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MARCEL

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MARCEL

— Suéltame—  esa fue su última palabra, pero no la escuché.

La metí en el baño de los chicos y puse mis brazos uno a cada lado de su cabeza para que no se fuera.

— Escúchame— ella negó y se tapó los oídos. Que infantil.

— Quiero irme— dijo seriamente aún con los oídos tapados.

— No puedo dejar que te vayas— dije y le cogí la cara con las dos manos para que me mirara directamente a los ojos.
Cerró los ojos simplemente para no mirarme. Bufé exasperado.

— Te quiero— susurré—. No puedo dejar que te vayas de mi vida, no ahora.

— Suéltame— repitió, pero la mandé callar.

— Alguien se acerca— susurré y ella se tensó. En esta escuela es causa de expulsión el que te encuentren en los baños del sexo opuesto.

La metí en uno de los cubículos del baños y yo me metí con ella.

— ¡Sé que estás ahí Marcel!— mierda.

Mandé callar a Sofía, ella solo agarró su mano delante de su boca intentando que se le escuchara lo menos posible.

— ¡He dicho que salgas!—golpeó algo, vamos a rezar porque no lo haya roto— ¡¿Dónde está ella Marcel?!

Miré a Sofía, ella me miró con los ojos abiertos.

— No va a salir Marco.

— No quiero volver a golpearte Marcel— dijo Marco con una risita.

Sofía me miraba con cara confusa, yo hice un gesto para que le restara importancia.

— Déjala Marco, estás quedando en ridículo.

— No sé porqué te he perdonado. ¿Sabes quién me ha dado su número?— tragué en seco—. Sí, tú querida Sabrina.

— No la toques— dije apretando los puños.

— ¿Quieres que acabe en mi cama? Igual ya no es ni la primera vez.

— ¡No la toques!—dejé a Sofía en el cubículo y salí a enfrentarlo.
Le pegué un puñetazo rápido haciendo que trastabillara.

— ¿Quieres saber lo que se siente cuando te quitan a la hermana?— dijo y le volví a dar—. Supongo que me lo merezco, llevo dos días quedando con ella.

Le volví a dar, él solo reía.

— Creo que te has pasado un poco— dijo tocando su labio partido—. ¿Ahora como la voy a besar? Supongo que si está gritando en mi cama no tendré que besarla— se encogió de hombros y salió por la puerta no sin antes dedicarme una mirada de superioridad.

— Joder— dije mientras las lágrimas salían de mis ojos, empezé a golpear todo lo que encontraba.
Me daba igual el material escolar, solo quería matar a Marco.

— Marcel— sí, me habia olvidado de que ella estaba aquí.

— ¡Fuera!— grité mirándola a lo ojos.

— Es irónico, antes no querías que me fuera y ahora sí— me miró con una media sonrisa de lado—. No voy a irme Marcel— se acercó a mí, pero me aparté.

— Fuera— dije sentándome en el suelo, empezé a llorar en silencio.

Ella se sentó frente a mí. Me tapé la cara con las manos para evitar la vergüenza de que me vieran llorar.
Acercó su mano hacia mi rostro para que la sujetara, la agarré con fuerza mientras se acercaba unos centímetros más a mí.

— Shhh— ella me acariciaba la cabeza, no podía imaginarme lo que me había dicho Marco.
Podía tener a todas las chicas que quisiera, pero a mi hermana no, a todas menos a ella.

Sofía estaba frente a mí mirándome con esa mirada de comprensión.

No sé porqué lo hice, puede que fuera el momento
O porque estábamos en el baño de chicos mientras que me veía llorar. Pero lo hice. La besé.

Cogí su cara y la acerque a la mía, junte sus labios con los míos y los moví dulcemente. Sofía no correspondió al beso.
Puso distancia entre nosotros rompiendo la unión de nuestros labios.

— Esto no está bien— dijo y mi sonrisa se borró, note como mi corazón se rompió de golpe.

— ¿Qué no está bien Sofía?

— Nada. ¡Acabas de besar a otra chica!

La cogí de la cara y le obligué a que me mirara a los ojos.

— ¿Sabes porque la besé?— ella negó—. Porque pensé que nunca me corresponderías— susurré contra sus labios.

— Y eres el mejor amigo de mi hermano, y yo...

— Sé que le tienes miedo, y lo entiendo, yo también lo tendría— la acerque a mí—. Soy una persona horrible por haber actuado así y no haber hablado contigo en primer lugar.

— Si hubiéramos hablado te habría dicho lo que sentía de verdad y no habría pensado que eres un imbécil que no sabe lo que quiere.

Agaché la cabeza sabiendo que tenía razón.
Se puso de pie y me miró esperando a que yo también lo hiciera.

— Vámonos ya de aquí. Ha sido un día largo para todos.

— Pasaremos a que te revisen la cara— dijo y yo fruncí el ceño—. Es solo para asegurarnos.

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Mi hermano me odiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora