«Capítulo 27»

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Jisung había insistido en acompañar a Minho a casa de Changbin y quedarse a dormir con él, pero tras muchos intentos por parte del menor, Minho logró disuadirlo.

—No quiero que me veas enfrentándome a Changbin —besó su mejilla con suavidad—. Vendré a verte esta noche —pasó sus labios por la boca del menor—. Te amo.

Changbin estaba leyendo en la butaca del salón cuando llegó, y esta vez sí que levantó la cabeza para ver quién era. Miró a Minho, luego a su bolsa de mano, la misma que él le había llevado días antes.

—¿Vienes a pasar unos días? —colocó el marca páginas y cerró el libro sin dejar de mirar al otro.

—Unas noches, más bien —Minho se apoyó en el umbral de la puerta—. No me fío de tus intenciones ni de lo que pueda pasar.

Sabía que a Changbin no le gustaba ser vigilado, y mucho menos controlado. El chico se levantó dejando el libro encima de la butaca y se acercó a él, un poco molesto.

—Eso no es necesario. Sé cuidarme yo solito. Ya te lo dije ayer.

Minho tragó saliva. No quería provocar otra discusión, así que se relajó antes de decir cualquier cosa.

—El Changbin pasado sabía cuidarse él solo. Este no... Por eso tengo que ir detrás de él, porque hace tonterías.

Intentó darle matices infantiles a su voz, pero sonó burlón. Changbin se le quedó mirando un segundo y se alejó de él, rumbo a su habitación. Antes de salir del salón, se dio la vuelta.

—En ningún momento dije que esto no fuera peligroso —Changbin le miraba, calmado, incluso entristecido—. Pero te he dicho la verdad, no necesito que me vigiles, sé cuidarme yo solo —y a continuación murmuró, más tajante—. Además, por mucho que intentes evitarlo, continuaré haciéndolo, aunque no te guste la forma en que lo hago. Estoy tratando de mantenerte alejado de todo esto. No quiero que seas partícipe, pero no puedes pedirme que yo lo deje, porque no lo haré.

Tenía razón, pero en el fondo, era su amigo y no quería que pusiese su vida en peligro.

—Prométeme que no vas a morir.

Minho se encaró a él al hacer esa pregunta. Había dejado de escuchar a Changbin porque sabía que todo lo que dijera sería para dar un rodeo al tema que a él le importaba de verdad: el tema de su muerte.

Changbin relajó sus facciones, incluso los músculos del resto del cuerpo. Miró a Minho con un rostro inexpresivo y, desviando la cabeza, comenzó a subir las escaleras. Cuando se perdió dentro de su habitación, él también la agachó, dándose cuenta de la gravedad del asunto. Se prometió que aquella sería la última vez que hablarían de eso. Como muy bien le había dicho Changbin, lo seguiría haciendo.

Minho cogió su bolsa de deporte y se dirigió a su dormitorio. Al entrar, recordó la última noche que durmió allí, ahora tan lejana. Mientras colocaba sus cosas, alguien le tocó por la espalda y se volvió para ver a Changbin, que se estaba colocando las cintas de cuero entre los nudillos. Apenas se acordaba ya de las peleas y entrenamientos que realizaban.

—¿Qué tal tu herida? —le preguntó con normalidad.

—Bastante mejor que el último día.

—¿Te apetece un combate? —Changbin le enseñó el otro par de cintas—. Uno pausado. Por los viejos tiempos.

Minho no se lo pensó. Asintió con la cabeza, cogió las tiras que le tendía Changbin, se las colocó entre los dedos con maestría y bajaron al patio. Minho se dio cuenta de que el ventanal aún continuaba roto y tapado con la lona.

Wings Flap ➳ MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora