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SOFÍA

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SOFÍA

— Solo es un golpe— susurré, pero Marcel negó, él cogió mi mano y empezó a acariciarla con el pulgar.

Estaba raro, y lo sabía.

— Marcel, pasa— dijo el doctor. Los dos entramos—. ¿Explicación?

— Mi cara— dijo encogiéndose de hombros.

— ¿Se puede saber qué le pasa?

— Me han pegado un puñetazo— dijo obvio sentándose en las sillas, cogió mi mano y me obligó a sentarme en la silla de al lado.

— ¿Otra vez?

— No. Esta vez en los baños del colegio.

— ¿Se puede saber porqué?

— Besé a la chica equivocada– apretó mi mano y me guiñó un ojo. El doctor solo rodó los ojos y soltó un suspiro antes de levantarse y hacer que Marcel hiciera lo mismo.

— Bien, vamos a mirar esa nariz— le llevo hacia la camilla y le hizo un chequeo rápido. También estuvo tocándole las encías que parecían algo hinchadas.

Le hizo las revisiones y los dos se volvieron a sentar en las sillas.

— Vale, podría estar peor. No podrás jugar al fútbol Marcel.

— ¿Qué? ¡¿Porqué?!

— Porque la nariz no está rota, pero tampoco está bien, le recomiendo que no se pelee por un tiempo.

— Mierda— susurró tumbándose en la silla.

— Lo siento M, ya pueden irse.

Marcel se levantó y yo hice lo mismo por actoreflejo.

— Espero no verle pronto— Marcel le hico un gesto obsceno mientras que el doctor hico un movimiento con sus dedos encima de su brazo que me pareció sospechoso, como Marcel no opinó sobre eso lo dejé pasar.

Salimos de la sala y caminamos en silencio por los pasillos hasta su coche.
Él no puso su mano en mi pierna como antes, conducía en silencio con la mandíbula apretada.

— ¿A dónde vamos?— dije al ver que no íbamos a su casa.

— Tengo que hacer algo— dijo seco y yo asentí.

Llegamos a aquel lugar, no había nada, solo una puerta de garaje en medio de una pared de ladrillos, se escuchaba jaleo desde el otro lado y había coches y motos abarrotados en la entrada sin ningún orden.

— Espérame aquí— dijo saliendo del coche. Le miré asombrada.

— No pienso quedarme aquí sola. ¿Y si aparece alguien?

— Me dijiste que sabías pelear Sofía.

— Hace mucho que no lo hago— Marcel parecía estresado por nuestra conversación. Se lo pensó durante unos segundos antes de pegar con fuerza al techo del coche.

— Vamos, pero no te separes de mí— asentí mientras salía del coche.

Llamó a la puerta y un señor le abrió antes de que me diera tiempo a recordar el saludo que había hecho.

— Pasa, te está esperando— Marcel cogió mi mano, entrelazando nuestros dedos y pasamos dentro.

Andamos en silencio, unos aplaudían, otros le miraban con asco.
Cuando llegamos a un pasillo donde no había nadie decidí hablar.

—  Marcel. ¿Dónde estamos?— agarró mi mano más fuerte y me mandó callar

Él no dejaba de andar por aquel pasillo, llegamos a una puerta y Marcel llamó.

— Pasa— dijeron del otro lado, Marcel abrió la puerta y los dos pasamos.

Un anciano estaba sentado al otro lado del escritorio.

— ¿Qué pasa M?— dijo el señor sorprendido por nuestra visita.

— Me voy, dame todo lo que me debes y no me veras más — el señor se levantó y Marcel me puso detrás de él.

El señor se acercó lentamente a nosotros, me miró y se le dibujo una sonrisa en la cara.

Marcel no se movía, estaba mirando al frente sin ninguna expresión.

— Acabas de empezar aquí M, ¿porqué te vas a ir? ¿Es por ella?—  Marcel negó.

— No puedo hacerlo más, se lo prometí a una persona.

— Con las promesas no se gana dinero M.

— Lo sé.
El señor se acercó a un armario y tras introducir una contraseña lo abrió y sacó una bolsa que tenía escrita una M.
Se la lanzó a Marcel.

Marcel me cogió del brazo y salió de ahí.
Caminamos a paso rápido hasta la salida.

Nos subimos en el coche y estuvimos en silencio hasta que Marcel lo rompió.
Tenía alguna idea de quién podría ser y si estaba en lo cierto podría estar en peligro

— ¿Estás bien?—  asentí—. Bien.

Condujo en silencio hasta casa.

— No le puedes decir nada de esto a Marco— asentí.¿Yo hablar con Marco? JA

Bajamos del coche y él abrió la puerta de casa, entre y fui a la habitación, Marcel se quedó en el salón, no hablamos en toda la tarde, yo me quedé leyendo y él viendo la tele.

— ¿Tienes hambre?— dijo entrando por la puerta. Yo negué sin dirigirle palabra.

— No sé qué hacer— dijo sentándose a mi lado en la cama derrotado—. Te he dado espacio, te he intentado ayudar, ¿qué quieres que haga?— dijo mirándome a los ojos.

— Bésame— susurré y él lo hizo, como si lo necesitara, como si me necesitara.
Me cogió de la cintura y me sentó encima de él.
Mis manos estaban en su cuello y las suyas estaban en mi cintura provocándome escalofríos.
No fue un beso lento, fue un beso intenso y necesitado.

Él fue el primero en separarse, me miró a los ojos y sonrió mientras retiraba un mechón de mi pelo y lo colocaba detrás de mí oreja.

— Lo siento, se que no debería haberte llevado ahí— dijo besando mi mejilla y abrazándome.

— No pasa nada.

— Sí que pasa— yo le miré—. Ahora saben cómo eres. Y si descubren quién eres, sabrán dónde encontrarte.

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Mi hermano me odiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora