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SOFÍA

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SOFÍA

Entré con Marcel al hospital, él tenía su brazo por mis hombros y caminábamos por los pasillos.

Llegamos al pasillo y nos sentamos en las sillas justo en frente de la sala.

Marcel tenía razón; Tomás no estaba.

— ¿Me vas a decir con quién te pegaste esta mañana?— dije sin mirarle.

— Con Marco— dijo encogiéndose de hombros, como si no le afectara haberse peleado con su mejor amigo.

— ¡¿Qué ?! ¿Porqué ?

— Porque no voy a permitir que nadie te haga daño. Sé que Tomás te prometió lo mismo, pero estoy seguro de que él no pegó a nadie por ti— dijo sonriendo de manera egocéntrica mientras acariciaba mi mano.

— Tomás no pegó a nadie, pero-

— No pasa nada, yo solo digo que yo he pegado a alguien para protegerte.

— Esa no es la mejor manera de cuidarme, ni siquiera necesito a alguien que me cuide. Pegar a Marco no soluciona mis problemas, solo crea una brecha entre vosotros, nunca esperes que te agradezca por pegarle a alguien— dije esperando que hiciera caso a mis palabras.

— Claro que es la mejor manera de protegerte, ¿sabes porqué Roxana ya no habla con Marco?— yo negué con la cabeza—. Porque Marco hizo que ella se alejara de ti.

Yo miré hacia delante.

— ¿No tienes calor?— y lo tenía, pero me encantaba llevar la chaqueta de Marcel.

— Estoy bien— dije con una sonrisa.

— ¿Estás segura?— yo asentí.

— Sofía Reyes— dijo un doctor saliendo de la sala, nosotros nos levantamos y entramos en esta.

— Usted otra vez—dijo mirando a Marcel con irritación, hasta parecía que al doctor le aparecía un tic en el ojo izquierdo.

— Sí, es mi deber— dijo cogiendo mi mano y dedicándome una sonrisa. Le guiñó un ojo al señor de la bata y este solo rodó los ojos indignado.

— Bueno, vamos a empezar con la revisión.

Me hicieron algunas pruebas y análisis y nos hicieron salir otra vez a fuera para que el señor pudiera consultarlas con otro doctor y analizar mis progresos.

— ¿Cómo que tú otra vez?

— Ya sabes, del día que te traje aquí. Puede que ese día tuviera algún inconveniente con cierto doctor y me expulsaran del hospital — dijo él mirándome, yo puse una mirada confusa—. No te lo había dicho Tomás, ¿verdad?— yo negué con la cabeza—. ¡Me prometió que te lo contaría!

Yo no esperé y me lancé para abrazarlo.

— Gracias — susurré en su oído.

— Siempre te salvaré pequeña— dijo envolviéndome en sus brazos.

Y ahí me sentía segura, a su lado, por alguna razón.

Estuvimos ahí hasta que el doctor nos dijo de volver a pasar.

— Bueno, está todo mejor, pero aún tienes que guardar reposo— yo solté un bufido—. Aunque empezar con algunos ejercicios de movilidad serían bastante útiles para el reforzamiento de las articulaciones después de tanto tiempo sin intimidarse correctamente.

— Yo me ocuparé de eso— dijo Marcel.

El doctor asintió aunque no quisiera hacerlo.

— Bueno, ya pueden irse muchachos.

Los dos nos levantamos y caminamos fuera de la sala.

— Vamos a casa— dijo Marcel cogiendo mi mano. Me sorprendí con su gesto, pero luego le di una respuesta apretando su mano, Marcel solo acarició mi mano con su pulgar.

Cuando estaba con él me sentía más protegida que cuando estaba con Tomás, era como si él pudiera protegerme de Marco, de Roxana, de todos de una forma que sabía que Tomás no lo haría.
Sabía que Tomás siempre intentaba protegerme, pero era una figura fraternal lo que tenía con él, y la verdad es que ninguno de mis vínculos fraternales habían salido bien.
En cambio con Marcel era distinto, no nos llevábamos muy bien pero teníamos esa conexión que nos unía de una forma muy diferente y especial.

Con los dos me sentía a salvo, pero con Marcel me sentía más ligera, como si llevara una carga menos que Tomás no causaba, pero siempre estaría presente en nuestra relación.

Nos montamos en el coche y empezó a conducir.

— ¿Cómo sabías que Tomás no estaría aquí?

— Eh... No sé, solo lo intuí— dijo con una sonrisa nerviosa—. ¿Quieres comer hoy fuera?

Yo asentí con una sonrisa.

— Pues vamos a comer hamburguesas — yo solté un chillido de emoción y el puso una sonrisa ante mi actitud infantil.

Cambió de carril y condujo hasta llegar al establecí de comida rápida, bajó del coche y dio la vuelta para abrirme la puerta.

— Gracias— dije con una sonrisa y él me guió por los hombros.

— Vamos que tengo hambre.

Y los dos entramos a ese lugar, pero tuve que parar en seco cuando vi a Roxana con un chico, supongo que será por él que ha dejado a mi hermano.

— ¿Qué pasa?— dijo Marcel.

— Está-— no podía ni hablar, gracias a ella no volvería ni a mirar en los baños del colegio.

— Ve al coche— me dio las llaves y un beso en la frente—. Ahora voy yo— susurró en mi oído.

Yo asentí y caminé rápido hacia el coche. Noté como mi respiración estaba más irregular de lo que quería creer y tuve que respirar un par de veces para poder calmarme.

A los minutos llegó Marcel con dos bolsas.

— Te dije que comeríamos fuera y ahora vamos a comer en un coche— dijo riendo.

— Pero es el coche de Marco.

Sabía lo que pasaba si comía aquí, y no quería que nadie me gritara e insultara de la forma en la que mi hermano lo hacía.

— No se va a enterar— puso su mano en mi rodilla—. Pero si eso pasa, le diré que he comido yo aquí y ya está— yo asentí poco segura y él me pasó la bolsa.

Empezamos a comer, hacía mucho que no comía una hamburguesa y la estaba disfrutando.

— ¿Estaba buena?— dijo mirando mi menú vacío y el suyo por la mitad, yo asentí.

— Hacía mucho que no me comía una— miré hacia la ventana.

— Marco no os dejaba ¿no?— yo negué—. Marco ya no tiene que enterarse de lo que haces o dejas de hacer.

— Eso es verdad— le respondí con una sonrisa que él correspondió.

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Mi hermano me odiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora