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SOFÍA

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SOFÍA

Salimos de la cafetería, Tomás decía que era para que me diera el aire en la cara.

Y ahí estaban, en la pared apoyados con un cigarrillo cada uno.
Marcel estaba sentado en el suelo, Marco solo estaba apoyado contra la pared. Hablaban en un tono apagado, era una conversación tranquila, pero se podía escuchar desde donde estábamos.

— Se acabó— dijo Marcel—. Él ha ganado.

— No pienso dejar que se la lleve ¿entiendes?

Y ahí entendí que hablaban de Roxana, había oído a esta decir que ahora su follamigo se llamaba Juan, iba a tercero o sea que era de su edad y que lo hacía mejor que Marco.

También decían que Marcel era gay y de gustaba de Juan, pero Marcel nunca me pareció gay.
Sobre todo porque lo había visto mirar a algunas chicas y la gente había empezado a hablar por los pasillos de que era bueno en la cama y no precisamente con chicos.

— Sofi—dijo Tomás pasando su mano por mi cara.

— ¡Sofía!— y ahí volví al mundo. Lucía y Tomás me miraban curiosos.

— ¿Qué pasa?— pregunté intentando sonar tranquila.

— Que ya ha sonado el timbre, tenemos que irnos.

Yo solo asentí y los seguí por los pasillos. Los dos iban por delante de mí hablando sobre algo y yo iba por detrás algo rezagada.

— Ahora vuelvo— dije entrando al baño.

Pero ¿sabíais quien estaba ahí?
¡Exacto! Roxana.

— Hola Sofía — dijo ella con una sonrisa más falsa que ella.

— Hola— dije lavándome las manos.

— Te habrás enterado de que ahora estoy con Juan— yo asentí— ¿No te había dicho que es de mala educación no mirar a quien te está hablando?— me tiró del pelo para que me girara.

¡¿Qué tenía con mi pelo?!

— ¡Déjame en paz maldita!— grité, pero me pegó una cachetada haciendo que me callara.

— ¿Sabes porqué lo he dejado con Marco?— yo negué—. Porque solo tiene ojos para una persona, y esa persona eres tú, te dije que te apartaras de él pero lo único que has hecho es acercarte más, y dime, ¿ya te lo has tirado?

¡¿Que?!

Ah es verdad, que la gente piensa que no somos hermanos.

Yo negué con la cabeza y me lleve otro golpe en la cara.
Noté como mi mandíbula comenzaba a palpitar.

También me lleve una patada en las costillas y caí al suelo del dolor.

— Ahora no eres tan dura ¿eh?— dijo ella riéndose.

Me estaba pegando patadas en el estómago y mi vista ya estaba nublada, mi cara estaría roja por la sangre que salía de mi nariz y labio.

Pero ella paró y miró a la puerta, iba a hacer lo mismo pero no podía, no tenía fuerzas.

Noté que alguien me levantaba del suelo y delicadamente me cogía en brazos. Intenté resistirme, pero esos brazos me sujetaron con mayor determinación.

Noté como esa persona le gritaba a Roxana y le decía algo que no llegaba a escuchar.

Y también noté cuando me llevo hacia el aparcamiento y me montaba en un coche, me puso una mano en la pierna y yo cada vez me sentía peor.

Paró el coche y me volvió a coger para volver a entrar en ese lugar.

— No— me quejé en su pecho.

Después de todo esto pensaba que esa persona sería Tomás.

— Entramos y salimos ¿vale? Y yo voy a estar aquí— no sabía que le pasaba en la voz pero si que era Tomás, asentí con la cabeza y él con paso rápido entró dentro del hospital.

— ¡¿Alguien me puede ayudar?!— un enfermero trajo una camilla y me llevaron hacia una sala, pero él cogió mi mano y me sentí mucho mejor.

Porque él me había dicho que aunque no fuera Marco, él sería mi hermano mayor y es lo que estaba haciendo.

— Ya está Sofi, ya está— dijo echándome hacia atrás él pelo que caía por mi frente.

Y ahí dije... ¡Éste no es Tomás!

Quería saber quién era, pero no veía y no lograba saber de quién era la voz.

Tenía miedo, ahora qué me va a pasar.

— A ver Sofi, te van a revisar y ya está ¿vale? Voy a estar aquí en todo momento. Si te duele aprieta me la mano ¿vale?— yo solo asentí y tome su mano—. Ya está, estoy aquí.

Y alguien entró por la puerta.

— Hola señorita Reyes, veo que vuelves a estar aquí. Vale, vamos a empezar con la revisión.

Y como dijo el que tengo al lado que aún no se quien es, cada vez que me hacía daño le apretaba la mano, él también me acariciaba la espalda y me decía que lo estaba haciendo muy bien.

— Ya está, tiene el labio y ceja partidos, dos costillas rotas y le saldrán bastantes moretones que no se van a ir en bastante tiempo.

— Yo me encargaré de ella, no se preocupe.

— Está bien.

Yo estaba sentada en la camilla esperando a que me dijeran algo, ¡como el nombre de la persona que tenía al lado!

— Ah y la vista la tendrá bien en unas horas.

Él me cogía de la mano y me sentía bien a su lado.

Sonó su teléfono y se levantó, apreté su mano para que no se fuera.

— Ahora vuelvo— dejó un beso en mi frente y salió por la puerta.

— Ahora vuelvo— dejó un beso en mi frente y salió por la puerta

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Mi hermano me odiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora