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SOFÍA

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SOFÍA

Desde la primera vez que fui a casa de Tomás, iba todos los días.
Llevábamos semanas haciendo lo mismo.

Su casa no era grande aunque si era muy acogedora, no como la mía.

Tomás y yo fuimos hasta el salón y nos sentamos en el sillón a esperar a Sara, que en cuanto me vio no tardó en sonreír.

— ¿Quieres algo de comer, de beber?

— No, estoy bien, gracias— dije con una débil sonrisa.

— Vale, cualquier cosa estaré en la cocina, ¿te quedarás a comer?

— Sí— dijo Tomás por mí

— Creo que debería volv-

— No vas a ir a casa con él Sofi— susurró para que su madre no nos oiga. Asentí con la cabeza.

Cada vez Tomás era más consciente de la situación actual en mi casa, sobretodo con Marco. Y no le agradaba en lo más mínimo.

— Entonces... ¿Te quedas?

— Sí— dije en un susurro.

Cuando vuelva a casa Marco me pegará por esto, de normal iba un rato e iba a casa antes de que Marco se enterara, pero esto no lo pasaría por alto.

— No tienes que volver— dijo Tomás leyendo mis pensamientos.

— ¿Qué?

Me cogió de la mano y me llevo escaleras arriba.

Abrió una puerta y los dos pasamos. Encendió la luz para que pudiera verlo.

Era un cuarto vacío, pintado de blanco, había algunas fotos de lugares del mundo colgadas por las paredes, una cama con sábanas blancas y un gran armario marrón.

— ¿De quién es?

— Puede ser tuya si la quieres— dijo sentándose en la cama. Palmeó el hueco a su lado para que yo también me sentara.

— Cuanto más tiempo me quede más castigos tendré— dije bajando la cabeza.

— Pues no vuelvas— me dijo subiendo mi cabeza con su dedo índice para que le mirara a los ojos—. Te hago una oferta.

¿Una oferta?

Yo lo mire para saber de qué se trataba.

— ¿Una oferta?— vocalicé mis pensamientos. Él asintió.

— Sí. Yo te protegeré, seré como tu nuevo hermano, nunca te dejare sola.

— ¿Y que te llevas tú a cambió?

— Tener una hermana pequeña es tener mucha compañía, ¿no crees?— dijo encogiéndose de hombros.

No estaba segura de todo esto.

Odiaba a Marco pero... ¿Dejarlo solo?

¿Mudarme a una casa donde no conozco a fondo a estas personas? Sí, venía aquí todos los días desde semanas, éramos muy amigos y sabía que podía confiar en él para cualquier cosa.

— No tienes que decidirlo ahora— dijo Tomás mirando al suelo.

— Vale— dije mirándolo a él.

— Solo quiero que estés a salvo, y no estás segura con él Sofi— yo solo asentí y me levanté de la cama para salir hacia la cocina nuevamente.

— ¿A dónde vas?— dijo Tomás levantándose también.

— Con tu madre— dije sin mirarle.

Se que estaba siendo demasiado borde para alguien que me ofrece vivir en su casa pero

— ¿Necesita que le ayude en algo Sara?— le pregunté a la madre de Tomás.

— Ya está todo listo cariño, ¿puedes llamar a Tomás?— yo solo asentí y volví a subir las escaleras.

Lo encontré en la mitad de las escaleras.

Volvía a traer esa sonrisa contagiosa. A veces me impresionaba su habilidad para luchar contra los problemas y adversidades, me gustaría ser más como él en ese aspecto.

— Vamos a comer—  dijo cogiéndome por los hombros.

Llegamos a la mesa y nos sentamos en sitios sin una silla determinada.

Estábamos yo y Tomás al lado y Sara en frente de nosotros.

— Siento hablar de esto— dijo Sara—. Pero supongo que Tomás ya te habrá hablado de la habitación de arriba y-

— Se lo está pensando mamá— dijo Tomás parando a su madre.

— Solo le digo que nos haría mucha ilusión, vivimos solo nosotros dos y a veces hacen falta más voces en esta casa— dijo Sara mostrándome una sonrisa sincera.

La verdad es que no estaba nada segura de si quería quedarme pero si iba a casa, mañana llevaría un ojo amoratado al colegio y era lo último que quería.

— Vale— dije en un susurro—. De momento me quedaré hoy.

— ¿De verdad?— dijo Sara con una gran sonrisa y con pequeñas lágrimas en sus ojos.

Yo asentí con la cabeza y Tomás cogió mi mano y la apretó un poco haciendo que le mirara.

Tenía la sonrisa más grande que le había visto en mucho tiempo.

— Pero mi ropa y mis cosas-

— No te preocupes cariño podemos ir de compras.

No me preocupaba la ropa, sino los libros de María.

— Pero tengo que volver a por mis-— no pude terminar la frase porque las ganas de llorar volvían a mí al recordar a mi hermana.

— No pasa nada cariño, Tomás te acompañará a por lo que quieras a tu casa— dijo Sara levantándose para darme un abrazo.

— Gracias — dije en un susurro.

Odiaba que la gente me viera llorar y lo he hecho tantas veces que lo odio todavía más.

Ahora sentía que volvía a tener una familia, tenía una madre otra vez y un hermano mayor que de verdad se preocupaba por mí.
Era como en los libros de Maria.

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Mi hermano me odiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora