dientes—. ¡Están perdiendo el tiem...!

Changbin le colocó la mordaza antes de que terminase de hablar, con indiferencia. Aquello enfureció más a Baekjun, que empezó a tirar con fuerza de las cadenas mirando a Changbin con expresión amenazante. Minho se fijó en las heridas de su brazo, más abundantes que la primera vez que le vio. Se volvió a sentar en la sala cuando Changbin cerró la puerta, aunque ya no podía desayunar por culpa del repentino malestar que le había asaltado. Decidió salir de allí a dar su matutino paseo.

Wings Flap ➳ MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora