«Capítulo 1»

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Cuando despertó, ya no estaba tirado en la calle. Ni siquiera era de noche. Minho lo supo por la habitación, por la luz, por el calor... y por la compañía.

—Minho —escuchó decir cerca de él—. Minho, ¿me oyes?

La mujer le cogía la mano con fuerza. Él sonrió, intentando disimular el dolor para tranquilizar a su madre, pero ella siguió igual de preocupada que antes. El silencio de la habitación se rompía con el pitido del monitor de constantes vitales.

—Hijo mío, ¿qué tal estás? ¿Qué te pasó? —las palabras se amontonaban en la boca de su madre, rápidas e incomprensibles—. Creía que te habías retrasado y me llaman diciendo que estás en el hospital...

—No ha sido nada, mamá —contestó y quiso incorporarse, pero decidió quedarse tumbado en cuanto le asaltó el dolor de las magulladuras—. Me atracaron, me negué a darles nada y...

—Lee Minho —la voz de su madre se tornó seria y con un matiz de reprimenda muy severo—. Con esa gente no se juega, y lo sabes. Prefiero perder un móvil antes que a mi hijo. Tengo ya bastantes preocupaciones desde que vas a la universidad... y ahora, esto.

—Está bien —zanjó; no estaba de humor para escuchar sermones—. Me duele la cabeza, la espalda y todo el cuerpo.

Iba a pasarse la mano por la cabeza para alborotarse el pelo, ya que aquel gesto le ayudaba a calmarse, pero en lugar del cabello, sus dedos se toparon con algo duro y extraño. Miró a su madre y le transmitió esa extrañeza. Ella sabía qué pasaba. La mujer colocó la mano en sus brazos y le observó con lástima, como si fuese un enfermo terminal.

—Te abriste la cabeza —agachó el rostro, acariciando el brazo de su hijo—. Por suerte, fue una brecha pequeña y pudieron cosértela sin ningún problema... Tuvieron que raparte y colocarte esa redecilla...

—Pásame un espejo, por favor —pidió en voz baja, extendiendo el brazo.

Su madre le observó un segundo, dubitativa, pero finalmente se levantó a por el espejo de la cómoda. Esperó cerca de él un par de minutos, mientras encajaba el aspecto golpeado de su rostro. Minho tenía la mirada perdida en el espejo. Donde antes lucía su cabello castaño, ahora se interponía una red blanca y una herida de color rojizo y con puntos, rodeada de raíces de su ya cortado cabello. Aunque el dolor ya le había avisado de ello, vio también una gruesa línea amoratada y con pequeñas cicatrices. La noche anterior no lo había notado, pero le habían golpeado con un puño americano. Su ceja rota así se lo mostraba.

No sabía si sentía dolor, rabia, indignación, o un conglomerado de todas esas cosas juntas.

—No han conseguido atraparles todavía, pero los conocen en el barrio.

Su madre volvió a sentarse a su lado, un poco angustiada por su hijo. Minho negó con la cabeza, entristecido; ahora mismo le daba igual que conocieran a los causantes, o si les cogían o no. El daño estaba hecho.

—No importa —terminó diciendo tras varios segundos callado. Seguía cruzando la mirada con los ojos oscuros del Minho fatigado que le observaba desde el espejo—. Ya no se puede hacer nada.

Alguien llamó a la puerta en ese momento, aunque él no se molestó en ver quién era. Cada vez tenía más claro que lo que recorría todo su cuerpo era indignación. Su madre permitió entrar, y la puerta se abrió. Esta vez sí levantó la cabeza. Un chico delgado le miraba con una sonrisa triste mientras cerraba la puerta. Debía de tener más o menos su misma edad, o quizás un poco menos. Llevaba los pantalones empapados y se tapaba por encima de los hombros con una manta del hospital en el que le habían ingresado. Minho no lo conocía, pero por lo visto, su madre sí.

—Hola, Jisung —su madre se levantó y le cedió su sitio con un gesto—. Siéntate, debes de estar rendido.

—Muchas gracias, pero ya me marcho —dijo y miró a Minho, ahora con una sonrisa más feliz—. Tan solo quería ver qué tal estaba.

Su madre se dio cuenta de que Minho no comprendía nada de lo que ocurría. Miró a ambos varias veces, aunque los jóvenes seguían en silencio, sin apartar la vista el uno del otro.

Minho escrutaba los ojos de Jisung, y él hacía lo mismo con los suyos. Parecía como si ambos quisieran decirse algo, pero ninguno sabía el qué. La voz de su madre le sacó de sus ensoñaciones.

—Minho, este es Jisung. Fue él quien llamó a urgencias cuando te encontró herido en la calle.

El presentado bajó la cabeza, avergonzado. Minho no entendió su reacción. El que había sido encontrado en un estado embarazoso había sido él.

—No fue nada. Simplemente pasé por allí —contestó el menor, levantando la cabeza—. Me alegro de que estés mejor.

—Gracias —Minho continuaba observándolo con curiosidad—. De verdad, muchas gracias.

Un breve silencio atravesó la habitación; no duró ni siquiera un par de segundos, pero hicieron sentir incómodo a Minho.

—Es hora de que me marche. Mi madre debe de estar preocupada; no la he llamado todavía. —se despidió con la mano, abriendo la puerta—. Espero que te recuperes. Ha sido un placer conocerte, Minho.

No supo por qué, pero no le salió decir nada en aquel momento. Minho se quedó como un imbécil mirando cómo Jisung cerraba la puerta, y cómo su silueta desaparecía por detrás de la persiana de la habitación.

—Jisung te acompañó en la ambulancia y se quedó contigo hasta que llegué. Incluso se molestó en coger tu DNI y buscar en la guía la dirección de casa, para llamarnos por teléfono.

—¿Llamó a casa? —inconscientemente, el chico se incorporó, haciéndose daño en la espalda. Apretó los dientes para no quejarse—. ¿Entonces tienes su número?

—Claro, se lo pedí para irle informando —dijo ella, confundida por aquel repentino interés. Sacó un papel de su bolsillo y se lo entregó—. Es este.

Minho cogió el papel con cuidado, como si fuera una pieza de seda que se pudiera romper con cualquier movimiento brusco. No entendía qué le ocurría, ni por qué había reaccionado así... Lo único que sabía es que debía volver a saber de él.

—Papá pasará a verte más tarde. Su vuelo debe de estar a punto de aterrizar.

—No tendrías que haberle dicho nada —el chico intentó regresar a la realidad, sintiendo de nuevo el dolor tras los segundos de tregua que le había ofrecido la emoción—. Se habrá preocupado.

Su madre sonrió con tristeza y acarició la frente de su hijo. En el rostro de la mujer se podían ver los signos de una noche sin dormir y el estrés que le había causado el incidente. Sabía que él no era el culpable de todo aquello, pero de alguna forma se sentía responsable.

—¿Cuándo me darán el alta? —preguntó, sin apartar los ojos del papel con su número de teléfono.

Decidió que estaba mejor en su mundo sin preocupaciones.

—Los médicos han dicho que cuando el golpe en la cabeza no resulte un peligro —suspiró—. Poco tiempo.

«Poco tiempo», repitió él en su mente. Sin embargo, para su madre y para él, esas dos palabras significaban cosas distintas.

¡Hola!

Ya me estaba tardando mucho en subir el primer capítulo de esta nueva historia, así que aquí les traigo el comienzo de "Wings Flap".

Espero que les guste el capítulo. Muy pronto volveré con el siguiente. Mientras tanto, apreciaría mucho que me apoyen con sus votos y comentarios. Muchas gracias

¡Nos vemos!

Wings Flap ➳ MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora