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MARCEL

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MARCEL

Me llevé a Sofi a la habitación.

— Tenemos que ir con él— dije y ella negó repetidas veces con la cabeza.

— No pienso ir con él— respondió alejándose unos pasos de mi.

— Nos están buscando Sofía, no puedo dejarte sola en el piso o vendrán a por tí, ¿lo entiendes? La única manera de que estés protegida es ir a casa de Marco— lo pensó durante unos instantes, pero al final terminó asintiendo lentamente.
Se que no quería ir pero si no iba estaría en peligro.

Besé su cabeza dejando que el alivio de su respuesta me calmara.

— Te quiero, ¿sí? Y no voy a permitir que nadie te toque— ella me abrazo y escondió su cabeza en mi cuello.
Salimos de la habitación y Marco ya estaba llevando cajas.

— Espera aquí— le dije mientras me acercaba a Marco—. A aceptado a venir— susurré cerca del castaño—, pero no lo hace por voluntad propia.

Marco asintió de acuerdo con las palabras y seguimos transportando los objetos más relevantes e imprescindibles.
Solo nos llevaríamos lo esencial, las cosas que no me importaban se quedarían en el piso.

Cuando estuvo todo listo subimos los tres al coche; Marco conducía y Sofi y yo íbamos atrás.

Un móvil empezó a sonar al pasar unos minutos en un tenso y terrible silencio.

— Es el mío— informó Marco, estaba serio pero sabía porque era—. Pon el altavoz— hice caso a su orden por el simple hecho de que yo también tenía curiosidad por escuchar. A los segundos de aceptar la llamada pude escuchar su voz.

— ¿Marco?— esa era Sabrina.

— Sabri estoy con el manos libres, ¿que quieres?

— ¿Cuándo vuelves? Creo que hay alguien fuera de la casa— susurró eso último aunque todos pudimos oírlo. Mis músculos se tensaron por instinto al escuchar a mi hermana pequeña tan inquieta por la situación.

— Mierda— dijo Marco en un tono más bajo pegando al volante—. Esto es lo que vamos a hacer— me dijo a mí, así que corte la llamada. Paró el coche, estábamos en medio de la nada—. Os dejo aquí, yo voy corriendo a casa y cojo a Sabrina, de ahí los cuatro nos vamos, ¿entendéis?

Era un plan fácil, nadie sospecharia de que han abandonado la casa si solo entran y salen los residentes de la vivienda. Yo asentí, aunque Sofi no quiso ni mirarle a los ojos.

— ¿Lo has entendido niña?— dijo Marco, Sofía asintió sin mirarle—. ¿Que mierda te he dicho de la vista?— ella lo miro y asintió forzadamente—. Eso está mejor— dijo con una sonrisa, salió del coche y empezó a correr.

Cuando Marco desapareció de nuestra vista me estresé aún más. El saber que mi hermana podía estar ahora en una situación de riesgo con Marco a minutos corriendo de la casa ponía mis pelos de punta.

— Hey— dijo Sofía acariciando mi mejilla—. Va a estar bien.

— Está Marco, él podrá cuidarla— lo dije más para mí que para cualquier otra persona que escuchara mi tono monótono.

— Tú también la cuidarías— dijo Sofía y yo le miré con cara de ¿Es en serio?

— Va en serio, siempre puedo contar contigo— dijo sujetando mi mano.

— Pues yo no contaría mucho conmigo— dije en un susurro soltando un suspiro.

— Marcel.

— Va en serio Sofía, no soy el héroe de esta historia y no tengo intención de serlo— dije con una sonrisa más tirando a triste por la curvatura de mis labios.

No hablamos más, estuvimos así unos minutos más hasta que llegó Marco junto con Sabrina.

Sabrina se sentó en el asiento del copiloto, lejos de mí sin mirarme siquiera.

— ¿Listos?

— ¿Listos?

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MARCO

— ¿Cuando vuelves? Creo que hay alguien fuera de la casa— cuando dijo eso me asusté.
Pensé rápido y decidí ir corriendo hasta mi casa, es el plan mas estúpido pero el único que se me ocurrió con todo el pánico que tenía acumulado en las venas.
Aparqué a dos manzanas de casa, así no sería mucho y no nos seguirían hasta aquí si quisieran hacerlo.

Fui muy duro con Sofía y eso me dolió, pero tenía que ser así, si me pasase algo no podría estar como con la muerte de María, tendría que superarme rápido y seguir con su vida. Las normas de mi pandilla existían para algo y las cumpliría hasta mi último día en las peleas.

Salí del coche y corrí hasta casa, me cansé en la primera manzana pero no paré, esa gente podría entrar y le haría mucha gracia encontrar a una niña del instituto en el sillón, sola.
No podía dejar que la tocaran.

Cuando estaba a dos casas de la mía vi el coche, dentro había dos tipos, hice como que no los vi y habrí la puerta de casa, Sabrina saltó sobre mí cuando entre en casa.

— Sabri nos vamos a ir— susurré en su oído—. Ellos nos quieren a los dos y no puedo dejar eso ¿entiendes? Corre arriba y coge lo más importante.

Me hizo caso y corrió escaleras arriba, me asomé por la ventana y uno de los tíos estaba a punto de salir del coche.

— Mierda— corrí escaleras arriba.

— Ya está, he cogido ropa de los dos, documentación y dinero— dijo Sabrina, metí mis pastillas sin que ella las viera y puse la mochila en mi espalda.

Salimos por la puerta trasera y empezamos a correr, corrí sin parar junto con ella hasta llegar al coche. Tuve que tirar de Sabrina las últimas calles teniendo que haber supuesto que si a mí me había costado ir, a ella le costaría venir.

— Marco. ¿Que hace él aquí?— dijo en un susurro para que no lo escuchara Marcel.

— Tranquila, no te va a tocar un pelo mientras estés conmigo— ella asintió y se sentó conmigo de copiloto.
Puse mi mano en su pierna para tranquilizarla.
Y para marcar mi territorio.

— ¿Listos?

— ¿Listos?

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Mi hermano me odiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora