Capítulo 10: Sofía

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Sofía y sus hermanas estaban sentadas sobre una manta a la sombra de un sauce muy antiguo

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Sofía y sus hermanas estaban sentadas sobre una manta a la sombra de un sauce muy antiguo. Degustaban los dulces que su madre les había preparado y simulaban que todo estaba bien. Sin embargo, la joven no podía dejar de pensar en Pablo Ferreira y en sus primos de quienes no sabían nada desde hacía horas. Tenía un mal presentimiento. Sentía que algo malo había sucedido y no se equivocaba.

Poco antes de la puesta del sol, las jóvenes distinguieron que se acercaba una carreta. Los bueyes avanzaban a toda velocidad y dejaban una densa estela de polvo tras de sí.

—¡Gracias a Dios! —exclamó Amanda aliviada.

Se pusieron de pie y comenzaron a recoger lo que quedaba de su picnic. Querían estar en la estancia a tiempo para recibir a sus primos.

Sus padres y sus tíos habían ido al mercado que se armaba los fines de semana en la plaza del pueblo por lo que solo ellas recibieron a los muchachos. El primero en bajar fue Pablo que saludó a las chicas con una inclinación de cabeza y le dedicó a Sofía una mirada indecorosa. Lo siguió Sebastián que se demoró unos segundos ayudando a Diego que se quejaba de dolor.

El corazón de Sofía pareció detenerse en ese instante. La manga de la camisa de su primo estaba destrozada y cubierta de sangre.

—¡Por todos los santos! ¿Qué ocurrió? —preguntó Sofía, corriendo hacia el muchacho.

Diego estaba pálido y había perdido mucha sangre. Habló y su voz se escuchó áspera y entrecortada:

—Una bestia me destrozó el brazo.

Las hermanas intercambiaron miradas cargadas de miedo y asombro. Un momento después, el conductor azotó a los animales y se alejó a toda velocidad.

—¡Amanda, ve a buscar trapos limpios para contener la herida! Herviré un poco de agua —indicó Isabel sin perder la calma.

Sebastián ayudó a Diego a entrar en la sala y se sentaron en el sillón.

—¡Quítate esto! —ordenó Sebastián, intentando despegar la tela de la camisa que se adhería al brazo de su hermano.

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