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SOFÍA

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SOFÍA

Tomás y yo ya estábamos en el instituto y Lucía nos estaba esperando en la puerta con un poco de impaciencia.

— ¿Se puede saber porqué tardaron tanto? ¿Y porque vienen juntos?

Los dos nos miramos y decidió que él lo diría con un levantamiento de cejas, yo solo asentí dejando que él le diera la noticia.

— Ahora vive conmigo— Lucía nos miró con cara confusa. Intentando encontrar la relación.

— Vosotros dos...

— ¡No!— dijimos los dos a la vez, nos miramos indignados por las respuestas del otro.

Al ver nuestra reacción, los tres reímos.

— Solo estoy viviendo con él.

— Ahora es mi hermana pequeña— dijo besando mi cabeza haciendo que lo empujara levemente.

— Ohhh que bonito—  dijo Lucía abrazándome a mí y haciendo un saludo de manos con Tomas—. Pero... ¿Porqué?

— Porque se lo he pedido yo— dijo Tomás encogiéndose de hombros.

— Y a tus padres no les im...— dijo Lucía pero Tomás no le dejo acabar. Él sabía que esta conversación me estaba empezando a incomodar y decidió cortarla rápido.

— Vamos a clases ya— dijo Tomás cogiendonos a las dos por los hombros, estando una a cada uno de sus lados siendo atrapadas por uno de sus brazos, y tirando de nosotras hacia nuestras clases.

Lucía fue a la suya y nosotras a la nuestra.

— Se lo tendría que decir ¿no?— dije mirando mis zapatos. No era algo de lo que me gustaba hablar, pero todas estas semanas con Lucía me habían hecho ver que era una amiga de verdad y me parecía mal guardarle un secreto tan grande. Y aún peor si Tomás también lo sabía, era como dejarla fuera de nuestro grupo.

— Es tu mejor amiga, así que supongo que sí, pero es cosa tuya— Tomás era el más maduro emocionalmente de nosotros tres y siempre tenía consejos que de verdad eran útiles.

Yo asentí y me senté a su lado.

— Hola chicos— dijo la profesora de... ¿inglés?

Bueno tampoco prestaba mucha atención, aunque parecía que Tomás sí.

La clase terminó y no me enteré cuando Tomás se sentó en la mesa delante de mí.

— ¿Qué pasa?/¿En qué piensas?— dijimos los dos a la vez.

Los dos reímos.

— No pasa nada— respondió primero Tomás, haciendo que yo también tuviera que responder.

— Pienso en qué le diré a Lucía.

— ¿Y qué tenías pensado?

— Lucía, mis padres están muertos así...¿así que no vuelvas a hablar de ellos?

Miré a Tomás y él solo asintió conforme con mi respuesta. Yo solo dejé caer mis hombros.

— Sé que es difícil perder a alguien, no eres la única que los ha perdido.

— Tú tienes a tu madre— dije mirándole a la cara.

— Y tú a Marco.

— Sí, es lo mismo— dije irónica—. Tú a tu madre y yo a un chico que me ignora, que me pega, que le dijo a todo el mundo que había muerto. Es lo mismo Tomás.

— Digo, que hay personas que siempre están ahí cuando las necesites y aunque no lo parezca, la tuya es Marco.

Y no le creí, porque sabía que Marco se llevaría mal conmigo el resto de mi vida.

— Ven aquí— dijo Tomás abriendo los brazos y envolviéndome con ellos—. ¿Así mejor?

Yo asentí y estiré mis pequeños bracitos (ya que eran muy cortos según Tomás) para abrazarlo mejor.

— Y ahora puedes sentirte mejor porque no dejaré que se vuelva a acercar a tí, ¿entiendes?— yo asentí y escondí mi cabeza en su pecho hasta que el profesor entro por la puerta.

Gracias a los libros que me habían dado Tomás y Sally pude hacer algo en clase, y me encantaba la ropa que me había dejado Sara, era muy bonita.

La clase terminó y desde que Tomás me obligó a entrar en la cafetería desde el segundo día, me costaba mucho menos y se lo agradecía.

— Vamos— entrelazó mi mano con la suya y con la otra habrío la puerta, Lucía me cogía la otra mano, así me sentía mejor.

— ¿Qué quieres comer?— dijo Tomas soltando mi mano para coger la comida.

— ¡Hoy hay pizza!— dijo Lucía totalmente eufórica porque los de la cafetería se habían encargado de servir su comida favorita.

— Entonces comeremos pizza.

Me pregunto cómo Tomás puede soportarnos a las dos, y aún encima seguir teniendo esa sonrisa en la cara.

— Tomad— dijo dándonos nuestras bandejas.

Teníamos que pasar por delante de la mesa de Marco y esa idea me aterrorizaba, no quería que se levantara y me dijera algo delante de todo el mundo.

Tomas cogió una de mis manos y pasamos por delante de la mesa, pude ver la cara de Marco y esas ojeras lo decían todo.
Había aprovechado que no estaba para hacer una fiesta, eso explicaría las botellas, la droga y las cosas rotas por todas partes.

Marcel le dijo algo y rápidamente levantó la cabeza y me miró, pensaba que tal vez no estaría enfadado conmigo pero rápidamente apretó los puños hasta que estos quedaron blancos.

Tiré de Tomás para que fuera más rápido y nos sentamos en una mesa del fondo, para mi mala suerte, Marco tenía un plano perfecto de mí.

Y no dejaba de mirarme y eso me estresaba mucho.

— ¿Estás bien?— dijo Tomás que estaba a mi lado, me cogió la mano y Marcel se levantó tirando la silla al suelo y salió de la cafetería dejando confundido a Marco. Todo el mundo se giró hacia la mesa del equipo de fútbol para ver qué era ese ruido.

Marco salió detrás de él.

No sabía que estaba aguantando la respiración hasta que solté todo el aire de golpe.

— ¿Todo bien?— yo asentí, pero las gotas de sudor y mi respiración agitada decían todo lo contrario.

— ¿Todo bien?— yo asentí, pero las gotas de sudor y mi respiración agitada decían todo lo contrario

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Mi hermano me odiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora