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SOFÍA

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SOFÍA

Ya me han dado el alta pero no puedo ir al colegio hasta que me recupere del todo.

Lo último que quiero es volver a ver a Roxana, así que no está tan mal eso de estar aquí.

Sara me dice que esté todo el día en la cama, pero no le hago mucho caso y le ayudo con las tareas de la casa.

— ¡Sofía!— gritó Tomás desde la sala.

— ¡Arriba!— estaba fregando.

— ¿Se puede saber que haces? El médico te ha dicho reposo absoluto— dijo Tomás cogiéndome como princesa y llevándome a la habitación.

— Pero estoy bien.

— Tus costillas no dice lo mismo así que a la cama—  yo solté un bufido y dejé que me llevará a la habitación mientras me cruzaba de brazos.

Aún no sabía de quién era.

— ¿De quién era la habitación?—  dije cuidadosamente.

— ¿Importa?

— A mí sí—  dije apoyando mi cabeza en su hombro.

— Era de mi hermano pequeño, ¿vale?

— ¿Y dónde está?

— Con mi padre.

— ¿Y dónde está tu padre?— vale, soy demasiado cotilla.

— En el cielo—  dijo en un susurró—. O puede que en el infierno, quién sabe.

Mi corazón se estrujó y sentí la necesidad de abrazarlo demasiado fuerte.

— Lo siento.

— Chocaron contra un coche a unas calles de aquí, murieron los tres. Mi hermano en el acto, la conductora poco tiempo después, mi padre unas semanas antes de empezar el curso.

— ¿Qué día?

— A principios de verano. Ese día llovía un montón.

Y ahí me encajo todo, el coche con el que chocó era de María.
Si no la hubiera llamado no habrían muerto tres personas.

Lo abracé fuertemente y susurré un lo siento muchísimo.

— Eh ¿qué pasa Sofía?

— Fue culpa mía— dije en un susurro.

— Tú no tienes la culpa de nada— dijo abrazándome.

— Es mi culpa, el coche que chocó fue el de María, yo la llamé, la culpa es mía— y no aguanté y exploté, no aguanté más y todo lo que estaba conteniendo salió.

El accidente, todo lo de Marco, Roxana, ahora también era Marcel.

Noté como Tomás se soltaba de mi y me dejaba en un lado en la cama.

Mi hermano me odiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora