Capítulo 12: Sebastián

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Los siete hombres se encontraban de pie en la ribera del río. Buscaban huellas, pelo de animal, cualquier pista que pudiera llevarlos hasta la criatura a la que ansiaban atrapar. No sabían con exactitud a qué se enfrentarían en realidad, pero estaban armados y motivados para enfrentarla. Llevaban redes y sogas porque si tenían suerte atraparían con vida a la bestia.

Don Juan Bustamante le había mostrado a Sebastián el recorte del periódico que certificaba el hallazgo de los huesos de una extraña criatura de dimensiones colosales. El joven español estaba más que motivado por la gloria y la recompensa que podrían obtener si encontraban uno con vida.

—Muy bien, ¿por dónde comenzamos a buscar? —preguntó Sebastián mirando a Bustamante, quien había organizado la expedición.

—Por aquí mismo, muchacho. Los huesos fueron encontrados cerca del río. En algún momento las criaturas necesitarán acercarse para beber agua. Las han buscado durante años y teniendo en cuenta su gran tamaño se camuflan muy bien. Tendríamos que intentar cubrir la mayor cantidad de terreno posible. No sabemos casi nada de ellas, así que tengamos mucho cuidado. Si conseguimos capturar algún ejemplar vivo sería lo ideal, pero si nos ataca, no dudemos en defendernos. También podríamos obtener una gran recompensa si le obsequiáramos el cadáver a su majestad —dijo jugueteando con su bigote blanco el señor Bustamante.

—Creo que separarnos en pequeños grupos sería una forma de cubrir más terreno —sugirió Pablo Ferreira.

—¡Gran idea, chico! —exclamó el viejo.

—No lo sé. ¿Qué tal si es peligroso? No sabemos qué estamos buscando exactamente —comentó Diego y su padre lo fulminó con la mirada por parecer un cobarde.

—No se preocupe, Diego. Las posibilidades de que la criatura escupa fuego por la boca son ínfimas. He matado algunos pumas, así que si va conmigo estará a salvo —bromeó Mariano, el mayor y único varón de la estirpe de Juan Bustamante.

Diego parecía incómodo ante la situación. Nunca había sido muy aventurero y aún llevaba vendado el brazo que uno de los perros de Antony Van Ewen le había mordido.

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