SOFÍA
Me levanté por la mañana y un fuerte olor a tortitas me invadió.
Salí de la cama y baje las escaleras para encontrarme con Sara en la cocina cantando algo felizmente.
— Buenos días cariño— dijo con una sonrisa.
— Buenos días, ¿le ayudo en algo?
— Claro. Ve y despierta a Tomás.
Subí las escaleras y entre en la habitación de Tomás. Las paredes eran de un color azul claro y aunque el rubio lo negara sus sábanas eran de autitos.
— ¡Vamos!— dije tirando de las sábanas.
— Mamá, déjame un ratito más— dijo adormilado mientras cogía las sábanas y se las volvía a poner encima.
Claramente él tiene más fuerza que yo así que volvió a taparse con las mantas. Yo solo bufé mirando qué opciones tenía.
Me subí encima de él y me tumbé encima.
— ¡Me aplastas!— dijo—. ¡Me quitas el oxígeno!
— No seas un exagerado— dije riendo mientras que me acomodaba haciendo que él soltara un quejido.
— No es mi culpa que estés gorda.
Y me ofendió así que le tiré una almohada a la cara.
— ¡Eh!— tomas me cogió por la cintura y me sentó a su lado, nuestras espaldas contra el cabecero de la cama—. Era broma.
— Lo mío también— dije haciéndome la inocente.
— Vamos a desayunar— susurró en mi oído y yo asentí.
Nos levantamos y fuimos por las escaleras hasta llegar a la mesa donde ya estaban las tortitas servidas.
— ¿Que te vas poner hoy cariño?— dijo Sara y la verdad es que no tenía ni idea.
— Aquí no tengo más ropa— dije encogiendome de hombros. La única opción sería volver a casa a cambiarme.
— Te puedo dejar ropa— dijo con una sonrisa.
— No hace falta— dije quitándole importancia al asunto. Podría ir a clase en pijama si eso hacía que Sara no tendría problemas.
— Sí la hace cariño, te hemos traído aquí sin nada de tus cosas— dijo ella—. ¿Y tus libros?
— No los tiene aún— dijo Tomás. Ya había pasado un tiempo y no había convencido a Marco de que me comprara los libros.
— Puedes usar los de... Bueno, tenemos unos de sobra si los quieres.
— No puedo coger esos libros.
Me sentía agradecida, pero abusar así era algo que mis padres me habían enseñado que estaba mal.
— Quiero que los uses Sofía— su tono sincero hizo mover algo en mí.
— Está bien.
Me fui con Sara a su habitación y entre las dos elegimos la ropa.
Eran unos pantalones vaqueros blancos y una camiseta se flores roja.
Cuando salimos Tomás estaba esperándonos con dos mochilas.
Iba vestido con una sudadera roja y unos pantalones negros.— Te diría que estás preciosa si no fuera la ropa de mi madre— me dijo Tomás en un susurro mirándome algo embobado. Yo solo reí por su comentario.
— Estás preciosa— me dijo la rubia mayor.
— Gracias Sara— dije con una sonrisa.
— Toma— dijo Tomás dándome una mochila negra con detalles azules.
— Sé que es de chico, pero esta tarde iremos a comprar otra.
— No hace falta— dije con una sonrisa—. Ésta me gusta.
Sara asintió y me devolvió la sonrisa, aunque parecía algo forzada.
— Vamos— dijo Tomás cogiendo las llaves del coche. Los dos nos despedimos de su madre mientras nos calzábamos.
Salimos y nos montamos en su coche.
Vi el coche de Marco salir de casa, así que a él no le había importado que me fuera de casa.
— ¿Podemos ir a mi casa ahora?— Tomás me miró confundido—. Ese es el coche de Marco así que no hay nadie en casa.
No soportaba la idea de que los libros siguieran ahí.
— Si tú quieres— yo asentí así que él dio la vuelta completa con el coche y cambio de carril.
Paró en la entrada de casa y los dos salimos del vehículo.
Cuando abrí la puerta con la llave que estaba en el macetero me quedé de pie en la puerta.
— ¿Qué ha pasado aquí? ¿Esto está siempre igual?— yo negué algo sorprendida.
Las botellas de alcohol habían presencia por la mesita de la sala y por la encimera de la cocina, había polvo que vamos a rezar para que no sea lo que estoy pensando y había cigarros sin terminar por el suelo, había cristales rotos y otras cosas tiradas por el suelo.
Subí las escaleras y fui a mi cuarto, estaba intacto, lo único de todo el piso a parte de la habitación de María, todo lo demás estaba roto.
Era como si hubiera habido un torbellino por toda la casa, pero no se hubiera atrevido a pasar por mi habitación y la de mi hermana.Entré en mi habitación y cogí los libros y algo de ropa, entre en la de María y cogí algunas de sus cosas también. Cosas que me parecían necesarias para recordarla.
Cuando terminé, salimos de ahí y volvimos al coche.
Y sólo sabía algo.
Marco no estaba bien.
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Mi hermano me odia
Teen FictionNo hate. Si no te gusta no leas. Soy Sofi, tengo 15 años y vivo con mis dos hermanos, María de 17 años y Marco de 19, nuestros padres murieron hace cuatro años en un accidente de avión, María y yo nos ayudamos en todo lo posible, pero Marco se dista...